tag:blogger.com,1999:blog-25666434755012329452024-03-14T00:21:09.064+01:00AMANECE PÚRPURAUna historia presuntamente autobiográfica narrada en capítulos no exactamente sucesivos; no sé cuántos ni hasta cuándo... Su principal protagonista: Pau Bondia. Sus primeros lugares: Essaouira-Mogador y la isla de Mallorca. Una novela, ni más ni menos, en proceso... Dedicada a todos aquellos que quieren escribir pero no tienen nada que contar...
Por Liberto BrauLiberto Brauhttp://www.blogger.com/profile/02924625215767547049noreply@blogger.comBlogger6125tag:blogger.com,1999:blog-2566643475501232945.post-6958953238514782362009-01-05T21:19:00.021+01:002009-01-20T14:06:58.565+01:005º Capítulo/ Confesiones de un iconoclasta...<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhU-u25HFo80BlnriaV4P_UPhyphenhypheneHtexLITTB5l1VVXrfouMaBRWEAfNpXNpU7eXT5h4-RLPk6xhpVxwVJ-4okFTtdQV3WshWaKUcMst1X3K7XRpHVenAK_whV-HZtgyPkgNOcayOUxO7ic/s1600-h/Azoteas+Essaouira+copia.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5287907483568569186" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 300px; CURSOR: hand; HEIGHT: 400px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhU-u25HFo80BlnriaV4P_UPhyphenhypheneHtexLITTB5l1VVXrfouMaBRWEAfNpXNpU7eXT5h4-RLPk6xhpVxwVJ-4okFTtdQV3WshWaKUcMst1X3K7XRpHVenAK_whV-HZtgyPkgNOcayOUxO7ic/s400/Azoteas+Essaouira+copia.jpg" border="0" /></a><br /><div>Me levanté temprano esta mañana. A quien madruga Dios le ayuda, dicen… Un poquito de ayuda, sobre todo divina, nunca sobra, y menos en estas circunstancias. Nada más despertar he enviado un mensaje a Lou:<br /><br /><br />24.12.2006 08.33 AM<br /><br /><em>Bon dia, querida Lou… Me hiciste cavilar todo el día con tus suposiciones. No es extraño que Rodrigo e Iris tengan negocios conjuntos relacionados con el arte, incluso independientes de Don Pedro Emilio. Con respecto a Saskia, te conté que conocía muy bien a este hombre, que era amigo de su padre desde que hicieron la mili juntos, y de algún modo era su protector: le encargaba regalos de empresa en Navidad, le compró algunos de sus diseños, la promocionó entre sus amistades… No olvides que Saskia y su padre fueron los que me presentaron a Don Pedro Emilio. Y en cuanto a Rodrigo, por supuesto conocía muy bien al Señor Piedra, aunque decía que no le tragaba: él realizaba los trabajos de gráfica que diseñaba Saskia, también trabajaba para la empresa de inversiones “Por Amor al Arte” que como suponemos controlaba Iris en nombre de Don Pedro Emilio; en su taller hacían buena parte de las ediciones que luego “colocaban” a sus inversionistas como garantía de sus depósitos, etc. Creo que la empresa que habían montado Iris y Rodrigo puede ser tanto una derivación de “Por Amor al Arte”— para salvar parte de sus activos en obras de arte una vez se hundió la pirámide de inversiones y estalló el escándalo— como un negocio ajeno a esa historia que habrían ideado para unir sus potencialidades y esperar “agazapados” que amainen los efectos de la crisis de “Por Amor al Arte”…<br /><br />Me explico, Lou… Iris, es decir Don Pedro Emilio, controlaban indirectamente “Por Amor al Arte”. Aunque Iris tenía apenas un 5% de la firma de inversiones ella había colocado todo el equipo directivo, manejaba las relaciones e intercambios de inversiones con otras sociedades españolas y extranjeras, utilizaba sus contactos políticos para promocionar el carácter “cultural” y pseudo-filantrópico de la fundación que montaron paralela a “Por Amor al Arte”, es decir movía las grandes cuentas, las grandes operaciones encubiertas, y también su imagen… Esa imagen “cultural” es la que utilizaron para captar a los pequeños inversionistas y ahorradores que perdieron casi todo su dinero cuando la pirámide se colapsó… Para dar cobertura y “sostener” los depósitos que recibían y los intereses que prometían tenían que producir miles de “estampitas”, es decir litografías, grabados, serigrafías y dibujitos más o menos seriados. Si las cifras oficiosas de afectados y volumen total de la estafa son ciertas, tendrían que haber “fabricado” unas 400.000 estampitas; el resto correspondería a las obras originales “revalorizadas” fraudulentamente. No me extrañaría que esas dos mil que les han encontrado a Iris y Rodrigo sean las “joyitas” de esa hiperproducción, las correspondientes a los autores más selectos, que generalmente se editaban en el taller de Rodrigo pese a que no era el mejor técnico ni tenía las mejores instalaciones. Aunque no me has dicho los nombres de los artistas de esas series que han encontrado en el almacén, imagino quienes son y el valor total de todo ese material, desde luego por encima de cuatro millones de euros, seguramente más de 700 millones de las antiguas pesetas… Te parecerá una nadería comparado a los 60.000 millones de pesetas que habían valorado el grueso de los fondos de “Por Amor al Arte”, el total de estampitas que declararon disponer como garantía de las inversiones, pero en realidad éstas apenas tienen un valor real de un 10% del que decían, incluso menos si todas salieran al mercado a la vez por el pánico del crack… Sin embargo las joyitas, las obras firmadas por los artistas más conocidos y con tiradas más cortas, más selectas, seguirán teniendo un valor alto, seguirán revalorizándose con el tiempo, son como un cheque al portador…<br /><br />Ahora bien… ¿Se trata de un tesorito salvado por Iris de la ruina de “Por Amor al Arte” o un negocio aparte de la pareja de pillos? ¿Tiene que ver con Don Pedro Emilio o es sólo el producto del “matrimonio de intereses” de Iris y Rodrigo?... Mi querida y sagaz Lou, me inclino a pensar que esto no tiene nada que ver con Don Pedro Emilio… A él lo que le interesan son las grandes cifras, los movimientos de capitales con beneficios rápidos y seguros, los porcentajes pequeños o grandes, pero seguros e inmediatos, que recibía indirectamente de cada operación, los préstamos que hacía y recibía indistintamente de toda esa trama de sociedades de inversión de la que formaba parte “Por Amor al Arte”… Poco a poco se irá desenredando la madeja, Lou, y veremos —es un decir— cómo y por dónde se han filtrado esos miles de millones aparentemente trasfigurados en obritas de arte, ni más ni menos que el timo de la estampita, eso sí “presuntamente artística”… Iris y Rodrigo sabían que esa pirámide no se podía sostener por mucho tiempo; probablemente aprovecharon el descontrol de las ediciones para hacer su negocio particular duplicando series con los artistas mejor situados, con mejores salidas al mercado. Hasta es posible que pactaran directamente con ellos y les pagaran una compensación más alta por sus obras a cambio de que les dieran otros originales para reproducir fuera del control de “Por Amor al Arte”… No me extrañaría nada conociendo ese mundo como lo conozco: un profundo agujero negro en donde conviven aparentemente sin complejos los más elevados ideales estéticos, las personalidades más carismáticas y espirituales, junto con las conductas más mezquinas y deleznables, la insaciable codicia del dinero, la amoralidad por no decir inmoralidad de quien pone precio a todo lo que cree inventar artísticamente. Además, siempre ha sido un eficaz método para blanquear dinero negro de procedencia digamos incierta… A lo peor estas ediciones las ha sufragado “Por Amor al Arte” sin saber siquiera que existían. Es del estilo de Iris, además de sexy, listilla…<br /><br />Por otra parte, creo que te confundes y ofuscas al involucrar a Saskia en esa operación. No eran su estilo ni de su interés. De Rodrigo sí, y de Iris, por supuesto… Si estaban liados desde hace tiempo a espaldas de Saskia no sería extraño que tuvieran esa especie de “corralito” común, aunque sólo fuera por puro interés económico. Así aprovechaban su privilegiada situación en “Por Amor al Arte” —Iris la estratega y Rodrigo el ejecutor— para hacerse con un tesorito sin apenas gastos de producción, casi gratis, tan fácil de ocultar como relativamente fácil de comercializar una vez se calme la situación de crisis de “Por Amor al Arte”. O mejor aún: un tesorito para guardar durante años mientras se va revalorizando poco a poco sin gastos de mantenimiento ni impuestos; es un valor seguro si sus autores ya son viejos y se van muriendo por ley natural. Eso sí que es una revalorización natural en el mundo del arte y no la que prometían a los incautos inversionistas que al final se han llevado unas estampitas que no las vende ni dios y que como mucho les servirán para empapelar sus retretes… Creo que ni siquiera sus nietos podrán “liquidarlas” para su jubilación…<br /><br />En cuanto a lo del asaltante ucraniano de mi casa te confieso que me pica la curiosidad saber de él y ver su cara, no vaya a ser que me lo cruce por la calle y no sepa quién es, esté en peligro y desconozca mi asaltante. ¿Podrías conseguirme alguna foto del tal Alexander Volokitin y/o de sus compinches?<br /><br />Creo que te has pasado un par de pueblos relacionando el hecho de que Saskia muriera en un accidente en Ibiza y que los supuestos asaltantes de mi casa hagan sus fechorías en Ibiza. La única coincidencia tiene que ver con Ibiza, Lou, nada más… No divagues, por favor. Sé que Saskia no te caía bien y creo que eso te condiciona para interpretar todo lo malo y misterioso en clave “saskia”. Ella está muerta, Lou, y los fantasmas no existen. Bueno, sí, los que creamos con nuestra imaginación, nuestras fobias… No te tomes a mal estas palabras, Lou, por favor. Sabes que te quiero, aunque no sea a tu modo por ahora. Todo es posible, Lou, pero no me hagas sentir a disgusto. Vayamos paso a paso y ya verás cómo todo se despeja más pronto que tarde, Inch’Allah…<br /><br />Espero hablar contigo esta noche, cuando puedas. No sabes cómo agradezco tus palabras, tus desvelos, tus investigaciones. Y no lamento haberte metido en esto, aunque sé que te he puesto en peligro también. Pero tú eres una periodista de primera, de ésas que dicen de "raza"; estoy seguro que jamás me habrías perdonado te hubiera mantenido ajena a esta historia. Ya sabes que el único límite a las confidencias que comparto contigo es Saskia. Cada tema que vaya cerrando del que esté “suficientemente” seguro te lo haré saber. Me gusta sentir que estás cerca de mí, que compartimos tantos secretos…<br /><br />Por favor, no dejes de decirme si hay alguna novedad con respecto a Don Pere Barceló. Ese hombre sí que me da miedo, de verdad, más que Don Emilio Piedra. Es un bruto, no mide sus fuerzas, ataca irracionalmente como una fiera esté o no acorralado. Es el mafioso típico y además un acomplejado siempre a la defensiva. Estoy seguro que quienes te amenazaron están a sus órdenes y pertenecen a su entorno. Protégete, no vayas sola, por favor, cariño…<br /><br />TQ… Pau<br /></em><br /><br />Al releer mi e-mail a Lou no puedo por menos que sentir una cierta vergüenza por mis medias verdades y medias mentiras. No con respecto a Iris y Rodrigo y mis suposiciones acerca de su empresa, sus objetivos, sino en lo relativo a Saskia. Por el momento quiero dejar aparte de este embrollo a Saskia. Al menos hasta que sepa realmente cuál fue su grado de implicación en estos asuntos, y desde luego su relación con Don Pedro Emilio. Me siento un tanto infame al “engañar” a Lou con respecto a Saskia. Le aseguro que el único límite a mis confidencias es Saskia y Saskia está en el centro de todo esto. Ella es el centro innombrable, el eje sobre el cual giramos todos a su alredor; o mejor dicho, giran todas las cuestiones esenciales de esta historia, tanto mis sospechas como mis certezas, las realidades más evidentes como mis inseguridades más lastimosas… Saskia es el límite, todo está perfilado por su sombra y su recuerdo, sus misteriosos secretos. Ojalá pueda ir solucionando los enigmas y dar luz a esta incierta penumbra. Cuando haya mayor claridad podré decirle a Lou muchas cosas que ahora callo por cautela o por miedo. ¿Miedo a qué, a quién? ¿A Saskia? Pero si está muerta… ¿A su fantasma? A lo peor sí, a su fantasma. Sí que creo en los fantasmas aunque se lo haya negado a Lou. Además sería estúpido e incoherente con mi modo de pensar si de primeras estableciera relaciones de causa-efecto tan obvias, mecánicas. Yo no pienso así, no es mi estilo de reflexionar y buscar la verdad… Debo ser coherente con mis particulares métodos de análisis que siempre he utilizado tanto para el arte como para la vida. No fiarme de las soluciones fáciles en las cosas aparentemente más sencillas ni buscar complicadas respuestas para las cuestiones más complejas. Darle crédito a mi intuición, dejarme guiar por ella aunque me lleve a un callejón sin salida. Cuando me equivoco, no persistir en el error, aceptarlo, aceptarme falible y cambiar de inmediato sin pudor ni miedo al ridículo. Soy un guerrero, ¿no? Lo dice Castaneda, aunque fuera un falsario: “<em>Cuando un guerrero decide hacer algo debe ir hasta el final, aceptando la responsabilidad de lo que hace. Haga lo que haga, primero debe saber por qué lo hace, y luego seguir adelante con sus acciones, sin dudas ni remordimientos</em>”… Qué curioso, ¿no? Me sentí un guerrero por primera vez cuando leí a Don Juan de Castaneda decir que el guerrero es un hombre sin rutinas, libre, imprevisible… que no tiene más que su voluntad y su paciencia, y con ellas construye todo lo que quiere… ¿Qué queda del guerrero Pau Bondia? He empezado a perder confianza en mí mismo. Debo recuperar esa autodisciplina de quien reduce al mínimo sus intereses personales y resalta los logros individuales… Tengo que vencer los cuatro enemigos de la sabiduría: el miedo, el exceso de claridad en las cosas, el poder y la vejez… Me siento viejo, aunque no lo parezca. Acaso me empiezan a importar más las acciones de los demás que las mías propias; incluso pierdo el tiempo en explicar e intentar cambiar las fuerzas inexplicables… Debes volver a tu camino, Pablo… Un guerrero chamán aprende a usar las fuerzas inexplicables, irracionales, en su provecho… Debo conjurar en mi ayuda a mis fantasmas, los señores de los misterios, el Destino y su puta madre… no tengo nada que perder… “<em>Cuando uno no tiene nada que perder se vuelve valiente. Sólo somos tímidos mientras nos queda algo a lo que aferrarnos</em>”…<br /><br />—<em>Monsieur Pablo</em>, ¿Ha terminado ya de desayunar? —Aïcha interrumpe la tormenta de pensamientos a ráfagas en la que me he abandonado hace un rato mientras desayunaba automáticamente el café con leche, el zumo de naranja, mis chutes de miel en la lengua con las <em>crêpes-cerbatana ultraminces</em>, el pan mojado en puro aceite de <em>argan</em>, las mandarinas de cada mañana… Vuelvo a la realidad del centro del patio de <em>Dar Hadaya Ilahe</em>, al tiempo real segundo a segundo —son las diez menos cinco—, a la voz de Aïcha llamándome a rebato, arrebatándome de mi ensimismamiento.<br />—Sí, Aïcha… Voy a salir ahora mismo. Ayer quedé con Hassan el yerbatero y al final no acudí a nuestra cita. Después de nuestra conversación decidí seguir escribiendo, ordenar los recuerdos y ver si encontraba alguna luz en tanta oscuridad —Aïcha asiente la cabeza como diciéndome que hice lo mejor que podía hacer.<br />—Esta noche casi no he dormido. Me fui muy preocupada por usted. Ordené mis pensamientos, repasé todo lo que me contó. Cuando tenga algo claro se lo diré sin más protocolos. Hablé muchas veces con la señorita Saskia en febrero, estaba muy triste y necesitaba hablar con una mujer fuera de su círculo habitual. Intento recordar todo lo que me dijo. También estoy buscando una postal que se olvidó en casa y encontré por casualidad en verano, después de su muerte. A lo mejor le sirve para interpretar alguno de sus misterios. Yo no entiendo español y no sé qué decía su escritura…<br />—¿Una postal? ¿No recuerda la imagen, desde dónde estaba enviada, quién la firmaba? —le pregunto visiblemente impaciente.<br />—No, <em>Monsieur Pablo</em>… Lo único que recuerdo es que era una imagen de una ciudad oriental, posiblemente china, pero nada más…<br />—¿Así, sin más? ¿Una ciudad china? ¿Y tu curiosidad como geógrafa? —le tuteo y sonrío a la vez mientras picoteo en su orgullo de licenciada en geografía por la Universidad de Marrakech…<br />—Mi especialidad es la geografía física del norte de África, del Magreb, no la geografía turística… —me contesta con cierta ironía consciente de mi intención… —Sí, creo que era una ciudad china muy moderna, con grandes edificios, rascacielos, junto a un gran río o brazo de mar, se veía la otra orilla… Bueno, creo que era Shanghai, pero no estoy segura; también podría ser Hong Kong…<br /><br />Oigo Shanghai y me da un escalofrío… Mientras veníamos en el avión de Madrid a Marrakech Saskia me dijo que Don pedro Emilio estaba en China, concretamente en Shanghai, que deseaba comprar una planta de oficinas en un rascacielos recién terminado e impulsar tanto sus negocios en China como estar más cerca de sus socios chinos y hongkoneses. También le pidió que diseñara algo especial para su inmediato aterrizaje allí; un regalo para sus invitados y demás inversionistas y políticos con quienes debería tratar en los próximos meses —“<em>ya sabes que en China la gente se intercambia regalos tanto en sus entrevistas como por cualquier motivo… Pedro Emilio me ha pedido que vaya a Shanghai con él en su próximo viaje</em>”… —me comentó así como de pasada, de ese modo con el que Saskia anunciaba sus decisiones ya firmes con aparente ingenuidad, intentando justificar “profesionalmente” una relación que yo sospechaba era mucho más que la de “un tío adoptivo con su sobrina”, como me decía Saskia. Desde hacía unos meses, y sobre todo desde la reciente muerte de su padre, viejo amigo de Don Pedro Emilio, estaba convencido que Saskia pertenecía plenamente a la “cuadra” del magnate cartagenero, el frenético especulador propietario de media costa del mediterráneo, desde Sotogrande hasta Denia, compulsivo coleccionista de todo lo que se puede coleccionar, es decir todo objeto inanimado o bicho viviente que pudiera comprar con su inmensa fortuna, por ejemplo hermosas mujeres como Saskia… Por primera vez en mi vida sentía los estragos de los celos. Ese ver y no querer ver, creer saber y no querer saber… ¿No has pensado nunca que en realidad un celoso es un cobarde mirón que acecha como detrás de una celosía a su “amada traidora” para descubrir su infidelidad? Se fija en cada acción desacostumbrada, cualquier novedad en su comportamiento, todo detalle hasta entonces invisible, mira como sin mirar, escaneando. Investiga adictivamente a escondidas, busca y rebusca obsesivamente, inventa las más disparatadas estrategias para sorprender in fraganti a su pareja con su amante, sea quien sea. Su imaginación está ocupada permanentemente en una tarea perversa: traicionarse… El celoso es alguien que inventa su propia traición sentimental independientemente haya sucedido o no, incluso llega a desearla por el mero hecho de confirmar sus sospechas; encontrar las pruebas es sólo un pretexto para autojustificar su inseguridad y cobardía… Por aquel tiempo yo inventaba traiciones de Saskia…<br /><br />—Aïcha, le agradecería que buscara esa postal, que pensara dónde la pudo guardar —le pido suplicante…<br />—Lo haré, descuide… ¿Va a salir ya? ¿A qué hora le preparo la comida?<br />—Volveré antes de las dos, Aïcha. No prepare mucha comida. Tomaré <em>harira</em>, una ensalada de tomates y aguacate y algo más que no sea muy pesado; prefiero reservarme para el <em>couscous</em> de esta noche.<br />—¿Le parece bien una brocheta de cordero grillado? ¿Cenará solo?<br />—Perfecto, Aïcha, pero no mucha cantidad, por favor… Sí; cenaré solo, ésa es mi intención. Pero prepare el <em>couscous</em> grande, como para tres o cuatro personas. Lo que sobre lo regale mañana a alguna pobre mujer viuda de esas que malviven por la calle. También le pido un favor, que se quede en casa hasta que empiece a cenar, seguramente a las ocho o las nueve. Estoy seguro que si me quedo solo me dará pereza o tristeza o qué sé yo y malograré su <em>couscous</em>, a lo peor no cenaré. Mañana venga cuando quiera, después del almuerzo con su familia, un par de horas será suficiente…<br />—De acuerdo… <em>pas de problem</em>…<br /><br />Salgo de casa de camino a la mágica cueva de los olores y colores de Hassan el yerbatero. Como todos los días un pequeño grupo de turistas se agolpa frente al <em>Hammam</em> mientras escuchan anécdotas inventadas por el guía acerca de Orson Welles y su película <em>The Tragedy of Othello</em> que filmó en Essaouira. Ah, el drama de Shakespeare sobre los celos. Tendré que releer <em>Otelo: el moro de Venecia</em> una vez más. Seguro que puedo bajarlo en la Internet, pienso con convicción, animado a hacerlo de vuelta a la casa. Quiero poner más atención en el texto y comprender mejor la trama de los celos, sus evidencias, sus apariencias, sus fatales consecuencias… En realidad me separé de Saskia por celos, es decir por inseguridad y desconfianza. Bueno, también por otros motivos que para mí eran importantes, digamos esenciales… Esta noche leeré la historia de Otelo; ojalá pueda dormir después sin sobresaltos.<br /><br />Luego de atravesar los zocos me dirijo al barrio de <em>Ahl Agadir</em> donde los hermanos Hassan y Aziz tienen su <em>pharmacie</em> tradicional, una tienda-almacén de yerbas, especias, ungüentos, medicinas y esencias. Su cueva mágica o “de las maravillas” —así la llamo yo— se encuentra en una estrecha callejuela en el centro de un pequeño laberinto de andadores cubiertos, pasadizos techados, calles atravesadas por voladizos. No es fácil encontrarla para cualquier turista aunque esté reseñada en las guías turísticas; hay que buscarla, atreverse por estos recovecos urbanos. Hassan está a la puerta, como esperándome… Nada más verme se le alegra la cara con una sonrisa que abarca medio rostro; la cara de Hassan alegre son sólo labios y dientes blancos…<br />—<em>Mon ami, Pablo; mon frère</em>… qué placer abrazarte después de tanto tiempo —lo que hace con especial afecto luego de besarnos cinco veces en las mejillas. Ya ves, desde ayer estoy esperándote en la puerta de mi casa por si te perdías en este laberinto —me reprocha mi incomparecencia con sutil ironía y franca sonrisa ahora con los ojos…<br />—Lo siento, Hassan, se me pasó la hora embebido en mis cosas y cuando me di cuenta ya era muy tarde. Estos días tendremos tiempo para disfrutar discutiendo, solucionando los problemas del mundo…<br />—<em>Inch’Allah, mon ami</em>… ¿Te quedarás hasta el <em>Aid el-Kebir</em>?<br />—Sí, Hassan, <em>Inch’Allah</em>… Es probable que esté en Essaouira unas semanas, no sé hasta cuando. Estoy escribiendo un libro.<br />—¿Un libro de estética, de arte, de tus cosas? —me pregunta curioso e interesado…<br />—No, Hassan; es una novela. Una novela supuestamente autobiográfica. Bueno, lo es… lo que escribo lo he vivido y experimentado, aunque a veces las historias y acontecimientos que cuento están compuestos por fragmentos dispares de distintas procedencias, algunos de ellos “reinventados”. Tú ya sabes que los escritores ensamblamos los fragmentos a nuestro capricho, componemos collages suficientemente verosímiles como para que nuestros lectores se vean reflejados en ellos, se proyecten y vayan descubriéndose a sí mismos al tiempo que descubren los misterios de la trama. Pero qué te voy a decir que no sepas tú sobre literatura y las distintas mimesis del lector y el escritor…<br /><br />Hassan es un personaje singular, uno de los hombres más fascinantes que conozco no sólo de Essaouira. Religioso, místico, filósofo, un intelectual reconvertido y también un hombre de acción que lucha por su cultura tradicional a su manera. Hassan tuvo una vida pasada muy distinta a la actual. Fue “post-hippie”, progre prooccidental, hasta hace unos años que decidió seguir un camino propio pero enraizado profundamente en su tradición islámica. Estudió literatura inglesa en Agadir y luego lingüística en Casablanca; cuando acabó la carrera se fue a París con una beca de la Comunidad Europea para hacer el doctorado con René Girad sobre el tema “el deseo mimético”, aunque acabó haciendo su tesis sobre Paul Ricoeur y su concepto de “imitación creadora”… Conocí a Hassan hace unos cinco años, cuando estaba enfrascado en la restauración de <em>Dar Hadaya Ilahe</em> y pasaba al menos una semana al mes en Essaouira controlando las obras. Su “cueva” —en realidad un amplio espacio cruzado por grandes arcos diafragma de piedra, compartimentado en varias estancias sucesivas— es uno de los lugares en donde mejor me siento en Essaouira. Cómo no, con toda esa energía homeopática y poder sanador que contienen los centenares de frascos de cristal con hierbas que tapizan la totalidad de sus muros, o la sesión continua de cromoterapia gracias a los colores de la sección de tintes vegetales y pigmentos minerales finamente molidos por los hermanos Brahim, y no digamos el placer de los perfumes naturales que en sesiones gratuitas de aromaterapia “esnifo” en tabletas de cera virgen impregnadas de esencias puras de <em>musk</em>, ámbar, jazmín, rosas del Atlas, etc… Por aquél entonces empecé a frecuentar su <em>pharmacie</em> y pasar cada vez más largos y agradables ratos conversando con Hassan y su hermano Aziz. Al principio hablábamos de muchas cosas sin hablar de nada concreto, como para establecer un territorio intelectual común en donde encontrarnos y ganar nuestras respectivas confianzas. Antes que me revelara su formación académica ya me sorprendieron las referencias y comentarios con los que criticaba o apuntalaba mis argumentos sobre cualquier tema: que si Derrida o Roland Barthes, Deleuze o Umberto Eco, estructuralismo, deconstruccionismo o hermenéutica. Desde luego no es común que dos casi desconocidos mantengan una conversación con tales citas ni en España ni en Marruecos, y menos si tienes ciertos prejuicios ante un joven barbado con pinta de talibán y además yerbatero, dueño de una <em>pharmacie</em> tradicional de sanadores. Un día Hassan me dijo que buscaba la esencia de las palabras. Entonces le confesé que ésa era también mi tarea, no sólo como escritor. Tengo un interés más que literario en la etimología general de las palabras, en su origen quién sabe en una primera “Lengua perfecta”, en su peculiar historia luego de una hipotética dispersión de las lenguas tras la confusión de Babel —como metáfora sobre el lenguaje, por supuesto. Le dije que por eso estudio y escribo acerca de la “<em>langue des oiseaux</em>” de los hermetistas y maestros del tarot y la “alquimia del verbo” que diría Rimbaud. Hassan me sonrió con complicidad y me dijo que a lo mejor Fulcanelli había estado alguna vez en Mogador. Otro día estábamos discutiendo acaloradamente sobre el significado y las consecuencias de la catástrofe del 11 de septiembre de 2001, la matanza en el <em>World Trade Center</em> de New York, y yo la relacionaba con la llamada “crisis de Turín” de Nietzsche, en enero de 1989, cuando en un todavía “inexplicable” ataque de compasión el filósofo se arroja en la calle sobre el desmayado cuerpo de un caballo incapaz de ponerse en pié a causa del hielo, mientras era brutalmente golpeado por su amo, recibiendo él directamente los latigazos. Tras este suceso crucial en la vida de Nietzsche, “El Filósofo” cae en un estado de locura, en realidad de afasia —una disfunción en los centros y/o circuitos de coordinación del lenguaje en el cerebro cuya consecuencia más evidente es la pérdida o serio trastorno del lenguaje verbal, tanto en su comprensión como expresión, disminuyendo o imposibilitando la capacidad de comunicación del afectado. Esta absoluta incomunicación de Nietzsche fue en realidad una muerte en vida hasta su fallecimiento en 1900. Me preguntaba si la permanente repetición de imágenes de la masacre de New York en las televisiones de todo el mundo, la pornografía de la muerte y el suicidio colectivos en tiempo real, no provocarían también consecuencias imprevisibles a escala planetaria; por ejemplo un ataque de compasión universal, o por qué no una afasia colectiva, un estado global de incomunicación y locura diabólicas. Sí, diabólica, como opuesta a lo propio de lo “simbólico”, aquello que nos permite tramar sentidos y crear interpretaciones de lo aparentemente oculto o simplemente escondido. Caer en lo “diabólico” sería como una condena a la locura del sinsentido, a la pérdida de la palabra como instrumento de conocimiento, expresión, comunicación, debate de ideas, consensos; la pérdida de perspectivas y futuro, es decir caos, guerra, fanatismo… Qué paradoja, ¿no? Caer en la locura por compasión, expresarse mediante la violencia extrema como acto reflejo del miedo… ¿No ocurre lo mismo con los enfermos de Alzheimer que reaccionan con violencia al desconocer a las personas que están cerca, sus amigos y familiares; ese miedo a lo desconocido tras la pérdida de la memoria, los recuerdos? Hassan más que pensativo sólo acertó a proponerme que leyera los primeros versículos del Corán:“<em>En el nombre de Alá, el Compasivo, el Misericordioso. /Alabado sea Alá, Señor del Universo /El Compasivo, el Misericordioso, / Dueño del día del Juicio. / A Ti sólo servimos y a Ti imploramos ayuda. / Dirígenos por la vía recta / La vía de los que Tú has agraciado, / No la de los que han incurrido en la ira / Ni en los extraviados</em>”…<br /><br />Poco a poco, día a día, fuimos ganando nuestras respectivas confianzas hasta que empezamos a contarnos cosas personales sin precaución. Me confesó que su primera crisis de identidad la tuvo en París al sentirse maltratado en tantas situaciones humillantes. Primero por los policías en la calle que con maneras arrogantes le reclamaban su documentación a cada momento, o los caseros franceses que le negaron tantas veces el alojamiento de una habitación con derecho a cocina en sus casas o bien le proponían abusivos alquileres, o los compañeros de Facultad que hacían todo lo posible por ridiculizarle por sus costumbres medio occidentales medio “moras”, sus ropas, o el recelo de las viejecitas que abrazaban su bolso con fuerza al cruzarse en su camino… Cuántas humillaciones… Después de terminar su doctorado volvió a Marruecos, en 1992, en plena crisis económica postguerra en el Golfo. No encontró trabajo de su nivel en la Universidad, le proponían tareas de ayudante mal remuneradas, casi siempre bajo la dirección de profesores mediocres o teniendo que dar un montón de clases por una miseria de dirhams. Trabajó en Marrakech en la construcción, también como conserje de noche y guía en algunos hoteles para turistas extranjeros, tuvo que sufrir las proposiciones sexuales por dinero de muchos sofisticados snobs homosexuales europeos y americanos que empezaban a acudir en masa a Marrakech como nueva Meca del sexo gay… Hasta que un día decidió dejar todo eso y liberarse de esa insana complejidad que significa vivir en dos mundos sin desear ni uno ni el otro ni ser aceptado por ambos, aquejado de malestar existencial y pobreza. Se refugió en el territorio de los Chiadma, al norte de Essaouira, vivió casi sin nada en la naturaleza casi virgen y semidesértica de los <em>regs</em> de piedras y en los campos de secano permanente, convivió con los <em>Regraga</em>, fue aceptado en sus comunidades y vagamundeó como uno de ellos por esas provincias en donde viven desde hace siglos. Hassan aprendió a encontrar y reconocer las plantas medicinales y cualquier otra con algún poder, incluso maléfico, junto a un yerbatero <em>regraga</em> medio ciego; también aprendió de él su chamanismo, a transportar la bendición de la gracia divina—<em>baraka</em>—, una especie de fecundación mística de la tierra y el océano, peregrinando ambulante, a repartirla entre las gentes de la región que ven a los magos <em>regraga</em> como hombres santos, puros, libres… Hace diez años, en la peregrinación que hacen todos los años los <em>regraga</em> al inicio de la primavera —durante treinta y nueve días, desde la aldea de Akermoud—, Hassan decidió permanecer en Essaouira y crear con su hermano Aziz una <em>pharmacie </em>tradicional. Alrededor de este lugar “sanador” Hassan comenzó a formar un colectivo de reflexión islámica y resistencia social. Un núcleo inconformista de acción directa que para algunos, como Ahmed, es el embrión de un peligroso grupo revolucionario dispuesto a todo que cualquier día de estos sacudirá violentamente la relativa tranquilidad del país, “<em>Dios no quiera</em>”… Ellos no saben lo que yo conozco de Hassan, sus ideas, sus verdaderos objetivos. Nadie sabe, a excepción de su hermano Aziz, que Hassan y yo pertenecemos a una misma “secta” por así decirlo, que tenemos parecidas convicciones aunque él siga el camino del islamismo y yo el del “teismo” laico, a días escéptico, sin alma, otros esperanzado y creyente hasta el tuétano…<br /><br />Un día discutíamos Hassan y yo sobre el turismo y nos reconocimos seguidores del pensamiento crítico y autónomo de Hakim Bey, es decir de Peter Lamborn Wilson, “anarquista ontológico” norteamericano y sufí a su manera como él mismo se define… Hassan ha seguido su particular deriva con su pharmacie y su grupo intentando mantener una <em>TAZ</em> —Zona Temporalmente Autónoma— en Essaouira desde la que irradiar sus ideas y planes de resistencia activa por todo Marruecos, especialmente al sur de Marrakech. En muchos aspectos su ideología es <em>salafista</em>, reformista del Islam, críticamente equidistante tanto del tradicionalismo musulmán antimodernista como del entreguismo occidentalista… Sin embargo su salafismo no se opone al sufismo ni a otras prácticas populares tradicionales en Marruecos, al contrario; reivindica el mundo musulmán de los primeros tiempos, incluso el esoterismo de las primitivas comunidades islámicas marroquíes que crearon un original sincretismo, una fusión entre nociones y prácticas preislámicas de procedencia bereber y las primeras enseñanzas de tipo musulmán que llegaron a estas tierras. Su enraizamiento con esta tradición popular tiene que ver desde luego con su experiencia con los <em>regraga</em>, pero también con su interés por las demás cofradías tradicionales que coexisten en Essaouira —los <em>Hmadcha</em> y los <em>Aïssaoua</em>— y la llamada cultura <em>gnaoua</em>, originalmente la de los antiguos esclavos negros, quizás la más conocida de Essaouira por su música y su festival anual. El salafismo de Hassan tampoco es <em>yihadista</em>, es decir de lucha activa, incluso terrorista, contra el imperialismo y todo lo que significa Occidente. Bueno, en ciertos aspectos es <em>yihadista</em>, pero en el sentido que interpreta Hakim Bey como “<em>yihad</em> mayor”: “<em>contra la sofocación del yo verdadero que debe expresar su significado profundo</em>”…<br /><br />El último debate que tuve con Hassan en junio trataba sobre qué tipo de <em>yihad </em>o de lucha debían plantear una vez constituido y consolidado su grupo —entonces ya eran más de un centenar sus integrantes, sobre todo jóvenes bien preparados, hombres y mujeres; además de otros muchos beneficiarios directos de su acción social: gente mayor, humilde, que el grupo ayuda a sobrevivir y ven a Hassan y Aziz como sus salvadores, líderes carismáticos. Al final llegamos al acuerdo que la lucha debía estar dirigida selectivamente contra el turismo —no contra los viajeros, los nómadas y vagamundos— y contra la televisión, principalmente contra su publicidad y propaganda. En esos eficaces mecanismos de contaminación mental y uniformidad global, de “expolio” económico y alienación social, resumimos la perversión del Sistema y los fundamentos de su poder corrosivo sobre la cultura tradicional de estas comunidades. Hassan no está en contra de la modernidad, por supuesto; él desea para su mundo una modernización coherente con su tradición, aunque parezca paradójico. Nuestra lucha, cada uno a su manera, es contra una post-modernización impuesta desde los centros de poder económico transnacionales y postimperialistas, hasta cierto punto anónimos, servidores autistas del Capital, del dinero financiero que se multiplica exponencialmente y fagocita todo a su alrededor, que todo lo compra y todo lo vende, también lo que nada produce, incluso apostando a perder en este inmenso e indeterminado “Casino-<em>casinó</em>” que es su mundo globalizado —perder para ganar, hasta aquí llega su perversión, el alcance de su banalización y trivialidad. Luchamos contra la codicia que ha reinstaurado el Sistema a escala universal, esa enfermedad que corroe los corazones y sentimientos de tantos millones y millones de gentes hasta ahora inmunes por su pobreza y modestia.<br /><br />Aunque en muchos aspectos el Islam se manifiesta contemporáneamente represivo, todavía podemos encontrar en él restos considerables de tradición solidaria, de justicia social e igualitarismo; por ejemplo la práctica diaria de la limosna y la ayuda mutua, la atención a los pobres, la crítica a la usura, el utopismo místico y la tolerancia al otro diferente. El Islam no es un monolito de fundamentalismo, que diría Akim Bey. A lo largo de su historia y hasta recientemente encontramos múltiples formas de divergencia de la “política sagrada” oficial, como son los distintos sufismos, el Ismaelismo, el humanismo islámico, incluso el chiismo socialista de los <em>Mujaidines del Pueblo</em> —no el de los <em>ayathollas</em> conservadores que les persiguieron después de su triunfo en Irán— o la llamada “<em>Vía Verde</em>” de Gadafi, en realidad un camino muy personalista constituido de neosufismo y anarcosindicalismo… o el islamismo cosmopolita de Bosnia, salvajemente masacrado por los nacionalistas serbios en Sarajevo durante años de limpieza étnica y violento ultra chovinismo…<br /><br />Hassan está totalmente de acuerdo sobre la estructura revolucionaria que propone nuestro común gurú Hakim Bey en su jerga de palabras como a martillazos: “<em>un federalismo proudhoniano basado en particularidades no-hegemónicas, en una mutualidad “nomadológica” o rizomática de solidaridades sinergéticas</em>”… También respeta mis ideas y opiniones, toma buena nota de ellas y las pone en práctica aunque yo no sea musulmán ni siquiera religioso. Dice que si me convirtiera bien podría ser su <em>Imán</em> oculto, quien les guiara —muchas veces deseo tener su fe, sus creencias, su carismática presencia, luchar por alguien, con alguien, por algo más que mi particular cruzada por el Arte (no todo el arte, por supuesto), difundir más abiertamente mis ideas políticamente incorrectas sobre la cultura y la sociedad actuales en Oriente u Occidente, o mis manifiestos contra el fanatismo, sea cual sea su procedencia y avatares. En estos tiempos de emergencia no se puede ser neutral ni apolítico; tampoco un intelectual dandy y exquisito de salón. A lo mejor mi novela, mi lucha contra Don Pedro Emilio y todo lo que representa, sus tramas relativas al arte y la especulación inmobiliaria que conozco, es la “pequeña <em>yihad</em>” que me salve definitivamente de esta desesperanza, avente el miedo existencial que a veces me paraliza…<br /><br />Creo que Hassan me respeta más de la cuenta porque he conocido personalmente a Hakim Bey en su “territorio autónomo” de Williamsburg, en Brooklyn-New York, en 1998, junto a mi amigo del alma Xu Bing, el artista chino del que soy además de devoto propagandista, biógrafo y compadre. Fue una tarde deliciosa en casa de Xu Bing, con Hakim Bey y un pequeño grupo de seguidores de sus ideas. Desde entonces soy uno de los suyos. Hablamos de la vulnerabilidad del Capital por la magia, la del arte y del amor, por ejemplo, la de la alquimia de las palabras y sus mensajes herméticos, esas acciones clandestinas “a distancia”… Estoy plenamente de acuerdo con Hakim Bey que el arte y la estética pueden retomar una vez más su centralidad revolucionaria, su capacidad para transformar el mundo, partiendo de su “<em>ventaja táctica de la clandestinidad de lo no-visto (el lenguaje del corazón)</em>”. El arte de lo que “no se ve” escapa a la absorción y perversa manipulación del discurso de la totalidad, su diseminación global e indiferenciada a partir de imágenes banales, unas clonadas, otras desemantizadas, desimantadas de sus significados originales. Hakim Bey se refiere a un arte llamémosle todavía de vanguardia, aunque tal adjetivo haya sido denigrado públicamente por la crítica postmoderna; un arte con el halo romántico del compromiso de su creador, su promesa milenaria de transformar el mundo. Pero también un arte desembarazado de objetualidad y consistencia material, ajeno a los materiales y formas convencionales del arte académico y sus ismos… Es ese arte y son esos artistas a los que he dedicado media vida: los <em>Fluxus</em>, los conceptuales, los independientes de <em>Arte=Vida=Arte</em>, cuya práctica artística casi coincide punto por punto con la experiencia vivida. Aquí el “bien hacer” es al tiempo su modo de estar en el mundo y el material de su obra artística, es decir la vida misma… Todavía encontramos en algunas culturas tradicionales muchos y conmovedores ejemplos de esta no separación entre arte y vida, una especie de arte-chamanismo esencial y trascendental que reconocemos visualmente tanto en sus utensilios y vestidos cotidianos como en sus rituales, sus viviendas y tiendas nómadas, en los ajuares de sus animales. Me estoy refiriendo a algunas tribus bereberes de montaña, a viejas culturas africanas como los <em>Dogon</em> o <em>Masai</em>, a pueblos tibetanos, a los escasos aborígenes australianos sin aculturar, y sobre todo a los huicholes mexicanos…<br /><br />Es curioso —pienso ahora— qué extraña convivencia la que actualmente soportamos en el territorio del Arte... De una parte un arte servil al Capital, al mercado, al dinero, a sus esbirros coleccionistas especuladores, y de otra un arte que vuelve a aproximarse a la acción revolucionaria, que recupera su identidad crítica, inconformista, transformadora; un arte que malgasta ingente cantidad de dinero público, imponente y monumental, parasitario de las grandes realizaciones arquitectónicas y urbanísticas, y otro arte sutil e inmaterial de gestos contenidos, silencioso, elocuente, pura experiencia sentimental y/o sensorial… Un arte objeto para la especulación y demás golferías financieras, las operaciones de blanqueo de dinero sucio —en el que también participan muchos artistas de tal calaña; unos, los más, “tontos útiles”, junto a otros nada ingenuos— y otro arte cuyo único objetivo es especular el mundo escondido, reflexionar sobre el misterio de lo oculto, mediar entre el universo y su espectador, encontrarles en su centro sagrado… Un arte que no vale nada pero cuyo precio se multiplica y multiplica por cada intermediario y comisionista, y otro arte de valor incalculable, inapreciable por su humildad, que todavía mantiene intacto su poder de cambio trascendental, ese trueque de deseos y placeres por satisfacer en su presencia e incluso ante su invisibilidad… Hay que provocar una Guerra Civil en el Arte, una catarsis de dimensiones bíblicas que limpie y purifique de una vez por todas esta sofocante corrupción, haga respirable el aire ahora viciado, expulse ese hedor insoportable de nuestra República del Arte. Mi <em>yihad</em> es contra el Imperio del Arte y sus monarquías advenedizas. No quiero seguir siendo un Comisario de nada ni un Curator de todo… El nombre y título que adoptaré en adelante serán PAZ Bondia, arterapeuta homeópata, por qué no el <em>Imán-art</em> escondido… Soy un iconoclasta. Punto.<br /><br />—<em>Mon ami</em>, te has quedado suspendido del abismo de tus pensamientos por un instante que me pareció una eternidad. Mirabas tan profundamente al suelo bajo tus pies que pensaba estabas contemplando el infierno, hipnotizado en sus llamas o en su hielo… ¿Estás bien? ¿Te sucede algo? —vuelvo poco a poco al aquí y ahora anudado a la voz de dátil de Hassan…<br />—Gracias, Hassan. Estaba en trance, es decir en la entrada, en la puerta. No estoy bien, también me suceden cosas, pero eso no es importante ahora. Quería verte desde que llegué el jueves a media noche. También estoy preocupado por algunas cosas que he oído sobre ti y tu gente. Cuéntame, por favor.<br />—Veo que ha habido filtraciones. El grupo empieza a ser demasiado grande y alguno se habrá ido de la lengua. Además no me gusta controlar; aborrezco esos controles internos de seguridad. Hablaré con Aziz; él se encargará de averiguar qué se ha filtrado de nuestros planes.<br />—Bien, Hassan. Pero tú controla también a Aziz. Él es más político que tú. Habla demasiado y más alto, se hace notar más, no selecciona tanto a sus seguidores, le gusta sentirse líder del grupo y no es extraño que haya hablado más de la cuenta. Seguramente también está más vigilado… Y ahora dime: ¿qué estáis preparando? No me cuentes los detalles ni tampoco cuándo ni dónde. Sólo el concepto que piensas poner en acción —le digo en voz muy baja como suponiendo escuchas indeseables o simplemente por el necesario sigilo que tiene todo secreto.<br />—Tiene que ver con aquel debate que mantuvimos antes de marcharte apresuradamente en junio. No te pregunto por tu mujer Saskia porque sé que murió. No hay que preguntar por los muertos sino por los que quedan huérfanos o viudos, los que vivís en pena con la nostalgia de vuestros recuerdos… Sigo, Pablo… No quiero distraerme. ¿Recuerdas que al final de tu vehemente discurso me dijiste que me dejara de imperialismos y conjuras antimusulmanas, que en realidad la culpa la tienen las imágenes, la pantalla global, pero porque nosotros somos inmunodeficientes ante esas imágenes?... Pues sobre todo eso vamos a atentar. ¿Necesitas más detalles?<br />—Hassan, me dejas helado. ¿Estáis preparando un atentado? ¿Contra qué o quién vais a atentar? Quiero estar seguro que no vas a hacer una locura ni pones en peligro a tu gente… Por favor, Hassan, tranquilízame —le suplico con los ojos y mi tono de voz que parece un lamento…<br />—No te preocupes, Pablo, <em>mon ami</em>… Todo está más o menos previsto — Hassan niega y afirma sucesivamente sin apartar sus ojos de los míos.<br />—¿Cómo no preocuparme si nada más llegar a Essaouira un amigo común me dice que tenga cuidado contigo, que te estás volviendo muy peligroso? ¿Cómo no preocuparme si me dices que todo está “más o menos” preparado? Vamos, Hassan, ahora necesito más detalles… ¿Quieres decirme cuál es mi responsabilidad en esa alocada idea? ¿Soy acaso el autor intelectual de esta historia?<br />—Nooo… Pablo. Tú sólo acertaste el diagnóstico. Me hiciste pensar mucho después de nuestra conversación. Nadie sabe que la tuvimos, como otras. Debatí con el grupo todo lo que me dijiste, pero sin nombrarte. Ninguno conoce, ni siquiera Aziz, el grado de complicidad que mantenemos en este tema. Además tú no eres musulmán; para el grupo es impensable que seas uno de los nuestros. Tienes a salvo tu clandestinidad y anonimato. No te preocupes, <em>mon ami</em>…<br />—¿Quieres decirme de una vez el concepto que interpretaste y asumiste de mis palabras?<br />—Pues muy fácil. Tú lo dijiste: nuestra primera <em>yihad</em> debe ser restaurar el movimiento iconoclasta, luchar contra los media que pervierten nuestros modos de vida, apagar la “gran pantalla”, impedir que todas esas imágenes de la publicidad, las telenovelas, los filmes de cualquier procedencia hagan más daño, o al menos que la gente sepa que está haciendo mal viéndolas, creyendo ciegamente su realidad virtual. Tienes razón. Nuestro gran problema es que somos inmunodeficientes frente a esas imágenes, a todas las imágenes en general. La gente cree que todo lo que ve en la televisión, en las revistas, es verdad; que fuera de su tradición hay un mecanismo mágico que hace que todo aquello que vemos en la pantalla lo obtenemos con sólo desearlo, con ir a su búsqueda a las ciudades —el gran escaparate de los deseos—, a vuestros países europeos —el gran almacén de los sueños; que podemos poseer todo eso sólo con dinero… y que el dinero espera ansioso entrar en nuestros bolsillos agujereados. Vuestra cultura es iconófila, amáis las imágenes, las utilizáis para representar hasta lo irrepresentable, lleváis siglos conviviendo con ellas, sirviéndoos de ellas para cualquier tarea: para difundir vuestra religión y explicar tanto sus dogmas como vuestra Historia Sagrada, para representar el Poder, sus caudillos, sus hazañas, sus enemigos vencidos, para narrar vuestra historia civil, incluso mítica, para trasmitir y enseñar conocimientos naturales, científicos, artísticos, para soñar… Habéis aprendido que las imágenes pueden decir la verdad como ocultarla o engañar, al igual que las palabras —sean voces o escritas. Por eso las creéis o ponéis en cuestión indistintamente. Sois inmunes a sus mentiras; o mejor dicho, creéis o descreéis en ellas sin por ello poner en riesgo el resto de vuestras creencias, el orden de vuestro mundo natural y sobrenatural… Nosotros los musulmanes no tenemos esa facultad de descreer de las imágenes. El Corán las prohíbe. El Profeta advirtió de su poder y capacidad para hacernos sucumbir en la idolatría. Hasta muy recientemente en nuestras sociedades y culturas tradicionales no había imágenes como las vuestras ni con tales contenidos. Sólo la caligrafía y la decoración abstracta geométrica o naturalista, no figurativa, podían ser consideradas imágenes. Así pues no sabemos cómo funcionan, cuáles son sus mecanismos para representar la realidad o lo irreal, ni tampoco sus cualidades o matices, sus verdades y sus mentiras… Frente a vuestras imágenes no sabemos distinguir entre las que representan lo real-real y las que inventan una realidad meramente virtual. En todo eso nos lleváis siglos de ventaja… Vuestra memoria genética trasmite de padres a hijos esa inmunidad. Aprendéis desde niños a no creer todo lo que veis, os ejercitáis en la ironía de las imágenes, jugáis sin miedo con sus invenciones más fantásticas. Es sólo un juego, decís. Incluso habéis llegado a considerar que ponerlas en cuestión así porque sí es de sentido común… Bendigo esa virtud que tenéis de dudar de las imágenes, todas las imágenes, como maldigo las habilidades que habéis puesto a su servicio para recrearlas, esa tecnología perversa que os ha permitido crear hasta lo inverosímil…<br /><br />Tenías razón cuando afirmabas que las imágenes de la televisión, su propaganda y publicidad, son el señuelo que atrapa al sencillo hombre musulmán, a la mujer modesta, y les hacen abandonar sus lugares de origen, sus familias, su cultura, su tradición, incluso su religión. ¡Qué sencillo mecanismo! ¡Qué perversión la de quienes se sirven de nuestra inmunodeficiencia para disolver nuestras sociedades, nuestro yo individual y colectivo! Aunque esa terrible atracción comenzó hace ya unos años, su poder devastador es muy reciente. Tiene que ver con la televisión digital, la multiplicación de canales para sintonizar, la combinación con ordenadores que decodifican sus señales, la proliferación de grandes antenas parabólicas para captar las señales de los satélites, el abaratamiento del mercado de pantallas planas de grandes dimensiones, la mayor calidad y alta definición de sus imágenes. Hasta hace unos pocos años no era así; había sólo dos o tres canales oficiales, la mayoría de los programas eran noticieros sin imágenes o como mucho imágenes fijas, conciertos de música tradicional, entrevistas convencionales, alguna telenovela que ilustraba historias comunes, programas religiosos cuyas imágenes eran sólo caligrafías. También las televisiones eran de baja tecnología, voluminosas y aparatosas, con pantallas de escasa brillantez e imágenes deficientes, antenas de poca potencia, incapaces de captar otras señales que no fueran las de la televisión oficial y muchas veces ni ésta… Cualquiera de nuestras ciudades hoy está llena de antenas parabólicas de grandes dimensiones y alta tecnología; sólo tienes que observar desde tu mirador hacia las terrazas de la medina y verás qué impresionante cantidad; no te quiero decir los miles que hay en la nueva medina de Essaouira. En cualquier aldea del Atlas encuentras ya decenas de antenas de ésas, en cada casa o tienda hay al menos un televisor digital… La gente huye del mundo rural siguiendo la estela de las imágenes de publicidad que han visto en las televisiones colectivas de sus pueblos y aldeas. Se van primero a las grandes ciudades de provincia o a las capitales a trabajar en la construcción, en el turismo, a hacer faenas en casas particulares, no sólo para ganar más dinero que en sus lugares de origen sino sobre todo para estar más cerca de esa realidad virtual que vieron en sus televisiones. ¡Qué debilidad la de nuestro carácter que con sólo ver algo, desearlo, creemos que lo obtendremos como un regalo de Dios! Quizás ese sueño tan aparentemente real perdure durante años para algunos, los que tuvieron la suerte de encontrar un trabajo estable, comprar o alquilar su casa, comprar su televisión y permanecer todo el tiempo libre frente a la pantalla haciendo <em>zapping</em> de canal en canal, de deseo en deseo. Otros muchos fracasaron o fracasarán, se quedan sin trabajo, malviven en los suburbios, tienen que robar o prostituirse o soportar a sus maridos y sus palizas, sobrevivir indignos… En la ciudad no se puede comer adoquines cuando hay hambre; sus ciudadanos olvidaron la costumbre de la limosna diaria al ponerse el sol. Sólo hay dos caminos posibles: el uno seguir hacia el norte, hacia el almacén de los sueños en vuestro continente; el otro volver al lugar de origen, a la humildad de cada día. Casi nadie se atreve a volver con las manos vacías como si nada. Ay, ese estéril orgullo de quien se equivoca…<br /><br />—Así es, Hassan. El Norte se constituye en el último objetivo… Además los turistas colaboran aun sin querer en la ficción, en el engaño. La gente sencilla, seducida por lo que ve en la publicidad, en los documentales sobre Europa, en las películas, comprueba qué tal exceso de dinero es cierto, al menos aparentemente, sólo con observar las hordas de turistas que llegan de cualquier país. Sea cual sea su condición social, su oficio, su nivel de ahorro, el turista gasta y gasta por gastar, parece que el dinero le mane de sus bolsillos. Compra <em>souvenirs</em>, cualquier objeto presuntamente genuino y artesanal, por cantidades muy superiores a su valor real, incluso regateando y creyendo haber hecho una buena compra. Paga por una mediocre comida recalentada en cualquier restaurante típico lo que la mayoría de las familias en Marruecos gasta en alimentos en una semana. Paga por una habitación en un hotel para turistas cada día lo que un marroquí por sus habitaciones durante un mes, y no digamos si vive hacinado en alguna vieja casa de un barrio en ruinas, cuyo alquiler anual apenas supera el alquiler de una semana de una <em>maison d’hôtes</em> en cualquiera de las ciudades turísticas marroquíes… Con tal derroche de dinero a su vista no me extraña que se aventuren a cruzar el estrecho como sea, que intenten conseguir su visa cueste lo que cueste… También participan del engaño los familiares y amigos que ya viven y trabajan en Europa. Ninguno dice exactamente cómo les va… Hablan de lo que ganan a la hora, al mes, pero no de lo que les cuesta el alquiler de sus casas, su alimentación, las condiciones en las que viven, las humillaciones que padecen. Además siempre vuelven de vacaciones cargados de regalos, luciendo su coche, sus <em>gadgets </em>electrónicos… aunque hayan tenido que pedir un préstamo para comprarlos o alquilarlo, o un adelanto de su salario los próximos meses.<br /><br />Sí, ya lo sabes, Hassan, soy un iconoclasta… Ser iconoclasta no sólo significa estar en contra de esas imágenes sino sobre todo estar en radical oposición contra la pantalla de televisión, el instrumento del cual se sirven para difundir y diseminar imágenes engañosas. Hakim Bey dice que no nos oponemos a la imagen como iconoclastas teológicos “<em>sino porque requerimos la liberación de la imaginación en si misma —nuestra imaginación, no el imaginario del mercado</em>”. Sí, Hassan, mi crítica a la imagen es al mismo tiempo una defensa de la imaginación. Pero una imaginación en libertad, sin falsos guiones preestablecidos por la publicidad. Una imaginación que nos permita imaginarnos no sólo como protagonistas de esas ficciones publicitarias, la carita que falta al muñequito anónimo que todo lo puede alcanzar con su deseo…<br /><br />Hassan, tú sabes que trabajo en el mundo del arte, es decir con imágenes. Pero aunque no me refiero a esas imágenes artísticas —dibujos, pinturas, fotografías y videos artísticos— al declarar mi iconofobia e iconoclasia, te confieso que me asalta parecida furia cuando me encuentro en una Feria de Arte, por ejemplo la Feria de Arte Contemporáneo de Madrid, <em>ARCO</em>: una exhibición heterogénea y excesiva de imágenes de pequeño formato la mayoría banales y triviales, porque así son “más comerciales” dicen los tenderos del arte; que parece más bien una feria de “entomología”, de cuadros-insecto clavados a sus paredes, que una auténtica exposición de arte de obras únicas y originales. En realidad la estrategia visual de estas ferias es semejante a la de las grandes superficies comerciales…<br /><br />Ya casi no quedan lugares en donde disfrutar de la ausencia de imágenes comerciales. Ni siquiera en los países árabes en donde hasta hace poco uno podía sentir cierto alivio ante su ausencia o escasez en las calles; ni por supuesto en China, en donde a principios de los noventa todavía pude conocer grandes ciudades como Beijing o Shanghai en las que los anuncios y publicidad eran sólo escritura, preciosas caligrafías, explotando sus inmensas posibilidades decorativas —para mí, puras abstracciones. No sé dónde experimentar la utopía de la ausencia de la imagen en espacios públicos... Bueno, sí, en la naturaleza salvaje, en el desierto —y aun allí cabe la probabilidad de encontrar imágenes comerciales… Sí, me declaro iconoclasta, aunque como a Hakim Bey me repela el autoritarismo de cualquier prohibición. Me rebelo contra cualquier autoritarismo, pero puedo compartir su intencionalidad, ¿no? Yo, al igual que otros hermanos sufíes, pienso “<em>que la ortodoxia puede deconstruirse a sí misma, que la ideología puede superarse desde dentro</em>”. Como señala Hakim Bey, “<em>cuestionar un medio no es necesariamente destruirlo en el nombre de la ortodoxia o la herejía</em>”… Tenemos que ser inteligentes, Hassan, pacientes y voluntariosos con nuestros proyectos, con nuestras acciones. Reconocer la raíz del problema, evaluar su daño continuo, no implica necesariamente atajarlo con un atentado terapéutico… Dice Hakim Bey: “<em>No hay un retorno a la inocencia en el éxtasis de 600 canales, ningún regreso a la Caída del Imperio Romano o incluso al primer Neolítico</em>”… Hassan, ¿me puedes decir qué estáis preparando? ¿Contra qué o quién queréis atentar?<br /><br />—Hemos pensado poner unos artefactos explosivos de baja potencia en una serie de repetidores de TV de Essaouira a Marrakech. Los suficientes como para interrumpir las emisiones coincidiendo con el <em>Aid el-Kebir</em> que este año es el treinta y uno de diciembre… Elegimos esa fecha porque como sabes la Fiesta del Cordero que celebramos todos los musulmanes en familia es nuestra festividad más santa. Desde hace unos años vemos que la gente pasa los tres días de fiesta en casa contemplando la televisión. Han dejado de convivir, de preparar familiarmente las comidas y los dulces de esas fechas, visitarse unos a otros que antes hacían como un ritual. Ahora se quedan todos en casa frente al televisor, se van turnando sus asientos y cambiando los canales en silencio, sin apenas comunicarse. Los hombres pasan el tiempo viendo retrasmisiones europeas de futbol, partidos repetidos en los canales de deportes; las mujeres con las teleseries turcas y egipcias, los niños con programas de dibujos animados y telefilmes nada edificantes. Queremos que sea sólo una advertencia de que las cosas no pueden continuar así…<br />—Entiendo, Hassan… No voy a discutir contigo el sentido o sinsentido de estos atentados, no tengo derecho… Estoy plenamente de acuerdo en la intención, incluso en la necesidad de una acción “fuerte” hasta cierto punto autoritaria, que haga pensar a la gente al respecto. Pero debo advertirte que esa acción es muy peligrosa ahora para el grupo… ¿Cuántos conocen con detalle la operación? ¿Hay alguien más metido en esto fuera de vuestro grupo?<br />—Exactamente once, más Aziz y yo, los componentes del comando de acción directa. Y sí… hay un grupo de Marrakech que sabe cuándo y dónde. Han prometido apoyo logístico al grupo y refugio en Marrakech a los que van a atentar más cerca de allí…<br />—Hassan, piénsalo bien, no es el momento ni el método… Como te dije ha habido filtraciones, es probable que la policía conozca vuestros planes, bien directamente de algún miembro de vuestro grupo o de Marrakech. Habéis consolidado un buen colectivo aquí, no vale la pena arriesgar todo por una acción que va a provocar el enojo de la gente y su incomprensión. Los repetidores los van a reparar en unos pocos días; pero si el grupo es desmantelado y vosotros encarcelados, ¿cuánto tiempo vas a tardar en reparar esa desgracia? Además tú mismo me señalaste que la mayoría de las nuevas antenas de Essaouira captan señales de satélite. No tengo mucha idea al respecto, ¿pero estás seguro que derribando los repetidores estarás anulando la llegada de esas señales? A lo peor lo único que conseguís es que la gente más humilde no vea los aburridos programas oficiales y se pase a casa del vecino a ver el partido de futbol en su maravillosa pantalla de plasma en un magnífico televisor digital programado por satélite? Hassan, por favor... recapacita... </div><div>—Tienes gracia hasta para anunciar desgracias, <em>mon ami</em> —y sonríe relajado… No creas que no hemos pensado en los riesgos, Pablo. Pero hay que empezar a realizar acciones directas, ejercer presión contra el Sistema, provocarle un <em>shock</em> que aunque puntual le duela, anime a otros a seguir nuestro ejemplo… Tenemos claro que nuestras <em>yihad</em> van a ir contra el turismo masivo y contra la proliferación de las televisiones en nuestras ciudades, al menos contra aquellos canales que difunden únicamente esa propaganda de la sociedad de consumo, su publicidad, y contra los canales deportivos alienantes… Y es fundamental que esta acción directa coincida con el <em>Aid el-Kebir</em> de este año… ¿Comprendes, <em>mon frère</em>?<br />—Sí, Hassan, entiendo tus principios y la significación de esa fecha… Pero… —y dudo por un momento si seguir argumentando en contra o dejar que siga con sus planes respetando sus decisiones sin rechistar. Seguro que Hassan habrá meditado largamente sobre esta acción. ¿Cómo convencerle que esa táctica violenta puede volverse dramáticamente contra ellos y arrasarles sin remedio? No quiero parecer paternalista ni tampoco escurrir el bulto en esta situación tan decisiva… ¿Qué decir? ¿Cómo asumir la responsabilidad incendiaria de mis palabras?... —¿Y si repensáramos la situación, Hassan? ¿Recuerdas los comunicados de la <em>Asociación de la Anarquía Ontológica</em> de los años ochenta?<br />—¿A qué te refieres, <em>mon ami</em>? Sí, recuerdo algunas cosas, algunas ideas… Por favor, ¿qué se te ocurre? —Hassan me mira intrigado. En sus ojos interpreto que también él se siente inseguro, que desea reconocer una salida en el laberinto en el que se encuentra…<br />— Los sufíes utilizáis el término <em>rendan</em> para denominar a aquellos que son tan listos como para beber vino en secreto sin que les pillen. En realidad lo interpreto como una derivación de la <em>taqiyya</em>, es decir la posibilidad aceptada de simular nuestras creencias cuando tenemos miedo a ser perseguidos por ellas o que nuestros familiares y amigos sufran por esa causa o se vean comprometidas nuestras ideas por la represión. Los <em>chiíes </em>la han usado desde siglos para no ser reconocidos y masacrados por los <em>sunnitas</em> con los que convivían; es lo mismo que hicieron para sobrevivir los moriscos o los judíos españoles convertidos a la fuerza. Ya sabes que los <em>drusos</em> la utilizan permanentemente; unos practican la religión cristiana y otros la fe islámica, o indistintamente, según necesiten, porque en realidad lo que cuenta es seguir sus dogmas y prácticas secretas. A veces no es una hipocresía mentir si tu objetivo es alcanzar la verdad o darte tiempo para profundizar en tus creencias… El disimulo del clandestino puede ser tan eficaz y sustancial como la aparente inacción del virtuoso del <em>Aikido</em>. Quiero decir que hay buscar la armonía y el necesario equilibrio en situaciones de tensión y conflicto; la técnica del <em>Aikido </em>es aprovechar al máximo la inercia del atacante, su ofuscación y desequilibrio emotivo, para neutralizar su agresión, reducirle y dominarle… Lo importante es mantener el secreto a salvo, aunque para ello tengas que escribir un libro que parezca desvelar todas las tramas que conoces, incluso hacer que se convierta en un best seller editorial si con ello aseguras su ocultación en el inmenso laberinto especular de tus lectores absolutamente ocupados tanto en interpretar minuciosamente tus palabras como en proyectarse en ellas. ¿Qué no haríamos por mantener a salvo nuestro secreto si la vida nos fuera en ello? —Claro, si seguir viviendo todavía nos importa, por supuesto, pienso para mis adentros…<br /><br />No estoy hablando de la postura, o mejor dicho impostura, de muchos derviches laicos que disfrazan su amoralidad en la elegancia de sus movimientos; esos cínicos que siguen afirmando creer cuando en realidad descreen y persisten en su engaño sólo como expresión máxima de su voluntad de confundir. Me estoy refiriendo sobre todo a la posición de Nietzsche al medir su inteligencia con la estupidez de la manada, superando no sólo sus reglas sino también la mecánica de sus previsibles respuestas, su rencor y venganza… No sé si es cierto, como dicen, que el creador del <em>Aikido</em> fue un samurai que se convirtió en pacifista y negó a luchar a favor del imperialismo japonés, que se volvió un ermitaño y pasaba sus días sentado bajo un árbol. Cuentan que un día le vino a visitar un antiguo compañero samurai que le acusó de traición a su clase, de cobardía por haber abandonado la espada. Una y otra vez el recién llegado intentó golpearle con su <em>katana</em>, y una y otra vez el ensimismado maestro le desarmaba con su mente vacía… No me estoy refiriendo al pacifismo no violento de Gandhi, su resistencia pasiva… Quiero decir que no hay que obsesionarse con la acción por la acción ni en dar “respuestas adecuadas”, simétricas, a la violencia del Sistema con su propia lógica. Incluso si uno tiene que participar en la revuelta contra la Ley, en la <em>yihad</em> menor contra los ejércitos del pensamiento único y los estados políticamente correctos, no debe sentirse obligado a seguir la dinámica del ojo por ojo ni a clonar su perversa violencia. Hay que aprovechar las oportunidades que nos brinda la arrogancia y desmedida soberbia del Sistema para ridiculizarlo, ponerlo en evidencia ante sus hipnotizadas masas. Hay que dejar que el Sistema se venga abajo por sí mismo en el punto sin retorno de su borrachera y glotonería insatisfechas e irracionales. Mientras tanto hay que darle más de comer y beber hasta que explote o implosione fatalmente. Sólo cuando el dinero no valga nada por sí mismo habremos conjurado su poder. Hay que disimular como las putas que llenan las copas de sus clientes y fingen beber de las suyas llenas de agua o Coca-cola <em>light </em>como si fueran cubalibres… no sé si también fingir placer como las esposas insatisfechas por las prisas o impotencia de sus esposos mientras sueñan en un orgasmo de verdad con un hombre de verdad al que esperan confiadas y pacientes. Ser <em>rendi</em>, beber o no beber vino a escondidas sin que te cojan, aparentar aceptar las reglas para romperlas o erosionar la arquitectura de cartón piedra del Sistema, no sólo son objetivos propios de un hombre libre sino que además nos ofrece la oportunidad de experimentar constantemente la droga del peligro y la aventura, esas excepcionales descargas de adrenalina que nos hacen actuar automáticamente, puro acto reflejo, y ser guerreros por naturaleza, no racionalmente… fiarnos de nuestra intuición tanto como de nuestro “saber hacer” como guerreros existenciales. Poner unos explosivos la semana que viene seguro que os proporcionará unas dosis extras de adrenalina que a lo mejor necesitáis, pero a lo peor ese calentón se convierte en un infierno para el resto de vuestras vidas, Hassan…<br /><br />—Entiendo lo que me quieres decir, Pablo… Pero… ¿Qué propones? ¿Crees que hay vuelta atrás? —me pregunta entre conmocionado y expectante mientras posa su mano derecha sobre mi hombro izquierdo en señal de reclamar mi apoyo una vez más…<br />—Vayamos por partes, Hassan… Primero te propongo que pares los atentados, o mejor dicho que los suspendas por ahora mientras buscáis opciones más eficaces para llevar a cabo vuestros objetivos, que comparto plenamente, te prometo… Pero esa suspensión la debes llevar en secreto. Me explico: No se lo digas a nadie hasta pocas horas antes del inicio de la operación, cuando la teníais prevista. Bueno, sí, a Aziz, pero sólo un poco antes, cuando creas conveniente, antes del punto sin retorno… Tendrás que convencer a tu hermano y sé qué no te será fácil. Pero él te respeta no sólo como hermano mayor sino también como su líder, así que no creo que te desobedezca… Hassan, obedecer es la palabra… a veces hay que ejercer la autoridad de quien sabe dónde y cuándo está el peligro. Dejar que alguien se suicide en su ceguera es un homicidio en toda regla, incluso con alevosía, cuando uno ve con toda claridad qué hay más lejos… Sigo… Al suspender los atentados sin aviso —y sólo poco antes a los miembros del comando— pondrás en evidencia a los traidores en vuestro grupo o quienes hayan roto el secreto sean cuales sean sus justificaciones. Seguramente la policía o los servicios secretos que os vigilan —porque estoy absolutamente convencido que os controlan y esperan vuestra acción para cogeros con las manos en la masa (explosiva) y desmantelar el grupo— desenmascarán por vosotros a sus esbirros poniéndoles en evidencia. Imagina el ridículo en el que se verán todos los niveles del mando policial cuando no se produzcan los atentados que esperan. Buscarán su chivo expiatorio entre ellos mismos. Nada tendrán de cierto ni punible contra vosotros. Y si os detienen sin pruebas, sin haber consumado los atentados, estoy seguro que por esa injusticia la gente verá todavía con más simpatía vuestro movimiento. Sean cuales sean sus movimientos ellos mismos se desarmarán y derrotarán por vuestra inacción activa… ¿Me comprendes, Hassan? Es como el <em>Aikido</em>…<br />—Sigue, Pablo… Entiendo tu estrategia…<br />—En cuanto a los de Marrakech, no les digas nada; tiempo habrá para explicarles lo sucedido cuando hayas comprobado si la filtración procede de ellos o de vuestro grupo… Es muy probable que estén contaminados por los servicios secretos… ¿Fue el grupo de Marrakech quien os proporcionó el explosivo?<br />—Sí, <em>mon ami</em>… nos lo entregaron a cambio de una potente sustancia alucinógena que preparé en mi <em>pharmacie</em> con hierbas y cactus que yo conozco; es una antigua receta que aprendí de mi maestro yerbatero…<br />—Bueno, eso no es grave, seguro que lo podrás justificar. Además si os interrogan debéis decir que sólo recibisteis dinero por ello, nunca explosivos. ¿Tienes dinero para demostrarlo, Hassan?<br />—Sí, no te preocupes… tenemos dinero ahorrado, el que empleamos para nuestras atenciones sociales a la gente más necesitada. Hemos recibido donaciones… Sí, podríamos justificarlo con ese dinero.<br />—¿Quiénes han visto los explosivos además de los de Marrakech?<br />—Es dinamita… Creo que procede de alguna mina o algo así en el Sahara… Sólo Aziz y yo hemos visto la dinamita; los demás confían en nuestra palabra. La guardamos en un sitio seguro que sólo conocemos nosotros…<br />—Pues cámbiala de sitio o entiérrala en un lugar en donde no os puedan relacionar. Limpia con productos químicos, como sea, todo lo que haya estado en contacto con la dinamita: vosotros mismos, vuestras casas, las ropas, su almacén… yo qué sé… No deben encontrar rastro de explosivo.<br />—De acuerdo; no me será difícil eliminar su rastro con mis hierbas y algunas sustancias que conozco…<br />—El día de la Fiesta del Cordero seguid vuestra costumbre como si nada. Mostraros más religiosos y tradicionales si cabe. Invitad a mucha gente a vuestras casas, preferiblemente a los vecinos y familiares que no sean del grupo. Esperad pacientes y despreocupados los movimientos en falso de los traidores y la policía. No olvides que al enemigo se le vence con su propia violencia incontrolada, aguarda su error… El guerrero sólo tiene su voluntad y paciencia, Hassan, y con ellas consigue sus objetivos…<br />—Entiendo perfectamente tu estrategia…<br />—Piensa en ello… luego toma la decisión que creas más correcta y sigue hasta el final, Hassan. Yo sólo te he dado una opinión subjetiva. Tú eres el líder, tú tienes que tomar las decisiones finales, es tu responsabilidad. Asume la soledad del visionario, del profeta, del <em>Imán</em>, Hassan… —le digo apoyándome yo ahora en su pecho, mi mano derecha abierta sobre su corazón…<br />—No lo dudes, <em>mon frère</em>… Tomaré mis decisiones, <em>Inch’Allah</em>… Esta conversación sólo ha sido un sueño. Soñé que hablaba con el <em>Imán </em>oculto…<br />—No, Hassan… Te hablaba un imán de recuerdos con apariencia humana, <em>mon frère</em>… escondido, refugiado, no solamente oculto…<br />—Ya sabes que busco la esencia de las palabras y que aprendí de ti suficientes reglas de la <em>langue des oiseaux</em> como para interpretar en tu voz las diferencias ortográficas que velan tus palabras, su significado. <em>J’aime ton âme, mon ami</em>…<br />—Eres genial, Hassan… —me río abiertamente por su ocurrencia en <em>langue des oiseaux</em>. —La maestría del maestro se mide en sus alumnos…<br />—Y la humildad del alumno en la de su maestro, Pablo…<br />—Así sea; así será…<br />—<em>Inch’Allah</em>…<br />—Bien, Hassan, sigo mi camino… Casi es medio día; necesito luz, sol, aire fresco… Voy hacia la <em>Place Moulay Hassan</em> a tomar una buena dosis de café y unos pastelitos de sésamo para subir mi azúcar interior… Pensaré en lo que hemos hablado, no en lo último, ya está dicho por mi parte. Me refiero a cómo llevar a cabo una acción iconoclasta sin pólvora… ¿Recuerdas uno de los eslóganes que Hakim Bey propuso pintar como <em>graffiti </em>en New York a finales de los ochenta: <em>TERRORISMO POÉTICO</em>? Voy a pensar en ello, a lo mejor te propongo una acción menos escandalosa pero más eficaz para nuestra común <em>yihad </em>iconoclasta… Te veré mañana o pasado…<br />—<em>Inch’Allah</em>, mon ami… Cuídate el corazón.<br />—Lo haré; no temas… —Y entonces, de repente, me viene un pensamiento del vientre a la boca que no puedo impedir decir a Hassan a bocajarro sin meditar ni un microsegundo… —Hassan, por favor, prométeme que si al fin decides seguir mis consejos vas a decir a tu grupo una sola mentira más… Acabo de tener un presentimiento.<br />—¡Qué dices! ¿A qué te refieres? ¿No crees que ya es suficiente el engaño que me propones? Si sigo tus planes estaré mintiendo y engañando a mi propio grupo, no sólo a la policía... ¿Qué nueva estratagema se te ha ocurrido?<br />—No es eso, Hassan… Piensa que son mentiras piadosas o como quieras llamarlas. Es simplemente una forma de <em>taqiyya</em>, de simulación. Por favor, diles cuanto antes que es mejor realizar los atentados el uno de enero que el treinta y uno de diciembre. Que el <em>Aid el-Kebir</em> es la Fiesta del Cordero y hay que estar limpios y puros al amanecer de ese día en la gran explanada junto a <em>Bab Marrakech</em>, en la oración colectiva del <em>Aid el-Kebir</em>. Ojalá sea un amanecer púrpura, Hassan… Creo que ambos, tú y yo, necesitamos ese día de más en nuestras vidas... Es un presentimiento.<br />—Así lo haré sin preguntarte más, confío en tus intuiciones. Además ya lo habíamos debatido antes. Aziz se empeñó que fuera el treinta y uno y yo defendí el día siguiente. No me será imposible convencerle; argumentaré en el sentido que me señalas. También eres mi maestro de simulación… Que Alá te acompañe en tu camino y guíe en tu laberinto, Pablo…<br /><br />Salgo de la “cueva” de Hassan sin mirar atrás. Mis ojos sufren la luz exterior que se filtra entre los voladizos y pasadizos que atraviesan estas callejuelas del barrio de <em>Ahl Agadir</em>. En unos minutos salgo a la explanada de <em>Bab Marrakech</em> y de allí me dirijo contorneando el perímetro de la muralla de la medina hacia <em>Bab Sba’</em>… Entro en la <em>Kasbah Jdida</em> y siguiendo la Avenida del Cairo encamino mis pasos hacia la gran <em>Place Moulay Hassan</em>… Ando deprisa, enérgico, como si alguien me esperara y no deseara llegar tarde a la cita. Siento la necesidad de estar sentado en una de las terrazas de sus cafés al mediodía en punto… Sé que algo extraordinario va a suceder. Conozco ese estado de excitación cuando un sexto o decimotercer sentido te reclama irracionalmente con urgencia y no queda más que obedecerlo sin preguntas ni estúpidas demoras. A los milagros no se les hace esperar.<br /><br />Decido sin decidir yo mismo entrar a la plaza por el portillo que hay al final de <em>Derb Abdellah ben Yassine</em>, donde se comunican la <em>Kasbah Jdida</em> y la <em>Kasbah de Essaouira</em> propiamente dicha. Nada más pasar delante del urinario público que hay en la planta baja del torreón del portillo me encuentro ante la gran explanada que sin interrupciones llega al Puerto. A mi izquierda está la terraza del <em>Café Bachir</em>, quizás el más destartalado café de la <em>Place Moulay Hassan</em>, pero también el de mejores vistas, el más protegido del viento, el que suelen frecuentar los <em>suiris</em>… Miro hacia la terraza y parece que todas las mesas están ocupadas; hoy los cafés estarán abarrotados tanto por marroquíes como por turistas extranjeros, pienso. Y más a esta hora, con este sol… En el centro hay una mesa con una señorita sola, el resto de sus sillas están desocupadas. Estoy prácticamente a su espalda, no veo su rostro, sólo su cabello negro, negrísimo, y medio cuerpo enfundado en una cazadora de piel verde musgo. No hay otra consumición sobre la mesa que no sea su Coca-cola y el vaso de cristal que tiene en su mano. Está totalmente sola. Decido acercarme a su mesa, es el lugar que prefiero estar, con el sol todavía alto tras mi nuca, mirando hacia el mar. Le pediré cortésmente que me dejé sentar a su mesa en una de las sillas vacías. Espero que no se lo tome a mal. No quiero ligar ni ser uno de esos pesados que toda mujer solitaria tiene que soportar en la calle o en los cafés de Marruecos —bueno, en cualquier parte del mundo…<br />—<em>Madame, s’il vous plait… Peux-je m'asseoir dans cette chaise?</em> —le digo con mi mejor acento provenzal, por si acaso, más que de frente a su lado…<br />La desconocida levanta su vista protegida por unas extravagantes gafas oscuras de esas de moda, como de hormiga motorista, y me dice apenas un “<em>Oui, monsieur, pas de problem</em>” con una bonita voz que me suena extranjera, quiero decir ni francesa ni marroquí…<br />—<em>Je ne vais pas le gêner... C'est qu'il n'y a pas de table vide... Je veux seulement prendre un café et laisser que le soleil me chauffe...</em> —le digo mientras me siento intentando despreocuparle que vaya a darle “la lata”, que sólo quiero tomar el sol y beber mi café…<br />—<em>Pardon… Do you speak english? Habla usted español? Je ne parle pas très bien français...</em> —me dice atropelladamente mientras se quita las gafas y me mira de lleno a los ojos… —¡Qué mirada, Dios! Qué ojos verdes, de jade, rasgados… Y cómo sonríe con los labios y los ojos sin perder por ello su seriedad y femenina distancia… Es una mujer muy hermosa. Su rostro, su contenido, y su negro cabello son un regalo de Dios, sin duda: mi regalo de Navidad… Creo que es mexicana, al menos centroamericana, por su tono y acento en castellano…<br />—No se preocupe, soy español…<br />—Qué bueno que usted sí habla español, ¿verdad? —me dice aliviada en una forma de hablar que conozco muy bien: es mexicana…<br />—Le decía que no se preocupara, que no voy a molestarle ni venderle nada. Sólo quiero tomar un poco el sol y beber mi café sin más… El resto de las mesas están ocupadas —me justifico.<br />—Sin problema... Sí, claro, al fin sólo termino de tomar esta “soda” y me voy… —Con sólo estas dos frases interpreto que no sólo es mexicana sino de Monterrey o de su Estado, o del Norte de México en general… Aunque leve, su acento es “golpeado” como dicen en México para caracterizar el habla del Norte; también suelen terminar una frase como afirmándola con una nueva pregunta; y llamarle “soda” a una Coca-cola sólo se les ocurre a los regiomontanos que utilizan comúnmente esa palabra para cualquier bebida con gas…<br />—¿Usted es mexicana, no? ¿Regiomontana, verdad? —le digo sonriendo muy ligeramente casi imitando su acento… ¿Qué hace una hermosa mujer mexicana sola en Essaouira el día de Navidad? —le pregunto retador más que curioso, sorprendido yo mismo de mi impertinencia…<br /></div><div>La compañera de mesa que me ha regalado el Destino me clava su puñal ritual de jade en medio de la doble diana heterócroma de mis ojos y me dice ahora en un perfecto castellano de Castilla: —Entiendo que usted conoce México y a los mexicanos muy bien… Sí, soy regiomontana, de Monterrey… Pero, dígame ¿Es usted sólo un buen observador o un mago o un adivino? ¿Qué cree que estoy haciendo en Essaouira? ¿Por qué vine a Essaouira? —ahora ella es quien me reta absolutamente… O todo o nada…<br /><br />Y entonces…<br /><br />Entonces miro el reloj —las doce en punto. 24.12.2006— y le respondo sin pensar, como si hubieran tatuado estas palabras en lo más hondo de mi inconsciente y fuera el “ábrete sésamo” para salir definitivamente del estado de hipnosis permanente en el que me encuentro hace meses, una contraseña entre cómplices desconocidos que no sólo se buscaban sino que en realidad nos hemos dejado encontrar aquí y ahora, frente a frente:</div><div></div><div>—Estás en Mogador porque te has enamorado en una novela de su autor. Viniste aquí a olvidarle…</div><div><br /></div><div></div><div><em><span style="font-size:85%;color:#660000;"></span></em></div><div><em><span style="font-size:85%;color:#660000;">Essaouira: Terrazas desde mi mirador...</span></em></div>Liberto Brauhttp://www.blogger.com/profile/02924625215767547049noreply@blogger.com87tag:blogger.com,1999:blog-2566643475501232945.post-30215186863706205922008-12-12T16:00:00.016+01:002008-12-28T13:49:46.681+01:004º Capítulo/ Recuerdos agridulces...<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgA5xqUtByH5DjVnyDLYyEldG1KtwFEzQ79dZ-Mu13pxKb-pMaQg8fW3fIS0W_1ndFBjqqCDuD5OySopPmeA9GVp4z138lX98NbPQ4mnXQ1VnOKboSbXNN048thyuI-c6qPjXlD-m8o_-A/s1600-h/Desierto+Essaouira.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5278919438422991346" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; CURSOR: hand; HEIGHT: 300px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgA5xqUtByH5DjVnyDLYyEldG1KtwFEzQ79dZ-Mu13pxKb-pMaQg8fW3fIS0W_1ndFBjqqCDuD5OySopPmeA9GVp4z138lX98NbPQ4mnXQ1VnOKboSbXNN048thyuI-c6qPjXlD-m8o_-A/s400/Desierto+Essaouira.jpg" border="0" /></a><br />Puntual, a las dos y media, entro por la puerta de <em>Dar Hadaya Ilahe</em> tal como quedé con Aïcha. He caminado más de dos horas por la playa, hasta las ruinas del castillo portugués, ida y vuelta, hasta ahora. Estoy felizmente hambriento. Aïcha me está preparando un par de peces a la brasa al estilo bereber. No hay recalentamientos que valgan para estas delicias. No se le puede hacer esperar al placer, sea el que sea.<br /><br />Mientras Aïcha hace la grillada voy a revisar mi correo, a lo peor Lou tiene nuevas noticias, quién sabe. Las de esta mañana no podían ser más inquietantes. Que Iris y Rodrigo tuvieran negocios en común no me extraña, al fin al cabo ambos eran de un modo u otro “socios” de los negocios de Don Pedro Emilio: Rodrigo uno de sus más serviles peones en sus “tapaderas artísticas”, Iris su testaferro más eficaz, con importantes contactos financieros internacionales y sobre todo políticos. Cuántos hombres habrá pillado esa mujer tan guapa como liberal con sus famosas “<em>llaves de judo testicular</em>” que decía Saskia… Nunca me gustó el tipo de “amistad más que fraternal” que mantenían, pero no podía hacer otra cosa que dejarles hacer. Habían pasado juntas media vida, primero en el Liceo Francés en Madrid, luego dos años en un internado en Francia tras la muerte de la madre de Saskia. Cómo interferir en esa historia de complicidades y confidencias femeninas tan especial. Pero su relación nunca había sido simétrica: Saskia era mucho más dependiente de Iris que viceversa, además envidiaba su desahogada economía, su estilo de vida ––aunque decía estar en las antípodas––, su difusa vida social. Definitivamente quien mejor la conocía era Iris, mucho más y más íntimamente que todos nosotros, los demás, juntos. Que Rodrigo e Iris estuvieran liados ––no sé si antes o después de la muerte de Saskia–– hasta cierto punto me parece una lógica derivación de su amistad. Desde luego una perversa derivación si ya lo estaban cuando aún vivía; aunque no me extrañaría que lo supiera e incluso propiciara y pactara con Iris ese rollo sentimental ––Saskia era capaz de esto y mucho más, especialmente en el amor. Pero lo que más me ha inquietado ha sido esa conexión que Lou ha soltado así a la brava, supongo que por pura intuición, entre Iris, el supuesto accidente de Saskia en Ibiza y el ucraniano escapado que han identificado como uno de los asaltantes de mi casa. Eso sí que me ha golpeado en medio del alma. Sobre todo porque Lou desconoce gran parte de los datos más que circunstanciales que tienen que ver con su muerte. Por ejemplo que fue Iris quien le aconsejó se fuese a Ibiza unos días; quien le consiguió la casa en donde se alojaba cerca de San Carlos, propiedad de uno de sus amigos más “peligrosos”, un italiano no sé cómo se llama con intereses en clubes, discotecas y discobares por toda la isla. El italiano no estaba en Ibiza entonces e Iris se las arregló para proporcionarle las claves de acceso, las llaves de casa y las del coche con el que tuvo el “accidente”… No creo que mucha gente conociera que estaba en Ibiza. Iris, por supuesto. Imagino que también el italiano. Y Rodrigo… sólo si Iris se lo dijo ––aunque en el funeral no paraba de repetir que no sabía nada; que se llevó una sorpresa mayúscula no sólo cuando le anunciaron el accidente sino que lo hubiera sufrido en Ibiza; creía que estaba en Alicante o en Orihuela por asuntos de su familia. Y es probable que lo supiera también su último amante, fuera quien fuera ––aunque los últimos días que pasamos juntos en mayo, los de nuestra definitiva ruptura, Saskia me juró y perjuró que no había “nadie”, y por supuesto que Don Pedro Emilio no era ese nadie. <em>¡Pero estás loco! Si supieras…</em> ––cortó a su manera, inescrutable…<br /><br />Aïcha grita: ¡El pescado está listo, <em>Monsieur Pablo</em>!… Una vez más me salva el gong de su voz; qué a tiempo esta mujer. Menos mal que con su llamada a rebato por unos peces a la brasa puedo interrumpir aunque sólo momentáneamente mis cavilaciones. No debo obsesionarme con esta vía que ha abierto Lou bajo mi línea de flotación aun sin querer… ¿Estaré volviéndome loco? ¿Lo estaba ya entonces? ¿Porqué me enviaste aquel SMS el día de antes, Saskia? ––cierro el <em>laptop</em>, no hay nuevos mensajes, con una andanada de éstas al día basta… Por favor, Lou, racióname, le trasmito telepáticamente, suplicando…<br /><br />Aïcha me ha preparado un par de peces de casi dos palmos cada uno. Son de estas costas, fresquísimos. Los hace a su manera, con hierbas, sobre todo romero, tomillo y té, y a la brasa de raíces de las que arrastra el mar, ya secas y saladas. Los hace a la brasa, pero parece que están hechos al vapor; están deliciosos, no hay palabras para describir su textura, su sabor… Mientras Aïcha entra y sale con el vino, el pan, tazones con olivas de varios tipos, voy dando cuenta del pescado sin dejar de pensar en los hechos ciertos, al menos los que he deducido de la información que poseo, un trágico puzzle del que tengo al menos una o dos piezas que los demás desconocen, y luego esas “extrañas” coincidencias… Primero: estoy prácticamente seguro que Saskia fue asesinada; también pudiera ser que se hubiera suicidado, o puesto al borde de un accidente incontrolable, pero esta opción me parece más remota, casi la desecho por tortuosa e impropia de su carácter. Si hubiera querido suicidarse lo habría hecho con premeditada teatralidad, ritualmente, maquillada como una diosa hindú o una geisha, cos su mejor vestido, acompañada de su música, sus fetiches, habría redactado una carta de despedida o un manifiesto acusatorio que sin duda serían joyas literarias memorables… Era una exhibicionista y no iba a dejarlo de ser en su muerte, muy al contrario… No cabía en su cabeza ––es una frase hecha––, en su sensibilidad, un suicidio por una carretera local en Ibiza cayendo por un abismo de veinte metros, medio abrasada tras el impacto y el incendio del coche… Un suicidio así era impensable para Saskia.<br /><br />––<em>Monsieur Pablo</em>, ¿quiere que le prepare otra cosa además del pescado? ¿Una ensalada de pepino, zanahoria, pimientos rojos tomate y cebolla?<br />––De acuerdo, Aïcha, necesito fibra… póngale una chorradita de aceite de argán, por favor… Ah, y tráigame las pastillas pequeñas de la diabetes…<br /><br />Decididamente no se suicidó… Y tampoco fue un accidente… Su hermano Rafael me dio los resultados de la autopsia. Estaba hasta arriba de <em>speed</em> líquido y coca entre otras sustancias. Y eso era imposible en Saskia, las aborrecía… Si hubiera sido alcohol o <em>cannabis</em> no digo que no se hubiera pasado… ¿pero <em>speed</em> y coca? ¡Imposible! Hacía años había sido una “pastillera” de anfetas, éxtasis, lo que encontrara o le dieran… pero al final tuvo malas historias, alucinaciones, fobias, de las que tardó mucho tiempo en salir. Entonces conoció a Rodrigo que era como un monje, él le ayudó a salir de todo eso; también le hizo bien alejarse de ese mundo, los viajes que hicieron juntos o ella sola. Luego su interés por las filosofías orientales, sus proyectos artísticos, su literatura espiritual… Las únicas adicciones de Saskia eran el amor y el sexo creativo, hasta límites imprecisos, la sensualidad y la belleza, su portentosa imaginación irracional… y como residuales, el buen vino y algún porro de vez en cuando… Quien le metió en el cuerpo esas sustancias no la conocía, en absoluto…<br /><br />––¿Le preparo una naranja con canela y miel?<br />––Perfecto, Aïcha… nada mejor para finalizar esta deliciosa comida…<br /><br />¿Pero quiénes lo hicieron? O mejor dicho, ¿quién o quiénes planearon y encargaron este accidente “a la carta”? ¿Rodrigo? No creo… ¿Por celos? Pero si éste hombre parece un témpano de hielo y con sangre de horchata… Si hubiera sido celoso ya habría explotado decenas de veces antes de mí, conmigo y después de mí… Además Saskia nunca le dejó, nunca se separó de él, aunque pasaran largas temporadas distantes o en mi caso tuviera que “compartirme” sí o sí… ¿Iris? ¿Con qué motivo? ¿Celos? ¿Para quedarse a Rodrigo? Esta opción me resulta todavía más increíble. Pero si parecía un juguete al capricho de Iris… Si lo sabré yo, que al principio jugó a mi favor y luego a mi contra, y así nos fue… ¿Para qué deshacerse de ella, si no le hubiera costado ni una hora convencerle que le dejara vía libre con Rodrigo? ¿Y esas exclusividades sentimentales? Desde luego no eran propias ni de Saskia ni de Iris… ¿Entonces?<br /><br />––Por favor, Aïcha, tráigame la botella de vodka que está en el congelador…<br />––Oui, <em>Monsieur Pablo</em>… ¿Estará bueno? Está en el frigorífico desde febrero, cuando vino por última vez la señorita Saskia… Perdón, no quise molestarle con mi recuerdo ––Aïcha baja la mirada como avergonzada por haber nombrado otra vez a Saskia; prosigue… Pero no sé nada de bebidas alcohólicas, si se estropean o no con el tiempo… No quiero que le siente mal…<br />––No se preocupe, Aïcha ––y le dedico la mirada más tierna que puedo inventar en este momento… No se preocupe, mujer, ni por recordarme a Saskia ni que la recordemos ambos la última vez en <em>Dar Hadaya Ilahe</em>… Aquí pasamos días inolvidables; tuvimos días muy felices en nuestra vida… Gracias por recordarla con cariño… Por favor, traiga tres vasos para la vodka, uno para ella, que está aquí con nosotros, en nuestro recuerdo, otro para usted ––yo sé qué le pido algo muy fuerte, pero también es algo muy especial lo que le ofrezco, Aïcha–– y otro para mí que espero cauterice mis heridas de dentro… Por favor Aïcha, acompáñenos… ––Y mientras Aïcha vuelve a la cocina no sólo obediente sino con lágrimas en los ojos a ocultar temporalmente su tristeza y dejarme a solas un rato con la mía, me atrevo a encararme con mi último sospechoso, todavía sin rostro cierto, pero cuyas facciones se parecen demasiado a Don Pedro Emilio…<br /><br />Él es mi principal sospechoso, incluso el único si fuera verdad que era su amante, aunque me lo negara… Tendría motivos: celos, soberbia, exclusividad… A lo peor Saskia conocía algunas claves decisivas de sus chanchullos y negocios oscuros, podría ser una incómoda testigo de cargo… o le estaba haciendo chantaje ––sí, creo que Saskia podría llegar a hacer algo así si los riesgos merecieran la pena y los beneficios de su traición le hubieran dado un respiro económico unos cuantos años, le solucionaran la vida suficientemente… Y aunque el hijo de puta del Señor Pedro Emilio Piedra de los cojones llevaba ya unos meses en prisión cuando la “mataron” y su imperio empezaba a desmoronarse como castillo de naipes agusanados, es tanto su poder, el control que ejerce sobre sus asuntos, tantos esbirros a sus órdenes, que no me extrañaría hubiera utilizado una banda de asesinos a sueldo ucranianos o de donde coño fueran para quitarse de encima a mi querida Saskia, sí, mi querida Saskia a pesar de todo, cabrón, aunque te la follaras de vez en cuando a cambio de unas migajas como las que arrojabas a tus perros de caza para que te lamieran el culo, a tus caballos de raza para que te besaran la mano, a tus alimañas… Te voy a hundir definitivamente, hijo de puta, tú sabes que puedo hacerlo, conozco algunos de tus secretos más escondidos, por eso me buscas, me buscan tus verdugos a sueldo… Te voy a hundir más de lo que estás y vas a pagar su muerte; sobre todo vas a pagar la muerte de Saskia… Y si me matas, mi libro será tu muerte…<br /><br />––<em>Monsieur Pablo</em>, bebo alcohol por primera vez en mi vida por la señorita Saskia, no por usted… ––Aïcha interrumpe mis rabiosos pensamientos además de con sus palabras con la acción misma de llenar totalmente con vodka nuestros vasos; ni me di cuenta que había vuelto de la cocina y estaba sentada a mi lado… ––por defenderle arriesgaría la vida, la daría si así pudiera salvarle, Pablo ––Aïcha me llama Pablo, así, a secas, sin su peculiar “<em>Monsieur</em>” por delante, por primera vez desde hace cinco años que nos conocemos… ––Pero este pecado a mis creencias que cometo lo hago sólo por la señorita Saskia. Le ofrezco un poco de mi muerte, así lo pienso, para que reviva en nuestros recuerdos, alivie su angustia, Pablo, y también la mía desde ayer, con su sonrisa… ––nos miramos fijamente, emocionados, atragantados por nuestra saliva y por las lágrimas hacia dentro. Reflejados en nuestros respectivos ojos vidriados chocamos los vasos con el de Saskia ausente... ––no, ausente ya no; mejor agua viva, es decir vodka, absolutamente vodka…<br /><br />Aïcha bebe su vaso de un trago, como yo… El aguardiente le quema la boca, la lengua, la garganta, su rostro no ofrece dudas; es como beber infierno… Entonces me mira fijamente, una mirada berbiquí que me trepana los ojos y medio cerebro hasta el centro geográfico de mis pensamientos más profundos. Me mira con rabia contenida, lo suficientemente expresiva como para que entienda que se siente incómoda, que ha traspasado una frontera dolorosa… En su más perfecto francés me dice: ––Ahora me va a explicar por qué está seguro que mataron a la señorita Saskia… por qué no fue un accidente… No me interesa saber nada sobre las causas ni sobre los asesinos… sólo quiero saber por qué usted se siente culpable de su muerte… ––<em>touché</em>, Aícha… me has malherido en pleno páncreas de los sentimientos; ¡bingo, acertaste! Me siento culpable, más que amenazado; ésa es la fuente permanente de mi amargura…<br /><br />––De acuerdo, Aïcha, lo que me propone es justo; se lo debo… No sólo se lo debo, necesito compartirlo con alguien… Cuánto pesa un secreto como éste, cómo duele el silencio forzado sin el bálsamo de las palabras… Le voy a dar lo que me pide. Es mi secreto más personal, quiero decir que me afecta personalmente, tiene que ver exclusivamente conmigo una vez desaparecida Saskia, me toca llevar su carga a solas aunque ahora me apoye momentáneamente en ti ––y le tuteo por primera vez… y no me cuesta bajar voluntariamente las barreras de los prohombres personales que impongo para evitar indeseables malentendidos; si sabré yo de palabras… ––El día antes de morir recibí un SMS de Saskia, me llegó por la noche, en plena actuación de no recuerdo qué grupo <em>gnaoua</em>. Me lo había enviado a media mañana pero ya sabes que la compañía telefónica marroquí a veces tarda hasta días en remitirlos… Lo guardo en la memoria del teléfono como una reliquia, lo recuerdo palabra por palabras como si lo estuviera leyendo ahora; decía: “<em>Perdiste entre los dedos bellos momentos de amor y vida. Soy toda agua, fuente que mana, cántaro. Cuando te encuentres me reencontrarás</em>”… Me extrañó recibirlo después de nuestro adiós definitivo, así se lo planteé en mayo. Pensé que era una más de sus estrategias melancólicas. Eran frases típicamente suyas: sugerentes, insinuantes, misteriosas, poéticas, puros aforismos sentimentales… Lo guardé; no le respondí ni pensaba hacerlo… Al día siguiente, cuando su hermano Rafael me llamó para darme la noticia, lo primero que pensé, y todavía no sé explicar por qué, es que se había suicidado, que su mensaje era como una macabra despedida con el que me hacía en parte culpable de su decisión. En eso fui pensando todo el viaje de madrugada a Casablanca con Khalid. Estaba conmocionado por su muerte casi segura ––Rafael me había dicho que había sido un accidente de coche y que aun medio quemada mantenía ciertas constantes vitales; pero lo que más me atormentaba es que se hubiera suicidado por algo que tuviera que ver con el final de nuestra loca historia, a lo peor la última gota amarga que rebosó el vaso de su paciencia existencial… Llegué a Madrid sonámbulo y obsesivo, recordando, vaciándome de recuerdos. Por fortuna pude tomar el primer avión que salía a Ibiza, había un único billete, recién habían anulado su reserva ––era veinticuatro de junio, San Juan. Llegué a la isla a primeras horas de la tarde, hacía un calor húmedo insoportable, ni una pizca de brisa ni siquiera en las pistas del aeropuerto. Inmediatamente me dirigí al hospital que me indicó su hermano. Allí estaban Rafael, Rodrigo e Iris, abatidos, abrazados los tres. Hacía poco más de una hora que habían desconectado los aparatos que la mantenían artificialmente con vida. En realidad estaba prácticamente muerta al incendiarse el coche y abrasar casi todo su cuerpo. Como te dije ayer, no la quise ver. Preferí recordarla como la última vez: ambos tristes por nuestro fracaso, pero todavía vivos, ojalá deudores del Destino… Rodrigo y yo nos abrazamos, entendí que era un abrazo cómplice por nuestro extraño amor compartido. Nos hablamos con los ojos, nos dijimos todo. Punto. Sin rencor… Iris me abrazó tiernamente, como nunca hubiera imaginado, y me dijo al oído unas palabras que de inmediato me hicieron llorar: “<em>Saskia te quiso mucho, a lo peor demasiado</em>”… Tan desconsolado estaba que Rafael me sacó a la calle de la cintura, a caminar alrededor del hospital y decirnos palabras. Ya sabes lo bien que sientan las palabras en esos momentos, decirlas, escucharlas. Un silencio de muerte es puro veneno. Lo primero que le pregunté es si se había suicidado… Rafael me miró extrañado y exclamó un <em>“¡noooooo!”</em> tan largo como convincente… Había muerto en un accidente con un coche, no se conocían bien las causas, se había despeñado por un precipicio e incendiado el coche por el golpe… ––“<em>¿Estás loco, Pablo? Ha sido sólo un fatal accidente… ¿Por qué iba a suicidarse Saskia? ¿Tú sabes algo más?</em>” ––Callé, no le hablé del SMS, tampoco acerca de mis suposiciones durante mi insomnio desde el día anterior… Rafael supo cuidarme aquellos primeros minutos, aquellas horas hasta la mañana siguiente que me fui a mi casa en Mallorca. Saskia y Rafael se habían distanciado hacía años por no sé qué motivos, nunca me lo supo explicar. Algo muy importante debió pasar entre los hermanos para que temblara ese gran amor que se tuvieron ––también “más que fraternal”, pues Saskia había tenido que hacer de madre de Rafael cuando aquella murió, el chico apenas tenía 12 años y su padre era una ruina de hombre. Tampoco supe discernir nunca quién estaba más dolido de los dos. Siempre me he llevado muy bien con Rafael desde que Saskia me lo presentó al poco de iniciar “lo nuestro”. Rafael es un gay muy guapo, como su hermana, y muy juerguista, le gusta provocarme, jugar conmigo, lo que le fastidiaba a Saskia. No me gustaba verles así de distantes, incluso propicié algunas situaciones divertidas para ver si se descongelaba la situación… Rafael no soporta a Rodrigo, tan frío, tan distante, tan “fracasado”, dice… Así que no era extraño que mantuviera conmigo una confianza a veces excesiva, desde luego muy superior a la que tenía con su hermana entonces y no digamos con Rodrigo… ––Te cuento todo esto, Aícha, porque es necesario, no me voy por las ramas ni un milímetro, créeme––… La incineración y el funeral en Madrid se demoraron cinco días por la autopsia que tuvieron que hacerle y unos estudios complementarios que ordenó el juez antes de quemar finalmente sus restos. Los resultados definitivos los comunicaron un mes después, a finales de julio. Rafael me llamó para darme cuenta de ellos. Se los había proporcionado el juez, al igual que a Rodrigo, ya que era el único familiar directo de Saskia ––su padre había fallecido en enero pasado… ¿Recuerda Aícha que vinimos juntos por última vez a Essaouira unas semanas después de la muerte del padre de Saskia para intentar superar su depresión entonces?... Bueno, sigo… Los resultados de la autopsia… Lo primero que me dice Rafael es que estaba embarazada de casi dos meses… ––Qué cara ha puesto Aïcha al oír mi confesión; los ojos le saltan de las órbitas y dibuja una mueca grotesca con sus labios y barbilla, de estupefacción, de sorpresa mayúscula, de absoluta incredulidad a mis palabras… ––Sí, Aïcha, Saskia estaba embarazada…<br />––Perdón, Pablo… ¿Estaba embarazada de un hijo vuestro? ––acierta a preguntarme con exquisita precaución. Intuye que la respuesta está en la pregunta, por eso su signo de interrogación verbal es prácticamente imperceptible… Un silencio de tres segundos puede ser un cataclismo de emociones; lo fuimos aliviando mientras tanto con los ojos. Cuando le contesté ya sabía mi respuesta.<br />––Sí, Aïcha, eso creo… aunque el secreto se lo llevó prendido a la tumba. Pienso que éste era el motivo por el cual se fue a Ibiza, para estar sola, para decidir…Es posible que se lo dijera a su amiga Iris, ella le organizó el viaje. Se lo pregunté poco tiempo después; mejor dicho, le pregunté si le había contado algún secreto que nos perteneciera y creyera que debía conocer… Tan enigmática como siempre me contestó que si Saskia no me había contado nada, ella tampoco debía hacerlo… añadiendo unas palabras que insistentemente me golpean desde entonces: “<em>No obstante, el secreto que quieres saber no te salvará la vida si tú mismo la pones en peligro</em>”… ¡Cabrona de Iris, jodida manipuladora! ––exclamo en castellano que por supuesto Aïcha no entiende…<br />––Pablo, imagino que usted está seguro de ser el padre… ––interrumpe Aïcha, expectante…<br />––No tengo esa completa seguridad, Aïcha. Si hubiera un tercero desconocido… De su marido es casi imposible, ellos tenían cierta incompatibilidad; Digamos que los espermatozoides de Rodrigo eran masacrados nada más aparecer por las defensas femeninas de Saskia. Intentaron durante años tener niños y no habían podido aun con los tratamientos que se aplicaron. Eso afectó mucho más a Saskia que a Rodrigo. Se distanciaron. Entonces aparecí yo en su vida…<br />––Sí, entiendo… ¿Pero en qué basa su seguridad? ¿Había un tercero?<br />––No sé, Aïcha… Ella decía que no, pero yo intuyo que sí… De lo único que estoy seguro es de aquello que sólo yo conozco, el resto son sólo datos concurrentes, complementarios. Te cuento… Hicimos el amor por última vez el día 14 de mayo, mi cumpleaños. Sabíamos que era la última vez; bueno, es un decir… siempre dejamos una pizca de esperanza a salvo para que el Destino haga de las suyas, quién sabe cómo y cuándo podía haber una nueva oportunidad para un amor como el nuestro… Aquella noche nos regalamos todo, Aïcha, todo lo que uno puede regalarse en el amor… Desde que nos conocimos hacíamos el amor libremente, a nuestra manera, sin precauciones. Saskia no tomaba anticonceptivos ni usaba DIU, tampoco usábamos preservativos. No es el momento de dar más explicaciones. Sólo quiero decirte que llevábamos un cierto control, aunque al igual que pasábamos semanas juntos había otras que nos amábamos a distancia. Era muy distraída para sus cosas, especialmente para sus ciclos fértiles. Yo era quien llevaba sus cuentas. No te rías, es verdad. Siempre ciclos cortos, de 26 días, como mucho 27. En mi agenda marcaba los días de su regla. Yo era quien deducía sus días fértiles aproximadamente. Nunca tuvimos un error de cálculo, y mira que hilábamos fino algunas veces… Pues bien, luego que Rafael me dijera que Saskia estaba embarazada busqué en mi agenda cuando había apuntado por última vez su regla. Había sido poco antes de venir a Essaouira, el 9 de febrero. Así que anoté sus ciclos desde entonces y resultó que el día 14 de mayo estaba en medio de su periodo fértil. No tomamos ninguna precaución aquel día; tampoco hizo sus acostumbradas duchas vaginales luego de hacernos el amor durante toda la noche hasta el amanecer. Así que si estaba embarazada le habrían faltado sus reglas del 24-25 de mayo y del 19-20 de junio, aproximadamente. ¡Coinciden las fechas, Aïcha! Es casi seguro que Saskia se hiciera una prueba de embarazo entonces al no venirle la regla y al darle positivo decidiera refugiarse sola para decidir qué hacer. Por eso se fue a Ibiza tan de repente. El 21 de junio ya estaba en la isla; el 22 me envía su mensaje por teléfono, ¿recuerdas?: “<em>Perdiste entre los dedos bellos momentos de amor y vida. Soy toda agua, fuente que mana, cántaro. Cuando te encuentres me reencontrarás</em>”… Con esos datos interpreté de nuevo sus palabras que por supuesto no eran de suicidio, sino al contrario, de vida… Un cántaro de agua, lleno de vida, rebosante de amor y vida como siempre había deseado; embarazada bajo la forma de un cántaro. Me decía con su estilo poético que había sido un gilipollas, había perdido esos primeros momentos de revelación del misterio de la vida, cuando el amor fructifica en un nuevo ser que asegura el milagro de la creación natural una vez más, esas palabras que se dicen los enamorados cuando se anuncian un hijo. Había derrochado ese caudal de agua viva entre mis dedos por tantas estupideces que hasta entonces me parecían decisivas y no eran más que impaciencia, exclusividad, celos… Sí, todo eso que aborrecía y creía estar inmunizado… ¿Entiendes mi relativa seguridad de que esperara un hijo nuestro?<br />––Sí, es muy probable… Ese mensaje dice muchas cosas que las mujeres sabemos interpretar mejor que un hombre. Pero sigo sin entender por qué el que estuviera embarazada significa que ha sido asesinada… Faltan más datos, ¿no?<br />––Claro, Aïcha… La autopsia dio otras pruebas más significativas para la investigación. Encontraron en sus restos una gran cantidad de drogas muy fuertes. Así que dedujeron que su accidente había sido a causa de un excesivo consumo de drogas, que había perdido el control. Saskia había consumido drogas, pastillas, hace años, antes de conocerla, pero desde entonces las aborrecía; no tengo dudas de que le obligaron a tomarlas antes de despeñarle por el precipicio de esa carretera infestada de curvas. También tenía antecedentes policiales por consumo, incluso por tráfico, pues la habían cogido con una bolsa de éxtasis en una fiesta que organizo hace muchos años en Tarifa cuando vivía con un novio músico y frecuentaba esos ambientes. No le costó mucho al Juez decidir que ésa era la principal causa. Además en Ibiza… era fácil hacer tal suposición…<br />––Ahora sí que me has convencido, Pablo. Una mujer recién embarazada que ha escrito el mensaje que te envió un día antes no va a drogarse sin más, y menos aún si no consumía drogas desde hace años. Tampoco creo que se suicidara. ¿Entonces quién crees que la mató, por qué? ––Aïcha me hace esa pregunta implorando con los ojos tanto como con las palabras. Reconozco su impaciencia…<br />––No lo sé, aunque tengo mis sospechas más o menos fundadas. Si había un tercero, éste es mi principal sospechoso. Quizás por los mismos motivos que yo reconozco ahora como causas de nuestra ruptura: exclusividad, celos, impaciencia… o por otros que no me atrevo a contarte por ahora. O porque le hubiera comunicado su embarazo y decidiera romper con él… No quiero pensar que aquel hijo fuera de ese tercero asesino, por favor, dios, no… ––y cierro mis ojos abatiendo la cabeza hasta pegar mi frente a la dura tabla de raíz de <em>thuya</em>… La levanto de nuevo y mirando fijamente a Aïcha lleno mi vaso de vodka hasta el borde y lo bebo de un trago largo e inacabable, sin fondo…<br />––No puedo decirte que comparto tu dolor, Pablo. Mi dolor es otro, diferente… Sólo quiero decirte que no temas más de lo prudente por tu vida aquí en Essaouira. Somos muchos para defenderte, incluso los fantasmas de esta ciudad, de esta casa… Los asesinos de Saskia no podrán hacerte daño en esta ciudad, mientras estés entre gente que te quiere y cuida en silencio… ––y Aïcha me golpea con cariño la mano queriendo trasmitirme seguridad con este gesto tan natural como desacostumbrado entre nosotros. Tendremos que aprendernos de nuevo, pienso…<br />––Una última pregunta, Pablo… perdóname, es la última, luego iré a casa con mi hijo, me necesita… ¿Su marido y su amiga, no dijeron nada a la policía? Ellos también sabían que no se drogaba… ¿No sospecharon como tú? ¿No sospechas de ellos?<br />––Sé qué quieres decirme, Aïcha. Sí, he sospechado de ellos… Además ahora mantienen una relación sentimental; me lo dijo ayer una amiga que investiga asuntos relacionados… en fin, algunas cosas turbias… otras historias que puede que tengan que ver… Pero no creo que fueran ellos. No sé como explicártelo. Son aspectos sentimentales que seguramente no entenderías… ––y Aïcha me mira con cierto malestar. ¿O acaso no ha entendido esta historia tan ajena a sus creencias y costumbres y tan distante a su vida normal, cotidiana, en una ciudad de provincias marroquí? Debería disculparme…<br />––Lo siento, Aïcha, no quise decir… No necesitaban matar a Saskia para vivir juntos… salvo que hubiera otros motivos aparentemente complementarios que en realidad fueran los principales… No creo que los hubiera… pero si fuera así, hoy por hoy no tengo ni la más remota idea de qué se trata. Hay muchos aspectos de esta historia terrible que desconozco o que a lo peor todavía no he sido consciente aunque tenga las pruebas ante mis ojos: en los escritos de Saskia, en sus mensajes, en la crónica de nuestro tiempo juntos que casi puedo recordar día tras día con la ayuda de mis apuntes, mis cuadernos, los textos y documentos que guardo en mi ordenador. Por eso he empezado a escribir una novela, Aïcha, un relato de misterio más o menos autobiográfico a partir del cual espero desenrollar la madeja de nuestra historia, pero no sólo lo que tiene que ver con la muerte de Saskia sino mucho más… desde luego las causas y los culpables de su asesinato, pero también otros crímenes y delitos, otras complicidades también culpables… Esta historia seguramente es mucho más tremenda y peligrosa, Aïcha, de lo que suponemos. Para no ponerte más en peligro administraré la información que te dé, seré cauto. No lo tomes a mal. Ojalá sepa solucionar los enigmas, desvelarlos literariamente, llegar hasta el punto final. Una novela es el mejor lugar en donde se me ocurre guardar mis secretos, tramados, tejidos en y con palabras. Una novela, Aïcha, es un laberinto: Y no hay mejor señuelo, mejor trampa, al tiempo que refugio inexpugnable, que un laberinto construido con palabras. Mis secretos atraen la atención de mis enemigos, eso busco, aunque aparentemente me oculte aquí en Essaouira, en <em>Dar Hadaya Ilahe</em>, en la novela. Sólo podré desenmascararles si les atraigo al centro del laberinto. Sólo así podré destruirles, tambien salvarme… En una novela uno puede escribir casi todo que no se atreve a decir o escribir de otro modo. Respiro absoluta libertad cuando escribo, Aïcha. Cuando escribo no tengo miedo. Ser libre es no tener miedo…<br />––No tengas miedo, Pablo… escribe. Seremos tus lectores. Nosotros sabemos leer, lo experimentamos sobrenaturalmente en nuestro libro sagrado, el Corán. Tú sabes que “<em>al-Quran</em>” significa leer, mejor dicho recitar… Escribe, sé libre, y nosotros aprenderemos libertad en tu libro. Te creo… Creo todo lo que he leído en tus labios.<br />––Gracias, Aïcha… Que me leas en mis labios o que otros lean mis literaturas me da la energía suficiente para seguir viviendo, es decir escribiendo. En realidad uno escribe para los demás, por los demás, para que nos lean. Esa es la principal diferencia entre un escritor y alguien que simplemente escribe. También uno vive por y para los demás. Queremos que nos quieran. Eso y no otra cosa significa decir “<em>Te quiero</em>”, es decir “<em>quiero que me quieras</em>”… Sobrevivir para uno solo no es lo mismo que vivir para alguien, con alguien… Me siento solo, Aïcha, y eso me da miedo…<br />––Escriba pues… Relate encuentros maravillosos, mágicos, tras los cuales todo es posible. Escriba sobre el amor, la alquimia del amor… Escriba sus recuerdos o sus deseos, es lo mismo. El amor cambia el valor de las cosas, <em>Monsieur Pablo</em>, transforma la realidad en sueño, los sueños se hacen realidad en su presencia… ––No me sorprende que Aïcha haya recuperado su costumbre de anteponer el “<em>monsieur</em>” a mi nombre. Al fin al cabo hemos concluido el tiempo de las confesiones, el duelo por Saskia. La vodka hace milagros. Vodka significa “agua bendita”…<br />––Escribiré encuentros, Aïcha, qué mejor… Luego saldré a pasear un rato. Hassan el yerbatero no estaba en su <em>pharmacie </em>esta mañana. Aziz, su hermano, me ha dicho que me espera después de la oración de la tarde, al ponerse el sol. Estoy impaciente por hablar con Hassan, que me saque de ciertas dudas. Estoy intranquilo por las cosas que me cuentan de él y su gente…<br />––Hasta mañana, <em>Monsieur Pablo</em>… Mañana será su fiesta, Navidad… Le prepararé un <em>couscous</em> para cenar. Ojalá encuentre alguien para compartirlo. Sólo tiene que desearlo… ––y nos damos tres besos en las mejillas deseando de corazón que mañana todo sea posible…<br /><br /><br />Desde el racionalismo del s. XVIII una de las mayores ilusiones de los científicos ha sido descubrir y llegar a poseer un perfecto conocimiento del conjunto de determinismos del universo. Pero con el paso del tiempo, una vez establecidos los conceptos de relatividad e incertidumbre, han debido renunciar a este conocimiento tan deseado. Frente a una compleja realidad indescifrable nuestra actitud más coherente y eficaz ha sido la de limitarnos a enumerar y cuantificar sus probabilidades, sus posibilidades. Así pues, gran parte de los esfuerzos de la ciencia han ido encaminados a describir la realidad por medio de sus probabilidades.<br /><br />Al mirar hacia el universo vemos un mundo que cambia constante y permanentemente. Nuestro conocimiento es limitado; toda información, parcial; el porvenir, incierto… Aunque podamos enumerar una lista de acontecimientos posibles, no tenemos la facultad de anunciar con absoluta certeza un acontecimiento que vaya a suceder. Sin embargo la observación de los fenómenos cambiantes de este universo en expansión nos revela que algunas secuencias se repiten siempre, o se producen en ciertas condiciones, permitiéndonos simular teóricamente algunos procesos por medio del ensamblaje de evidencias sucesivas. Estas aproximaciones no son más que modelos explicativos, apenas una discontinua crónica de los acontecimientos, pero infunden una cierta confianza en nuestro sistema de conocimiento.<br /><br />A pesar de la imperfección y precariedad de los datos que disponemos, hemos intentado legislar una auténtica ley de las probabilidades en la que pudiéramos creer, mantener un supuesto rigor científico que tranquilizara nuestra conciencia. Esta ley sólo puede fundamentarse en evidencias de una realidad que puede medirse, calcularse, definirse. Definir la realidad es describir las relaciones de causa y efecto por fórmulas, más seductoras cuanto más simples y sencillas. La ecuación diseñada por Albert Einstein que expresa la relación entre masa y energía (<em>E=mc2</em>) y soporta la <em>Teoría Especial de la Relatividad</em> es el ejemplo más afortunado entre todas estas fórmulas que nos fascinan por su aparente frivolidad y brevedad sígnica.<br /><br />Descubrir en el caos que nos rodea, y nos incluimos, cadenas causales que de alguna forma podemos representar con esta simplicidad algebraica constituye realmente una victoria de nuestra imaginación, más sorprendente si cabe si nos permite prever, elegir, con antelación. Cualquier trampa y jugada de ventaja ante el determinismo del universo satisface nuestro espíritu, nos divierte aunque sea por poco tiempo. En la ley de los grandes números, el azar toma todas las apariencias de un determinismo. Si todo está previsto desde el instante inicial, si toda transformación está rigurosamente canalizada y todo fluye inexorablemente hacia un futuro ya determinado, el tiempo sería una dimensión superflua… Sin embargo la experiencia y nuestro instinto de supervivencia nos dictan la presunta seguridad de que el tiempo es la materia primera y esencial de un universo siempre en proceso, en perpetuo cambio y transformación —construyéndose y deconstruyéndose casi por entero—, en donde todavía hay esperanza. A pesar de las apariencias, a pesar de su arriesgada previsibilidad, el azar sigue siendo un capricho de Dios o el Destino, para el caso da igual…<br /><br />El azar es el conjunto de factores que intervienen o parecen intervenir en la modificación de un sistema. Para el filósofo A. Cournet el azar es el encuentro de dos series causales independientes. Las causas de estos dos procesos que se encuentran son independientes y autónomas entre sí. Sólo el azar, su fatal encuentro, las esclaviza y determina para siempre. Decir siempre es como decir nunca o todo o nada… o “jamás te olvidaré”… Son las deliciosas coqueterías de los enamorados para los que un instante adquiere la dignidad e indeterminada duración de la eternidad. Dos líneas perdidas en el vacío del universo se encuentran en un punto y dejan de ir a su libre albedrío, es decir dejan de existir autónomos e independientes. Ahora interactúan, se pertenecen…<br /><br />Los amantes crean hermosas esfericidades con sus cuerpos. Dicen que los puntos son esféricos, al menos se les representa así. Todo punto es el centro de un espacio sagrado. Todo centro es el centro del universo. El amor es el centro del centro del universo. Todo, o nada, gira a su alrededor… es lo mismo. Cada amor es un agujero negro que todo lo atrae y succiona. El Amor es el agujero de todos los agujeros del universo…<br /><br />Hay situaciones que no podemos ni debemos provocar con urgencia e insensatez, pero tampoco retrasar indefinidamente, no sea que la vida haga de las suyas. Los encuentros necesarios, como los desencuentros inevitables, poseen siempre su tiempo y espacio únicos —irresistibles, irrenunciables, irrepetibles. La justificación del azar sólo es un recurso afortunado que ahorra las palabras y nos permite seguir creyendo en las virtudes terapéuticas del placebo de la libertad. Hay que dejar de tener miedo al destino: nos hace más frágiles, más humanos, sosiega nuestra impaciencia, reconforta nuestra angustia mientras tanto. El destino nos elige; el destino compensa nuestra lealtad con sus regalos inesperados…<br /><br />El signo de nuestra aparición y encuentro es también el signo de nuestra desaparición y desencuentro, muerte y distanciamiento… Hay cosas que a uno le ocurren sin haberlas querido, y sin embargo ocurren. Es este vértigo de las personas y las cosas apareciendo y desapareciendo con una velocidad que hace inútiles nuestros pobres intentos de comprensión racional lo que nos inquieta y seduce a la vez. Siempre estamos inventando causas para conjurar nuestra manifiesta incapacidad para sentir el natural discurrir del universo… La intuición —en la creación artística, en los afectos, en los más terribles presagios— y la imaginación son quienes imantan las cosas y nos revelan configuraciones inseparables, las que dan esperanza a aquellos objetos y seres erráticos que vagaban por la indeterminación del espacio sin saberse ni entenderse. Su encuentro o desencuentro dependen de su misma vocación de contigüidad, de su humilde condición de acontecimiento natural del proceso de seducción generalizado en el universo…<br /><br />Un hombre y una mujer se encuentran en el centro sagrado del universo. Son cuerpos y almas vagamundos que han soportado en silencio o con escándalo la tensión entre su soledad interior y el vacío-lleno que les rodea, cuerpos y almas a la deriva en la nada. Su encuentro es un asirse a la esperanza. Sus miradas son un alivio a su ceguera e invisibilidad. Sus cuerpos se reclaman los olores, las pieles, las caricias, el sudor, el calor de las mejillas, la humedad de los besos, el escándalo de los gemidos, todos los líquidos retenidos en sus órganos y vísceras. Se regalan en el sacrificio de un abrazo inextricable. Su destino se manifiesta espléndido en el milagro de las metamorfosis de sus cuerpos y en el destierro de todo razonamiento lógico al abandonarse a su placer. El misterio del encuentro de un hombre y una mujer está en el poder insuperable de su deseo. Un hombre y una mujer se aman a pesar de sus circunstancias, de los demás, de la amenaza del olvido. Un hombre y una mujer se separan a pesar del poder narcótico de sus recuerdos…<br /><br />¿Recuerdas, Saskia, qué día nos encontramos, dónde, cómo, qué palabras nos leímos en los labios por primera vez? Tengo tan presente nuestro más antiguo pasado que no acierto a escribir su tiempo gramatical más acertado. Antes y ahora se funden, desaprensivos, aquí en <em>Dar Hadaya Ilahe</em>, la Casa Regalo de Dios… Que magia la de la escritura que nos hace dueños del tiempo “<em>kronos</em>” y libera de sus servidumbres. Revivir horas felices en la literatura, a través de las palabras, recitarlas como una oración… Qué poder saber leer como escribir…<br /><br /><br />Tras nuestro encuentro en Víctor Hugo esquina Gran Vía nos tomamos de la mano con absoluta naturalidad, como si lo lleváramos haciendo años, desde siempre, y nuestros dedos no necesitaran ni aprenderse ni consultar en su memoria digital como se acoplaban y entrometían unos con los otros antes de su ausencia de siglos. Pensándolo ahora, no era fácil que nuestras manos se tomaran así de primeras: su dedo meñique entre mis dedos índice y anular formando como un broche de seguridad, forzando a la vez nuestros pulgares a cruzarse más estrechamente como pestillos curvos que ensamblaran en un todo irrompible palmas, dedos entrelazados y yemas digitándose… El tacto, las manos, las finas terminaciones nerviosas en las yemas de los dedos, seguro que disponen de una memoria de reserva propia de indeterminada capacidad para atesorar tanto las caricias, cada una en su carpeta original, como los tormentos de la distancia ––estos en un único basurero sin fondo ni siquiera ordenados por sus fechas––, además de una ilimitada teoría de archivos independientes para guardar diferenciadas las de orígenes diversos, de recuerdos con distinto nombre, las fórmulas de cada sudor y su distinto pH… Al igual que no existen dos huellas dactilares iguales tampoco hay dos caricias de distintas manos que puedan confundirse, ni dos besos (incluso de las mismas bocas)… ––otras sensaciones y sentimientos no digo que sean comunes, pero pueden parecerse tanto unos a otros que a lo peor alguna vez nos confundimos. Tampoco sugiero que haya que probar para saber si sí o no… pero estoy casi seguro que aun podríamos confundir a nuestros amantes a ojos ciegas e inmóviles al hacernos el amor o mejor dicho al follarnos, pero juraría que nunca confundiremos sus besos, sus caricias más íntimas y personales, sus recorridos, sus entretiempos… ¿O no?<br /><br />Saskia me llevó de la mano en volandas por las calles traseras de La Gran Vía: cruzamos La Reina, Infantas, seguimos por Barbieri hasta la Plaza de Chueca, a esta hora atestada de gente en las terrazas. Todas las mesas estaban ocupadas; hace calor, la atmósfera presagia tormenta, todo el mundo se demora sentado a la fresca, es un decir… Por suerte una pareja se levantó muy cerca de donde esperábamos y nos sentamos al fin. No es de los mejores sitios pero tampoco estamos en condiciones de elegir. No he cenado, ella tampoco, así que necesitamos reponer fuerzas; a lo mejor la noche será larga, pienso. Estamos en la terraza de la Cafetería Verdoy, al ladito de <em>Sacha’s Disco</em>, un magnífico lugar para contemplar el espectáculo de vanidades que desfila por la plaza sin cesar: rockeros de todas las edades, gays en camisetas de tirantes y minishorts de cuero, punkies de salón, lesbianas de todas condiciones, desde ninfas glamorosas hasta camioneras de perilla afilada, y una dispar fauna de patéticos “<em>rodrígueces</em>” a la búsqueda y captura de extranjeras extraviadas… Nos pedimos un par de pepitos de ternera, una ensalada y un par de jarras de cerveza bien frías, por favor…<br /><br />La cocina trabaja a destajo y los pepitos llegan relativamente tempranos, apenas tenemos tiempo para relatarnos las peripecias de nuestro encuentro: que si aquel fin de semana tenía una fiesta familiar y le era imposible ir a Estambul, no podía faltar hoy domingo a una comida de aniversario; que mientras me escribía el otro día y luego de ver mi fotografía no pudo por menos decidir sobre la marcha encontrarnos hoy aunque fuera en Madrid por unas horas, al fin al cabo “me lo había ganado” con mi insistencia y mis hermosas cartas ––me confiesa que se “pierde” por las palabras de quien no sólo sabe expresar sus sentimientos poéticamente sino además lo hace con la rara habilidad de parecer que las dice al oído, que por eso me preguntaba cómo sabía mi voz… que intuía que yo trabajaba en asuntos relacionados con el arte, ella también se siente muy próxima a este mundo ––a nadie que no tenga una sensibilidad artística se le ocurre llamar a su perro “<em>Paul Klee</em>”, por ejemplo, me dice sonriendo como cuando la vi por primera vez en la TV… También me comenta que tenemos amigos comunes, que cuando leyó mi nombre recordó cosas que le habían contado de mí unos buenos amigos “artistas”, sin más detalles por ahora, y que entonces había ojeado y leído por encima mi libro sobre Marina Abramovic a la que admiraba como mujer y artista, etc…<br /><br />Embobado, escucho a Saskia a un palmo y medio, mirándole a los ojos, a los labios, qué pestañeo. Apenas acierto a decirle que este encuentro es un milagro, por lo menos, dadas las circunstancias de nuestro punto de partida televisivo, que fue una extrema casualidad (por no decir un maravilloso regalo del Destino y se asuste) que me despertara aquella madrugada con la televisión encendida precisamente en ese canal y en el programa de Sánchez Dragó que no veía nunca por diversos motivos ––no le dije por cautela que es un personaje que detesto tanto por su literatura como por su carácter exhibicionista y egocéntrico, aunque comparto su pasión por la lectura y devoción por los libros… También le dije que por sus cartas “intuia” que nos veríamos “antes” que en verano en Mallorca…<br /><br />Los pepitos nos ahorraron muchas palabras innecesarias ––cuántas palabras podemos ahorrarnos con sólo tener la boca ocupada, ¿no?, con un pepito de ternera, por ejemplo, o un beso… Cenamos en un pis pas y nos pedimos otro par de cañas. Percibía vagamente que sucedían muchas cosas a nuestro alrededor pero estaba en mi gloria particular con Saskia, tenía ojos sólo para ella, el único espectáculo que me interesaba era disfrutar para mí solo la dulzura de sus miradas, la acidulada frescura de su sonrisa, sus palabras en sonido estereofónico, las sutiles caricias que nos regalábamos al coger a la vez el mismo tenedor, al retirar levemente la fuente de la ensalada, el erotismo de cruzar y descruzar nuestras piernas rozándonos ligeramente y con tal pretexto pedirnos perdón de inmediato mientras yo posaba con ingenua confianza mi mano en su muslo y ella en mi rodilla… Esta segunda caña la consumimos mucho más despacio contándonos anécdotas de Mallorca, de Japón, de Estambul; como para comprobar en qué cosas coincidíamos, qué paisajes nos conmovían del mismo modo, como compartíamos nuestras risas, si eran corales o desacompasadas; en suma, conocer y experimentar nuestros respectivos sentidos del humor ––qué importante es el humor en el amor, y no digo si nos divierten las mismas tonterías o nos hacen reír las mismas palabras o compartimos el inmenso placer de inventarlas a medias y reírlas duplicadas… Creo que ambos pasamos esta primera prueba con un notable muy alto: fuimos naturales hasta casi el nudismo, nos dábamos la palabra y nos interrumpíamos lo justo, como bailando, cambiando el paso a nuestra medida, a nuestro ritmo, aprendiéndonos sin prisas, pero también ambiciosos, ensayando de vez en cuando alguna figura extravagante, alguna palabra altisonante… En eso estábamos cuando me dijo que estaba casada hacía siete años y su marido se llamaba Rodrigo.<br /><br />Pedimos la tercera caña, ahora para pasar el bocado nada fácil de contarnos lo suficiente de nuestras respectivas vidas sentimentales. Es mejor decir estas cosas de una vez que no ir dejándolas para más adelante, no vaya a ser que más adelante nos dé vértigo y tengamos que utilizar el socorrido paracaídas de las medias verdades o la indeseable tabla de salvación de las mentiras de conveniencia. Saskia estaba casada y yo divorciado apenas hacía un año, aunque separado bastante más. Yo tenía un hijo, Andros, de casi veinte años, que estudiaba y vivía el Londres. Saskia había querido tener hijos hace tiempo pero ahora ––entonces–– no se sentía con fuerza ni motivación para intentarlo de nuevo. Su padre vivía, recién le había ayudado en una mudanza que intuía por sus comentarios traumática; su madre había fallecido cuando tenía dieciséis años. Mis padres habían muerto: mi madre cuando yo todavía era niño, no la recuerdo; y mi padre hacía tres, de un infarto en pleno sueño, como hemos deseado todos alguna vez… Saskia tenía un hermano menor, Rafael, con el que no se llevaba ni bien ni mal; a lo mejor nos lo encontramos esta noche, ésta es su zona, me dijo, insinuando que era gay con fina ironía… Yo no tengo hermanos ni hermanastros, sólo primos y amigos ––y amantes y ex amantes, pero no se lo dije entonces porque era innecesario y además una estúpida coquetería de la que por cierto no me sentía especialmente orgulloso hacía un tiempo…<br /><br />Pasaba la una de la madrugada cuando dimos por terminadas las cervezas y la primera sesión de confidencias protocolarias. No sé cómo expresar la volatilidad de aquellas dos horas durante las que apenas dejamos de acariciarnos en y con nuestras manos, caricias-poema, arabescos táctiles sin repetir ni una sola vez sus trayectos, sus figuras, sus demoras ––qué arte el de nuestros dedos tejedores, la de maravillas que dibujaron y tramaron aquella noche de julio. Me dejé llevar por Saskia fuera de Chueca, ella era mi anfitriona. Nos habíamos encontrado esa noche por su voluntad, a ella le correspondía pues oficiar la ceremonia de la primera noche, dictar su encantamiento, hacerlo a su manera. Salimos por Gravina y cruzamos Hortaleza de camino a Fuencarral y Malasaña. Ni un mal paso, ni un tropiezo, paseábamos acompasados; nos hacíamos gracias y reíamos como colegiales, qué adolescentes pensaría alguno. Sólo recuerdo de aquel camino que andamos y desandamos algún tramo, como si hubiera perdido la orientación ––me daba igual, hacía rato que mi brújula estaba permanentemente imantada a su cuello y no me importaban otros puntos cardinales que no fueran los que delimitaban precisamente su rostro. Saskia era muy guapa; me parecía un sueño pasear de madrugada por Madrid de la mano de Brooke Shields.<br /><br />Por fin encontramos el sitio que buscaba; cómo no, puro ambiente <em>chill out</em>. Sofisticada decoración hindú a base de telas y más telas: coloridos brocados bordados en oro, transparentes sedas multicolores cayendo naturales desde el cielo raso por las paredes, espejos de latón, <em>ghanesas</em>, <em>shivas</em>, <em>saktis</em> por todos lados, grandes divanes, docenas de cojines de todos los tamaños y formatos, rosas, celestes, azafranes… luces indirectas, tenues, cálidas… música <em>house</em>, fusiones… olor a sándalo, a <em>patchouli</em>, palo de rosa, … pétalos de flores esparcidos sobre las mesas bajas… Y afortunadamente sólo un par de parejas en todo el local, abstraídos en lo suyo, entusiasmados en su particular ensimismamiento, y una camarera-sacerdotisa de vientre desnudo tan sensual y hermosa como una estrella de película de <em>Bollywood</em>; vamos, un templo para los amadores del tantra y devotos del kitsch oriental. Aunque parezca más que curioso nunca supe el nombre de aquel lugar ni volvimos allí nunca más. Fue nuestro limbo particular antes de entrar al paraíso, es suficiente. El umbral del umbral…<br /><br />Recostados hombro con hombro, celosos de nuestra manos y sus familiaridades, cada vez más largos en nuestro <em>diwan</em>, ajenos a nuestro derredor, nos fuimos regalando otras confidencias el resto de la noche hasta que cerraron. Que si ella trabajaba a temporadas en un “chollo” que había inventado: diseñar regalos de navidad especiales para empresas o para gente caprichosa; ediciones exclusivas de sus <em>haikus</em> caligrafiados, encuadernaciones exquisitas de libros en blanco en papel de Amalfi, grabados minúsculos en el interior de marcos excesivos de maderas orientales, calendarios y agendas con santorales conmemorativos sólo de artistas y poetas, acuarelas monocromas ceñidas por cintas de seda de Tailandia, <em>delicatessen</em> visuales como ésas. Aprovechaba las amistades de su padre y se servía de las habilidades de Rodrigo, su marido. Rodrigo Martínez de Cordova había sido un artista con cierto nombre en la movida madrileña a principios de los ochenta. Luego había desaparecido como tantos otros. Entonces montó un taller de grabado y litografías, trabajaba editando obras de otros artistas, él apenas hacía ilustraciones originales, publicaba de vez en cuando sus dibujos en alguna revista de moda. Se conocieron en el 96. Ella quería salir definitivamente de una historia que le había hecho mucho daño. Rodrigo estaba convaleciente de un divorcio traumático. Se encontraron por necesidad, les fue bien durante un tiempo: viajaron juntos, compartían aficiones, semejantes tropismos por el arte, aunque Saskia fuera una<em> amateur</em> y Rodrigo un profesional venido a menos… Me confesó que todo empezó a venirse abajo cuando sintió la ineludible llamada de la naturaleza a ser madre… Sucedieron muchas cosas que algún día me contará, me dice mirándome a los ojos a menos de un palmo de distancia ya como implorando que tengamos futuro, por favor. Quiere mucho a Rodrigo, a su manera. No ha pensado separarse de él, aunque tampoco le gustaría vivir siempre juntos del modo que lo han hecho los últimos meses. Terminar su novela fue una especie de sacrificio dedicado a un futuro mejor, al menos diferente. Mantienen un pacto de libertad “bajo fianza” que no les va mal. Rodrigo está volcado en su trabajo, en sus ediciones para una compañía de inversiones en el mundo del arte bastante conocida ––que por cierto a mí me da mucho que pensar, recelo de su excesivo “amor al arte” hace tiempo–– y también ayudando a Saskia en su negocio a tiempo parcial. Saskia dice que está aprendiendo a vivir ligera, sin demasiado peso a la espalda, a vivir día a día desembarazada de ligaduras e impedimentas. Dedica su tiempo libre, que es relativamente mucho, a imaginar otros proyectos creativos personales fuera del mundo del grabado y los regalos “especiales”: video performances poéticas, simbolistas, acciones “terapéuticas” en la calle, anónimas, <em>graffiti-haiku</em> en muros cualquiera, en cualquier parte… La dejo hablar sin meter baza voluntariamente, quiero aprenderla, saber de ella; de mí estoy harto de leerme y escribirme, de hablar y escucharme a todas horas.<br />––¿Qué fuiste hacer a Japón, a Estambul? Espero que no sea un secreto profesional… ––me pregunta a bocajarro.<br />––No sé si sabes que hace años trabajo con Yoko Ono, produzco muchas de sus exposiciones. Hemos hecho más de una docena juntos, creo… Hace un par de años la <em>Japan Society</em> de New York organizó una gran exposición antológica de toda su obra, desde la conceptual y <em>fluxu</em>s de los años 60' hasta ahora. Ha estado itinerando desde entonces por museos americanos. El año próximo se presentará en Japón y Yoko ha querido que fuera a ver el espacio del nuevo museo de arte contemporáneo en Tokio para empezar a pensar en su instalación allí… Y a Estambul porque me han invitado los organizadores de su Bienal; quieren que colabore en una de sus secciones pero no hemos llegado a ningún acuerdo. Pagan poco y exigen mucho. Este año es imposible, estoy cargado de exposiciones ajenas a Yoko. Llevo entre manos cinco que deben itinerar todavía: una en Moscú, que presentaré luego en Praga o Karlovy Vary y Barcelona; una muy grande sobre arte español que ha estado en Berlín y en octubre inauguraré en New York; otra sobre las tauromaquias de Picasso que después de Milán itinerará por Italia… y algunas más menores que también he de ocuparme de ellas aunque no me exijan tanto. Ah, y un proyecto con Rebecca Horn que no sé si saldrá…<br />––Te envidio, Pablo… Tus viajes a cualquier parte con el arte. Eso sí que es verdadero arte de vivir, una vida creativa… Me gustan tus mujeres artistas, Yoko, Marina, Rebecca… son fuertes. ¿Cómo lo haces? ¿Las enamoras con tus palabras también en serbocroata, inglés, alemán, japonés? ––me dice chispeante y pícara.<br />––Nooooo… ––río abiertamente. Ellas me enamoran con sus obras y su imaginación, yo soy su <em>chevalier servant</em>…<br />––Pues ojalá te enamores de mis cosas como yo de tus palabras… Sólo deseo que alguna vez en un futuro próximo me presentes como haces con ellas, me escribas palabras que me pertenezcan sólo a mí…<br />––Así sea, así será… <em>inch’Allah</em>… ––y con estas palabras mágicas abolimos la distancia de menos de un palmo que separaba nuestros labios. Un beso largo y sutil, de labios apenas rozándose, dándose tiempo para rezumar sabrosos, de humedades que manan poco a poco, las lenguas desperezándose primero perezosas, luego curiosas, al final caníbales, entrometiéndose por todos los vacíos que encontraban a su alrededor una vez superada la barrera marfil de los dientes, sus ferocidades… Al igual que nuestras pieles, nuestras salivas tenían la misma temperatura, y sabían a mandarina. ¡Qué milagro! Un largo beso, el primero, sellando nuestro compromiso con el arte de amar, por amor al amor, por amor al arte…<br />––¿Te vas a dejar enamorar? ––le pregunté provocador una vez recuperamos nuestra distancia más larga…<br />––¿Acaso me preguntaste antes de comenzar a hacerlo? ––me contestó retadora… Tú haz bien tu trabajo que yo haré el mío. Es una cuestión de confianza, <em>mon amour</em>…<br />––Pues entonces juguemos con confianza… <em>Play it by trust</em>…<br /><br />Y unos minutos después estábamos en la calle abrazados por la cintura sin cuidado, desandando el camino hasta el parking donde había dejado su coche. Nos prometimos encontrarnos en Mallorca a finales de agosto. Saskia tiene una amiga, Bettina, ––fotografa, que conozco bien–– y se alojarà en su casa cerca de Deià, frente a Llucal.lcari. Ha posado para Bettina alguna vez, para sus albumes más sensuales, también en su serie de mujeres crucificadas, aunque la suya no ha sido editada finalmente. Mientras tanto nos escribiremos, nos hablaremos por teléfono, como casi todos los enamorados exiliados de sus cuerpos alguna vez. Cuarenta y cinco días son una nadería, nos convencemos sin mucho esfuerzo. Desde el umbral toda distancia y todo tiempo son insignificantes… Una prueba más: la ausencia de nuestros labios y nuestras manos, y ya…<br /><br />Recuerdo que Petter el Araña dice en su autobiografía: “<em>Cuanto más tienen que decirse dos personas, más despacio andan”…</em> Tanto teníamos que decirnos que ni siquiera empleábamos las palabras, las voces. Todo nos lo decíamos digitándonos caricias… inmóviles. Llegamos lentamente por fin a nuestro destino aquella noche. No sé a qué hora de la madrugada nos despedimos abrazados. No nos dimos un beso, por supuesto… Hubiera sido imposible superar el primero; a ambos nos gustaba el regusto de nuestros besos.<br />––<em>Bona nit</em>, Saskia…<br />––<em>Bon dia</em>, Pau…<br />––Te inventaré en Venecia…<br />––Te esperaré mientras tanto, mi Odiseo…<br /><br /><br />Son más de las siete en Essaouira. Anocheció hace más de una hora sin darme cuenta. Vuelvo a la realidad de la noche en <em>Dar Hadaya Ilahe</em> tras mi viaje astral de ida y vuelta a los archivos <em>Akhasa</em> en donde guardamos como intactos nuestros recuerdos más preciosos. Leeré a Petter el Araña una vez más, transferiré sus palabras a mi cuaderno y de allí, reelaborados, transformados con mis acentos, los pasaré como nuevos a mi novela… Ya ves, sigo al pie de la letra tu consejo, tus acciones: “<em>Desembalé el ordenador portátil, me senté junto al escritorio y me puse a escribir la historia de mi vida</em>”… ¿Qué sucederá mañana?<br /><br />Mañana… Primero tengo que ver a Hassan. Espero que me perdone no haber acudido a la cita que nos preparó Aziz... Mañana es Navidad. Paz a los hombres de buena voluntad… Qué solo me he quedado, Dios…<br /><br /><em><span style="font-size:85%;color:#660000;">Foto: Desierto de Essaouira</span></em>Liberto Brauhttp://www.blogger.com/profile/02924625215767547049noreply@blogger.com67tag:blogger.com,1999:blog-2566643475501232945.post-22779296351046139022008-11-27T04:52:00.007+01:002008-12-31T18:56:34.598+01:003º Capítulo/ Cartas marcadas...<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhOVX9xPN042ZOsHmKuo5JkoK20kaWy62Xh2Yyax5GXubgSjecH_9wbC9jz0XGa_AsxKqC14zn2-jBkCt5BXqdgjZpMZIX_7a8NoatVwcqmjIOGSLlfez5M9iLROcoIFu3koMWf0UtMXIE/s1600-h/Essaouira+souk.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5273181096569332770" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; CURSOR: hand; HEIGHT: 309px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhOVX9xPN042ZOsHmKuo5JkoK20kaWy62Xh2Yyax5GXubgSjecH_9wbC9jz0XGa_AsxKqC14zn2-jBkCt5BXqdgjZpMZIX_7a8NoatVwcqmjIOGSLlfez5M9iLROcoIFu3koMWf0UtMXIE/s400/Essaouira+souk.jpg" border="0" /></a><br /><div>02.06.2003 05.13 AM<br /><br />Hola, Saskia… Bon dia o lo que sea cuando me leas…<br /><br />Sé que estoy cometiendo un acto arriesgado, desde luego nada frecuente y dios quiera que tampoco estúpido, de dirigirme a ti aun sin saber quién eres ni por qué estabas esta noche en un programa de TV, esa tertulia literaria que dirige Sánchez Dragó. Te escribo todavía sonámbulo con la perversa intención de intentar explicarme —al tiempo que te explico en detalle— qué hago yo aquí a estas horas de mi madrugada escribiendo a una hermosa desconocida que cautivó mi mirada, toda mi atención, nada más despertar tras una copiosa y pesada cena que me ha dejado aletargado como una serpiente durante horas en el sillón del cuarto de estar. El acontecimiento fue así…<br /><br />Esta tarde fue preciosa, de domingo, me la merecía. La pasé en casa escribiendo sobre mis cosas… De vez en cuando salía al jardín y me mecía en la hamaca o jugaba con Klee, mi amigo de cuatro patas, a estirar del otro extremo de la manguera de regar. Olíamos la madreselva, las hojas de salvia, recorría los maceteros buscando nuevos brotes de primavera. Dejé pasar las horas entre libros y hierbas. Mientras tanto florecían algunas palabras afortunadas, recuerdos agridulces, sensaciones… Fui indolente y feliz. Así toda una tarde deliciosamente solitaria…<br /><br />También me regalé músicas diversas, de las que me gustan y acompañan normalmente cuando estoy en casa: <em>La Belle y la Bête</em> de Philip Glass, bandas originales de películas, un tipo de música que me encanta —<em>Vanaprastham, In the Mood for Love</em>—, y un potpurrí de grabaciones variopintas: un sentimental álbum de Nana Caymmi —<em>Eu me lembro de você</em>—, la grabación original de <em>Alf Leila Wa Leila</em> de Om Kalsoum, <em>The Road To Ensenada</em> de Lyle Lovett, el corrosivo <em>Berlin</em> de Lou Reed, y algunas cosas raras de DJ’s de New York, de la calle Orchand para más señas —te lo puedo decir así de corrido porque todavía están las cajas de CD’s sobre la mesa y no me cuesta mucho escribir estos títulos, nada más; por favor no malinterpretes esta aparente pedantería musical, tan heterogénea.<br /><br />Cuando cayó la tarde Klee me recordó, lamiéndose, que era su hora de cenar: le llené su plato de bolas de pienso, la fuente de agua, y luego esperé que hiciera su meadita al lado del limonero, su árbol preferido… Y ya… La tarde estaba bien gastada, lista para añadir al catálogo de tardes mansas, otra más, por suerte —hoy me la merecía, te dije.<br /><br />Entonces tuve ganas de cenar y prepararme algo especial. No es que tuviera mucha hambre —había picoteado cositas de vez en cuando— pero me apeteció hacer algo más consistente que la ensalada de tomate, apio, huevo duro y anchoas que me había compuesto y comido a media mañana. Así que busqué en la despensa, en el frigo, y fui tomando cosas de aquí y allá, preparando sartenes. En un santiamén me vi con la repisa llena: media bandeja de champiñones, un frasco con surtido variado de hongos y setas, una docena de pimientos de Padrón y media de espárragos trigueros, un par de cebollas francesas, otro de tomates en rama, albahaca fresca, una ramita de perejil, un diente de ajo, el aceite, la sal, la harina, el aceto balsámico, taquitos de jamón serrano para freír, y una cola de salmón fresquísimo que había comprado el sábado en el <em>Corte Inglés</em>; ah, y unas cerezas picota, un pan chapata y una cerveza sin alcohol para refrescarme mientras cocinaba. Apenas tardé en preparar todo poco más de media hora: una zarzuela de hongos y setas a la albahaca y el salmón acompañado por los pimientos y los espárragos, a la plancha; y me lo comí en otro tanto —aunque al final perdoné las picotas—… Por supuesto me abrí una botella de buen vino, <em>Anima Negra 2000</em>… Decirte que todo estaba sabroso y me supo a gloria sería una vanidad, pero es cierto… Klee dormía hace rato en su mantita junto a mí y yo me quedé dormido en el sillón al rato mientras veía las noticias de deportes en la 2: apenas recuerdo que Alonso fue quinto en Mónaco… Me quedé dormido como un bendito. No soñé o no lo recuerdo. Hace tiempo que no sueño o no recuerdo mis sueños, Saskia.<br /><br />Al despertar, te vi por primera vez en mi vida. Todavía creo que eres un ángel, una angélica aparición.<br /><br />Imagíname, por favor, atolondrado y derrotado tras la pesada digestión, con la lengua seca e hinchada por el vino, intentando reconocer quiénes estaban en la televisión nada más despertar de madrugada. Ah, sí, el Sánchez Dragó… ¿Y esa hermosa mujer de camiseta hindú rosa? ¡Qué ojos, dios! ¡Qué maravilla de sonrisa, luz de ángel!... ¿Y la demás gente?... —no conozco a nadie, qué más da—... Por dios, que enfoquen a esa mujer, sus ojos, su sonrisa —exigía con palabras altisonantes aunque estaba solo en mi casa y por supuesto el realizador no me podía oír… Que hable, que me hable otra vez… Ay, cielos, ¿quién es esa mujer y de qué habla? ¿Por qué está allí con el Dragó? ¿Por qué sonríe de tal modo mirando de reojo a la cámara, abatiendo sus pestañas? Qué prodigio, parece que me sonríe sólo a mí —me convencía con facilidad… ¿Sólo eres un sueño rosa, mi ángel de madrugada? Desde entonces, asombrado y todavía sonámbulo, te presiento y deseo como un ángel, Saskia —me gustó tu nombre raro nada más escucharlo… Entiendo a los profetas y a los geniales soñadores que reivindican siempre la aparición de un ángel como fuente de sus creaciones sobrenaturales. Profetizo que leeré en tus labios a un palmo de distancia, Saskia, o más cerca, y crearé mis obras maestras a tu sombra, o con tu recuerdo. Así sea, así será…<br /><br />Apenas pude entrever la dirección de correo electrónico que apareció impresa bajo tu busto. La tomé como un regalo del destino, o mejor aún, algo que “me” regalabas para convocar no sé qué maravillas por venir… Qué dirección tan enrevesada la tuya, Saskia, y qué sopor el mío, entonces, y terribles los efectos colaterales de despertar así de pronto… Incluso ahora mismo que te escribo no estoy seguro de la totalidad de tus señas y me entra el miedo de que me haya confundido y esta confesión de madrugada no te llegue nunca a <a href="mailto:laverdaddesatya@hotmail.com">laverdaddesatya@hotmail.com</a>...Voy a tener que escribir tres o cuatro direcciones parecidas a ver si tengo suerte y en una de ellas me lees, ojalá. Pero si aconteció el milagro de encontrarte al despertar —pensemos en las escasas probabilidades entre millones de posibilidades en nuestra contra— por qué no va a producirse otro milagro ahora más fácil y chico: que esta carta llegue a tus ojos, que me leas y sepas de mí, mi entusiasmo nada más verte. Lo deseo tanto, Saskia. Ahora depende de nuestra voluntad, querer o no querer, ésa es la cuestión…<br /><br />Entre las cosas que (me) dijiste entendí que habías escrito una novela, la recién terminaste. Te confieso mi devoción por la escritura…Yo también escribo una novela, estoy en ello hace más de tres años y no veo como proseguir y acabar de una vez —me parece una tarea heroica. Comencé otros relatos largos antes, pero tampoco supe darles fin ni desarrollarlos más de unos capítulos —aunque sus historias te las podría contar de viva voz hasta en sus más mínimos detalles… El personaje femenino principal de mi última novela se llama Silvia y el masculino Bruno Llanes. Cuando imagino físicamente a Silvia lo hago pensando en Brooke Shields que por cierto os parecéis muchísimo; también tu voz me recuerda a mi Silvia inventada —imagina pues mi sorpresa al encontrarte frente a mis ojos, escuchándote.<br /><br />De tu novela, recuerdo que decías que su personaje principal es una joven que diseña y crea jardines japoneses. Que nació en Mallorca pero aprendió su arte en Japón y recorre el mundo de isla en isla construyendo jardines originales, uno en cada una, como si fueran islas reinventadas en medio de islas reales… Nombraste islas del Mediterráneo que conozco muy bien y son algunos de mis lugares favoritos: Mallorca —en donde vivo—, Formentera, la microisla de Tabarca, Cerdeña, Sicilia, Stromboli, Santorini, Serifos… Y hablabas de tus viajes por Japón, en la India, la común condición existencial de viajeras de tu personaje y tú misma; y que tienes algo que ver con el arte, que a veces escribes sobre arte… Ah, si yo te contara —que te contaré si me das una oportunidad, admirada desconocida Saskia.<br /><br />Yo también soy un viajero, por vocación, placer, y también gracias a mi trabajo. Me gustan las islas es decir poco; me gusta vivir en ellas, ser su náufrago. Por eso vivo en Mallorca, aquí vuelvo de vez en cuando, aquí tengo mi casa, desde ella te escribo esta madrugada del 2 de junio de 2003 (02.06.2003), fecha que investigaré y todos sus arcanos astrológicos, no lo dudes.<br /><br />Recién llegué a la isla el sábado y el miércoles viajo de nuevo; estaré así, yendo y viniendo, este mes y casi todo julio. Te señalo mis etapas por si nos cruzamos en el camino y tienes curiosidad de conocerme. Primero a Moscú, sólo por unos días —estaré alojado en el Savoy, cerca del Bolshoi. Volveré el sábado a la isla. El martes siguiente viajaré a Roma, tres días; me encontrarás en el Grand Hotel Gianicolo, muy cerca de San Pietro in Montorio —qué maravilla, Saskia, las vistas de Roma desde la Academia de España. Creo que luego iré a Venecia —se inaugura la Bienal esa semana—, pero todavía no es seguro que vaya a la apertura ni dónde me aloje —en el Lido, supongo, pues mis hoteles favoritos ya están reservados en su totalidad para esas fechas… Lo que es seguro es que el día 18 voy a Tokio; estaré una semana justa; por supuesto me alojaré en el <em>Yamanoue</em>. Y de vuelta a Mallorca me quedaré un par de semanas en casa si es posible sin salir si no es para llevar a Klee de paseo… A mediados de julio debo estar en Estambul unos días pero todavía no sé las fechas ni dónde me puedes encontrar —ojalá me reserven en el Pera Palas, mi preferido.<br /><br />Por favor, te ruego no interpretes esta agenda viajera como un acto de coquetería o vanidad, de prepotente pedantería. Como viajera sabes que no es de turismo lo que te estoy escribiendo. Las ciudades de las que te hablo forman parte más o menos sustancial de mi biografía viajera, por trabajo o por placer, que para mi caso es lo mismo. No soy turista, por supuesto; los aborrezco… Te dedico mi agenda, Saskia, para que puedas seguirme con tu imaginación si te apetece y dejarte caer en la tentación de pensarme mientras tanto. O me escribes algún correo si tienes curiosidad por conocerme, saber de mí, seguir leyéndome… No sé qué pasará por tu cabeza cuando me leas; si habré sabido llamar tu atención o no, parecido demasiado descarado o un loco obsesionado por tu sonrisa, confundido por tu milagrosa aparición, extraviado entre tus palabras… A lo mejor te apetece escribirme porque sí.<br /><br />Saskia, son casi las cinco de la mañana... Aprovecharé que estoy desvelado para seguir escribiendo mis cosas hasta el amanecer. Esta noche te la dedico a ti por entero, Saskia. <em>Una Rosa es una Rosa es una Rosa</em> escribiré en Roma, haré graffiti por ti. En cada palabra que escriba, en todos mis puntos suspensivos, hilvanaré tu sonrisa angelical, mi luciérnaga.<br /><br />Bona nit; es decir bon dia…<br /><br />Pablo-Pau<br /><br />+++++++++++++++++++++<br /><br />10.06.2003 11.28 AM<br /><br />Hola, Saskia <em>Rose</em>…<br />Llegué el domingo de noche de media luna. Esperaba encontrar letras tuyas de respuesta. Nada de nada. Ojalá mi carta no te haya incomodado; ni que fuera tan sosa que no mereciera al menos un saludo, aun breve… Saskia, sigo deseando una mirada tuya, aun compasiva…—y hasta una sonrisa, por qué no<br /><br />En un par de horas salgo otra vez de paseo por el mundo. Me demoraré por ahí no sé cuántos días. Todavía no he decidido si ir o no a Venecia después de Roma.<br /><br />Me hubiera gustado llevarme algo de ti en mi mochila, para qué ocultarlo…<br /><br />Estoy un poco melancólico, te confieso, Saskia… Te reclamo en esta preciosa tarde de verano. Me despido reivindicativo, toro bravo…<br /><br />Pau (impaciente)<br /><br />+++++++++++++++++++++<br /><br />10.06.2003 00.08 PM<br /><br />Por fin terminé de leer todos vuestros mensajes, casi quinientos en total. Nunca imaginé que tanta gente siguiera el programa literario de Sánchez Dragó a esas horas ni que respondierais con tanto entusiasmo a mi llamada de intercambiarnos ideas y experiencias sobre la escritura, ni mucho menos tanto interés por mi primera novela. ¡Muchas gracias por tantas palabras de ánimo!<br /><br />Soy novata e ingenua en informática, así que no sabía —ni fui precavida— que el buzón de Hotmail se iba a saturar con tal cantidad de mensajes. La de problemas que me ha dado vuestro entusiasmo. Menos mal que también he recibido consejos sobre mi idea de “regalaros” la novela enviándola por correo electrónico. Así que me he dejado asesorar profesionalmente y hemos decidido abrir una sencilla página web y “colgar” el texto original en PDF y que se sirva libremente quien lo desee. Aprovecharé para escribir otro texto mío de presentación, con mis pensamientos originales, algunas experiencias que deseo comunicar y ya veremos qué más.<br /><br />Entre vuestros mensajes he encontrado de todo, la mayoría “bueno y bonito”, pero ningún comentario desagradable o malintencionado, lo que os agradezco. Algunos me habéis comentado que se me veía segura y elocuente, pero que apenas tuve tiempo para extenderme sobre el argumento de mi novela. Si supierais qué nervios tenía; era mi primera entrevista en TV… También el presentador imponía lo suyo, ya sabéis cómo es Sánchez Dragó de quisquilloso en sus preguntas. En fin, que agradezco nuevamente vuestros afectos y prometo responder a cada uno individualmente, aunque sólo sea con una palabra, eso sí “personalizada” y emocionada.<br /><br />El dominio en donde alojaré mis páginas se llamará “laverdaddesatya”, es decir como el título de la novela:. Enviaré un aviso masivo y ya veremos cómo podemos celebrar juntos su inauguración, desde luego como un acto de amor literario…<br /><br />Algunas editoriales me han contactado mostrando interés por <em>La Verdad de Satya</em>, desaconsejándome que la “regale” a través de la red. Piensan que esta edición libre en Internet restará interés comercial a mi novela… Creo que no están preparados para los tiempos que corren y para las nuevas vías de creación y difusión literaria que empezamos a disponer. ¿Qué hay más estimulante y gratificante para un autor novel que saberse leído por miles de lectores y mantener con ellos una más que entrañable?… Mantengo que mi primera novela será un regalo para quien la encuentre… Escribirla fue un acto heroico por muchos motivos; ofrecerla abiertamente en TV un acto de amor colectivo; depositarla a la vista y al deseo literario de todos un acto de generosidad mutua entre el autor y sus lectores… Soy libre y me siento libre, como Satya, mi heroína… la Verdad de Satya es su libertad.<br /><br />Hasta muy pronto, cuando os anuncie “laverdaddesatya”. Tened paciencia, sed pacientes. La paciencia es la ciencia de la paz…<br /><br />Saskia. Besos rosas.<br /><br />+++++++++++++++<br /><br />10.06.2003 01.02 PM<br /><br />Hola, Pau-Pablo. Ten paciencia. Te escribiré en cuanto pueda. Me dices que sales de viaje otra vez. Llévate mis palabras contigo. Fuiste el primero que leí nada más despertar. Buen viaje. Beso rosa especial para ti. Saskia.<br /><br />+++++++++++++++<br /><br />10.06.2003 01.15 PM<br /><br />Gracias Saskia. Son palabras suficientes. No sabes la voluntad y la paciencia que tengo, como el guerrero de Castaneda, además la llevo en mi nombre. Esperaré tu carta en silencio. Disfruta de las palabras. Besos. Pau<br /><br />+++++++++++++++++++++<br /><br />18.06.2003 00.12 AM<br /><br />Os anuncio que mi Web “laverdaddesatya” ya está abierta con sus puertas de par en par para que la visitéis, me conozcáis mejor y podáis llevaros de regalo <em>La Verdad de Satya</em>… Que la disfrutéis, amigos. Que la verdad nos haga libres… Gracias por compartir mi más especial acto de creación y amor libre literarios.<br /><br />Gracias por vuestra paciencia y entusiasta interés.<br /><br />Saskia Roca de Togores<br /><br />+++++++++++++<br /><br />18.06.2003 07.13 PM<br /><br />Hola Pau…<br /><br />Te imagino ya en Tokio, un día después, descansando tras el viaje. Te escribo ahora esta pequeña nota para decirte que tu primera carta, que fue la primera que recibí y leí, me encantó y casi ruborizó (con un color más subido que el rosa de mi camiseta y maquillaje). Te sentí muy cerca, tan sincero como libre; tan sincero y libre como yo, además de romántico y apasionado… Presiento que algún día nos conoceremos. Cuando vaya a Mallorca este verano te aviso, nos vemos y charlamos… No quiero perder tu correspondencia. Escríbeme a éste correo personal <a href="mailto:saskiarocadetogores@yahoo.es">saskiarocadetogores@yahoo.es</a> y cuéntame de tus viajes.<br /><br />Ahora estás en Japón. Lo que daría por estar de nuevo en ese país que me fascina y en el que he aprendido tanto, sobre todo a estar en el mundo con una sensibilidad digamos artística, profundamente conectada al arte y la naturaleza. Te envidio, te admiro, Pau-Pablo. Te seguiré por el mundo con mi imaginación y mi sonrisa más rosa, como tú dices… Muchos besos por ahora.<br /><br />Saskia<br /><br />+++++++++++++++<br /><br />21.06.2003 09.13 PM<br /><br />Hola Saskia… Te escribo de madrugada en Tokio. Estuvo lloviendo toda la tarde, cené pronto, me acosté; recién me he levantado para escribirte y hacer tiempo para ir a las cuatro al mercado de pescado de Tokio, el <em>Tsukiji</em>, uno de los espectáculos más fascinantes que pueden verse y que estoy seguro conoces.<br /><br />Desde hace unos años cuando vengo a Tokio me alojo en el hotel <em>Yamanoue</em>, conocido como el Hilltop Hotel —porque se encuentra sobre una pequeña colina, ahora rodeado por una de las universidades de Tokio… De aquí salió Mishima con sus discípulos para hacerse el <em>seppuk</em>o que consiste en abrirse en canal el vientre de izquierda a derecha y luego otra vez al centro y desde allí hacia arriba hasta el esternón, todo ello según un ritual preciso según las reglas del <em>bushido</em>, el código de los samurais. No sé si sabes que este dolorosísimo suicidio ha de hacerse sin mancharse de sangre las propias manos del suicida (lo que sería su deshonra) y con la intervención de alguien de su confianza, un compañero o <em>kaishaku</em> (caballero), que ha de cortar la cabeza al suicida por honor si ve que sufre “lo insufrible”; en el caso del suicidio ritual de Mishima, su compañero falló los tres primeros intentos de decapitación… que sólo pudo culminar otro amigo. Qué “jodido” narcisista y grandísimo escritor Mishima, y que vida y muerte tan sublimes (lo digo como categoría estética romántica); murió joven, es decir héroe, por su voluntad existencialista, su desmedida pasión por la belleza…<br /><br />Habitar este hotel es un verdadero regalo para mi proverbial fetichismo existencial, mi búsqueda de sentidos simbólicos a lo que ordinariamente llamamos “vida corriente”. En realidad resulta excitante, estéticamente hablando, habitar de vez en cuando la habitación de Mishima en el Yamanoue, hacer el amor aquí, en donde parece ser acabó de escribir su última novela —<em>La corrupción de un ángel</em>— poco antes de suicidarse el 25 de noviembre de 1970.<br /><br />Cerca del hotel hay tiendas que venden instrumentos musicales, sobre todo guitarras eléctricas de segunda mano —ayer estuve a punto de comprar una presunta guitarra de Eric Clapton, y no sé tocar ni las castañuelas, aunque de jovencito tocaba en un grupo aficionado “de oído” e incluso me atrevía con la rítmica de “<em>La Casa del Sol Naciente</em>” o algún solo al estilo de <em>King Crimson</em>… —lo que tiene uno que hacer de jovencito para enamorar a una colegiala de las Teresianas con rebeca azul y cortísima falda plisada; qué reclamos los de la primavera y los del amor… Por cierto, el primer libro de Mishima que compré —<em>Sed de Amor</em>— se lo regalé a una chica que me quería ligar un día de San Valentín; pensaba que el título de la novela era suficientemente explícito para que entendiera mis intenciones…Y vaya que las entendió. Cinco años después me casé con ella, es la madre de mi hijo, nos divorciamos de mutuo acuerdo, y yo me quedé el libro…<br /><br />Bueno, volvamos al asunto “Japón”… Japón no es mi país ni cultura preferidos en Asia, pero sí mi primera experiencia en Oriente, algo así como el primer amor, la primera amante “prohibida”… De hecho mi primer viaje largo, especial, fue a Japón, en los ochenta… —ay, dios, cuánto tiempo. Estuve tres semanas; cuando llegué era septiembre, finales: los parques, los bosques, amarilleaban y luego anaranjeaban, por días, por horas, se hacían oro viejo antes incluso que el tiempo les reclamara su deuda con la vida... Además de Tokio, estuve entonces en Kamakura, en Nara, en Kyoto y en Osaka. En mi primera noche en Tokio estuve alojado en un hotel en <em>Ginza</em>, en una habitación absolutamente cool y “supertechno” en donde experimenté el trance de mi primer terremoto y la sorpresa de sentir cómo mi cama se movía aun sin querer —tampoco es que haya aprendido desde entonces a moverla queriendo; bueno, sí, un poco… Queriendo se puede mover hasta el universo a tu alrededor… Pues eso, que vaya susto… —nuestro primer terremoto, como otros primeros estremecimientos del cuerpo, son inolvidables… ¿no?<br /><br />Me fascinó Kamakura, sus bosques, la bahía y por supuesto sus templos: el <em>Buda Amida Nyorai</em> —el Buda de la luz infinita, su sonrisa— en el templo de <em>Kotokouin</em>, que fue el primero que visité… y los demás templos budistas y sintho de la ciudad y sus alrededores… —en especial el templo dedicado al buda niño, no recuerdo su nombre, en donde precisamente estuve el 21 de septiembre, día del equinoccio de otoño, día para honrar los familiares y amigos muertos… Saskia, es posible que conozcas este templo; aun con todo imagina conmigo sus laderas con miles de figuritas de budas niños con vestiditos de colores y pañuelos de seda al cuello; una niebla de incienso entre sus veredas, bruma sagrada… y cientos de padres llevando sus ofrendas a estos buditas niños que representan sus propios hijos muertos recién nacidos, sus bebés, incluso los que nunca vieron la luz —una experiencia mística, de verdad… Qué maravilla ese olor a incienso impregnando el bosque, extendiéndose invisible con solo pestañear las hojas y el roce de mi silueta sobre sus troncos… Imagina ver despedirse la tarde frente a la bahía de Kamakura desde un bosque de bambúes gigantes, el cielo violeta perfecto, púrpura… La eterna belleza, es decir suspendida en el instante, sublime… de escalofrío, Saskia.<br /><br />En Kamakura compré algunos de mis souvenirs más queridos: un juego de recipientes de laca color rojo cinabrio, mi primer <em>rakú</em>; y un par de antigüedades: una bandeja para el té de laca negra con incrustaciones de madreperla y una pipa para fumar opio de concha de tortuga, caña de bambú y latón dorado… He vuelto otras veces a Kamakura y he podido recorrer creo que todos sus templos y veredas sagradas: el <em>Engaku-ji</em>, el <em>Hase Kannon</em>, y el <em>Toke-jui</em> —ese templo que era utilizado por las mujeres que querían divorciarse de sus maridos—, el santuario <em>Kamakura-gu</em>… ¡Tantos lugares hermosos y santos!<br /><br />Otro día te contaré mis experiencias en Nara y Kyoto, en el resto de Japón, las alternaremos con las tuyas; los dos, Sherezades a gusto… Acabo ya esta carta. Se me va a hacer tarde para llegar a tiempo al <em>Tsukiji</em>. Siempre que vengo a Tokio voy al menos una vez al <em>Tsukiji</em> aprovechando mis noches insomnes por el jet lag —estoy seguro que lo conoces, así que me ahorro más detalles sobre el mercado y su espectáculo.<br /><br />De despedida te trascribo un fragmento que he escrito esta mañana en mi Moleskine: "<em>quédate durmiendo, amor, volveré cuando despiertes; voy a intentar suicidarme nuevamente con fugu, el pescado venenoso… no temas, no me he muerto todavía y mira que lo he intentado… creo que estoy inmunizado a ese veneno y a la muerte heroica… ¿Serán tu amor y nuestras petit mort de cada día el antídoto perfecto, no?"</em>... Lo he escrito en el Parque <em>Koishikawa Korakuen</em>, frente a uno de sus jardines repletos de Iris violetas. Recuerda, Saskia, estamos en plena floración de lirios en Japón; tanta belleza conmueve.<br /><br />Por cierto, Saskia… ¿No serás “caballo de fuego” por fatalidad? No desearía tener ningún otro affaire amoroso con una mujer <em>hinoe uma</em> —“caballo de fuego” según el horóscopo chino-japonés, es decir nacida en 1966, lo que es casi un tabú en Oriente. Ya me enamoré una vez de una “yegua de fuego” y todavía me estoy recuperando de las heridas de sus dientes, de su fuego, cicatrizadas pero dolientes todos los días con excesiva humedad, como hoy por ejemplo…<br /><br />Bon dia, Saskia… Besos-Pau<br /><br />+++++++++++++++++++++<br /><br />22.06.2003 11.10 AM<br /><br />Hola, Pablo-Pau… Sí, soy “caballo de fuego”. Nací el 6 de junio de 1966. Nunca se habían metido con mi horóscopo hasta ahora, solamente con mis fechas: 6.6.66. Tú sabrás qué hacer…<br /><br />Me encantó tu carta desde Tokio. Me hiciste recordar tantas cosas, tantas sensaciones aún vivas. Disculpa que no te escriba tanto como tú quisieras y yo también, pero las ocupaciones cotidianas me abarcan demasiado tiempo, estos días están siendo una locura, ahora con la mudanza de la casa de mi padre, ayudándole a empaquetar una vida, mi infancia y adolescencia también. Tengo un problema con los objetos, el exceso de fetichismo me ha convertido en una iconoclasta, estoy tirando todo, no soporto las ataduras nostálgicas que se desprenden de los objetos. Si es que los hombres tienen alma, los objetos también. Debería estar prohibido regalar cosas que no sean consumibles, y si no lo son deberían tener fecha de caducidad. ¿Cómo te las apañas con tantos recuerdos? Yo decidí no crear más objetos por los apegos infinitamente extensibles a los que me avocaba. Una locura de sensaciones, de conexiones, de deseos, de necesidades. Mucho mejor guardar lo seleccionado en la mente y expresarlo con la palabra. Por cierto escribes muy bien, consigues que te sienta, que te conozca. Es un misterio no saber cómo eres físicamente, no tengo prisa, tampoco sé cual es tu dedicación, por la cual quizá viajes tanto y tan solo? Interpreté que a lo mejor tienes algo o mucho que ver con el arte ¿Se viaja tanto con el arte? O periodista o yo qué sé…<br /><br />Sigue escribiéndome. Me hace bien.<br /><br />Besos. Saskia.<br /><br />+++++++++++++++++++++<br /><br />23.06.2003 01.10 PM<br /><br />¡Lo intuía, Saskia! ¡Yegua de fuego! Tengo que reponerme del shock… A ver qué se me ocurre para engañar al Destino.<br /><br />Son muy importantes los nombres, los títulos, las fechas, no se pueden dejar al azar… Por ejemplo es muy especial tener un hijo que haya nacido el 30 de marzo, fecha del nacimiento de Goya, o el primer encuentro de una mujer y un hombre el 18 de diciembre o 29 de junio, fechas que señalan la vida de Paul Klee, por ejemplo… En cuanto al nombre, mis favoritos empiezan por la partícula “mar” o la contienen: Mar, Marina, Margarita, Marta, María… —lo que es una suerte vivir en España y haber viajado tanto por Latinoamérica, que tantas mujeres tienen un “María” entre sus nombres aunque no lo utilicen. El problema viene ahora con las jovencitas que todas se llaman Raquel, Rebeca, Silvia o Paula a secas, y ya no te digo con nombres como Saskia, etc… que no sé cómo pegar el “mar” a tu nombre, querida. Con las demás nacionalidades, las demás lenguas, soy un promiscuo sentimental, lo confieso, me da igual cualquier nombre con tal que tenga alguna vocal entre sus consonantes…<br /><br />Sí, tengo que ver algo o mucho con el arte, el arte de la vida, por supuesto. Mañana vuelvo a Europa, llegaré a la isla en dos días. Nos leemos y escribimos entonces.<br /><br />Besos de mostaza. Pablo<br /><br />+++++++++++++++++++++<br /><br />25.06.2003 00.25 AM<br /><br />Querida Saskia. Regresé esta misma noche a la isla. Estoy cansado, fatigado por el viaje, los controles en los aeropuertos, las largas esperas. Llevo casi un mes vagamundeando por ahí… Hace calor en Mallorca, en casa; la tímida brisa de madrugada apenas abanica las hojas. Si extraño mi cama o me sofoca la noche intentaré dormir sobre la “hamaca/barca/media luna”, bajo la madreselva. En todo caso cerraré los ojos en un rato y ojalá sepa soñarte... Mañana espero/deseo escribirte un poco más largo… porque me gusta saber que me lees, rosa Saskia.<br /><br />Me despido por unas horas, una nadería...<br /><br />Bon dia ya… Pau<br /><br />+++++++++++++++++++++<br /><br />26.06.2003 11.55 PM<br /><br />Casi en la media noche te escribo, Saskia, en la isla grande. Estuve entretenido con cosas domésticas todo el día, hacía tanto tiempo. Estoy perezoso, desubicado, extranjero en mi casa… Saldré ahora a vaguear con Klee un rato por la playa y luego mi fiel amigo hará su cagadita de cada noche en la puerta de la Fundación Miró… Hace calor, demasiada. Voy medio desnudo; apenas llevo enredado en mi hombro un hilo de brisa y tu sonrisa adherida a mis pestañas… para qué más esta noche de calor y sofoco.<br />Aun recuerdo tu voz. Saskia, o la invento… no sé.<br /><br />Calor, <em>spleen</em> en Mallorca... Debussy y Sonny Rollins... Me gusta escribirte, Saskia, para leerte mañana.<br /><br />Besos que abanican… Pau<br /><br />+++++++++++++++++++<br /><br />27.06.2003 00.43 AM<br /><br />Qué gusto pasear por la playa a estas horas, Pau... Ahora en Madrid también hace un calor sofocante, pero no hay mar ni playas por las que perderse ni hilos de brisa que enredarse en el cuerpo ni…<br /><br />Aquí el ánimo también es melancólico, debe ser cosa de la temperatura, de la sequedad, de las alturas...<br /><br />Cuando nos encontremos, que nos veremos este verano te prometo, tienes que contarme historias de tus viajes, anécdotas, me apasiona viajar, mi vida es un viaje a mi aire. En febrero y marzo pasados estuve en Japón, y el anterior en el norte de la India. Me fascinan esos países y su cultura. Yo fui una <em>geisha</em> en otro tiempo, seguro que sí…<br /><br />Te deseo una buena noche, aire fresco… Besos de verano.<br /><br />Saskia<br /><br />PD: Se me olvidaba decirte que estaré unos días en la Sierra, temas familiares. No llevaré el ordenador portátil, así que no podré escribirte ni leer. No obstante escríbeme tú si quieres y apetece. Intentaré buscar un cyber-café para controlar los mensajes que me envían mis lectores y de paso leer los tuyos. Podrías leerme mientras tanto en mi novela, <em>La Verdad de Satya</em>. ¿La empezaste ya? ¿Qué te parece? Sigue…<br /><br />+++++++++++++++++++++<br /><br />29.06.2003 11.43 PM<br /><br />Te escribo de noche, como siempre, de espaldas al mar… Una leve brisa de seda, apenas un suspiro, se enreda al cuello mientras te escribo. Mi jardín huele hierbabuena y madreselva. Yo huelo a jazmín y canela.<br /><br />Hoy fue un día de mar salada y velas blancas. Me duele el sol en los hombros, en la frente, en los pómulos. Me quema la piel de ir tan desnudo por la vida y esos mundos de dios. Es que los viajeros somos unos extravagantes nudistas exhibicionistas o qué sé yo, Saskia… Pues eso, que estuve en el mar en un barco de vela (ajeno) y me quemé demasiado. Ya ves, eso de pasear por el norte y bajo sus auroras boreales al final trae consecuencias lamentables. Nunca me acostumbraré al norte ni a sus cielos opacos.<br /><br />Esta tarde te recordé, mujer, te imaginé. Encarando el puerto de Andraxt te imaginé sirena, vestida de mar azul prusia. Qué locos estos viajeros exhibicionistas y qué imaginación la suya, dirás... Era una tarde tan hermosa, Saskia, que quise invitarte a mis ojos para que fuera inolvidable. Bienvenida Saskia, la sirena de mis tardes de insolación, ángel de mis madrugadas...<br /><br />Comenzaré a leer tu novela mañana. Pondré voz a tus palabras Saskia-Saskia, y colores y sabores: sonrisa rosa, voz limón, mirada de dulce de leche...<br /><br />Me pides que te hable de mis viajes… Ya lo hago entre líneas, Saskia. Además estoy seguro que algún día —ojalá pronto— nos regalaremos cuentos a la luz de la luna o al atardecer, por ejemplo. Me gusta contar historias vividas, cuentos, y que me los cuenten cerca… ¿Recuerdas <em>Memorias de África</em>? ¿Te gustó? ¿Quieres disfrazarte de Sherezade en un <em>Ryad </em>del sur de Marruecos, en Mogador por ejemplo? ¿O disfrazarte cómo? ¿Dónde, cuándo? Tiempo habrá los próximos días, meses, años, para escribirnos y leernos.<br /><br />Creo que van a adelantar mi viaje a Estambul, el miércoles me lo confirman. Pasaré los próximos días en la finca de unos amigos al otro lado de la isla, descansando y dejándome ganar por mis perezas. Dejaré que los días vengan de puntillas; a ver si aprendo de nuevo a dormir a las horas, cuando la mirada empieza a sentirse derrotada... Te escribiré siempre que pueda con la ilusión de dibujar sonrisas frescas en tu cara aniñada. Ah, por cierto, he impreso la foto que tenías “colgada” en tu página <em>Web</em>. ¿Es reciente? ¿Antes o después del programa de TV? Te noto cansada, tienes la mirada y la sonrisa cansada o preocupada. Me resulta extraña al compararla con mis recuerdos —de menos de un mes, ¡Tanto!<br /><br />Bona nit, mi luciérnaga… Será bon dia cuando me leas…<br /><br />Pau<br /><br />++++++++++++++++++++++<br /><br />01.07.2003 11.20 PM<br /><br />He vuelto antes de lo previsto a Madrid. Han cambiado los planes. Nos vamos unos días a Cádiz. Espero pasar también algún día en Tarifa, que me encanta. Nos escribimos y leemos pronto, querido Pau o Pablo o como quieras que te llames. Volveré a hacer más o menos vida normal cuando vuelva a Madrid el 10 de julio. Besos que se alejan. Saskia<br /><br />PD: La foto es de la semana después del programa. Mi alma se trasluce en la cara. No fueron buenos días por otros motivos. Ya pasó.<br /><br />++++++++++++++<br /><br />04.07.2003 02.39 AM<br /><br />Querida Saskia: recién llego de la noche, de caminar por ahí. Disfruté el regalito de tu novela y la leí ayer de un tirón frente al mar que deseas.<br /><br />Me gustó la novela, el mosaico que inventaste, un collage de deliciosos fragmentos. Tengo que volver a algunos párrafos, a algunas escenas para saborearte más y con más tiempo. Esa teoría del deseo me interesa, es genial. En la página 150 hay unos párrafos repetidos, mira a ver si los corriges…. Bien por los nombres y referencias de artistas, como los relacionas con las islas y con los proyectos de jardín de tu protagonista, pero esperaba más, muchos más que ilustraran esas secuencias y escenas. De todos modos tienes una gran habilidad para hacer visibles las escenas y los personajes, parecen videoclips; y sensibilidad para hacer aflorar sentimientos, emociones intensas, muy poéticas. Me gusta tu música, la que señalas de fondo Ah, y trabajas muy bien el lenguaje a pesar de lo que digan algunos comentarios en tu página. Por cierto, esa idea tuya sobre la inutilidad, ¿no tiene que ver con el concepto de indiferencia de Duchamp?<br /><br />Bueno, también escribí esta mañana algo para ti, algo sobre los viajes... Te lo adjunto a esta cartita. Tiene que ver con Venezia y con el libro de Italo Calvino, <em>Las Ciudades Invisibles</em>. Espero que te guste. Lo escribí hace unos años pero lo he “reformado” hoy mismo. Me inspiras, Saskia.<br /><br />El sábado viajo a Estambul por fin… Volveré la semana siguiente, quizás por Madrid. También estoy viendo la opción de irme a Venezia luego de Estambul. Ya veremos. Aunque necesito llevar en orden mi agenda no me gusta hacer planes, o los rehago sobre la marcha. ¿Quién puede asegurar qué será de nosotros mañana, la próxima semana? Vivamos el tiempo que nos merecemos como está escrito, por lo menos. ¿O no?<br /><br />Besos sabor vodka con maracuyá…<br /><br />PAUBLO<br />+++++++++++++++++++++<br /><br />11.07.2003 03.13 AM<br /><br />Querida Saskia, siempre en mi recuerdo…<br /><br />Te escribo en la habitación del hotel, mirando al Bósforo. El gran ventanal abierto, y el aire acondicionado a tope. Hace un calor insoportable esta noche. Mis asuntos van bien, aunque no con el resultado que hubiera deseado. No siempre se puede ganar. Volveré a España el domingo por la tarde. Me quedaré a dormir en Madrid y el lunes iré a Venezia para tres o cuatro días. Ya sabes, la Bienal que no pude estar en su inauguración.<br /><br />Cualquiera te dirá que Estambul es una ciudad reclinada sobre el Mar de Mármara y el Cuerno de Oro. No sé si la conoces, y si es así, qué te voy a contar… Hermoso Mar de Mármara: tres veces Mar… Mar… Mar… Estambul es una de mis ciudades preferidas, de esas que se añoran y desean a distancia, a la que vuelvo siempre que puedo para estar por estar y dejar pasar los días sin otro motivo. Me gusta volver de vez en cuando, que no pase mucho tiempo para que no cambie demasiado. No quiero alojarme, y alojar a Estambul, únicamente en mi memoria…<br /><br />Cuando vengo por mi cuenta, suelo alojarme en el <em>Ayasofia Pansyons</em> (cerca del Topkapi, en la callecita de las maravillas y casitas de madera) y otras veces en <em>El Yesil Ev</em> (Green House), muy cerquita del primero. Me gusta la decoración otomana tardía, tan decadente a la vez que sutil, las habitaciones tapizadas en seda o terciopelo adamascado, las maderas de limoncillo y palo de rosa, las incrustaciones de madre perla y nácar. En Estambul puedo dar rienda a mi cínico romanticismo, solo o acompañado, como quieras. En cada viaje a Estambul inauguro o invento amantes; o ellas me inventan a mí, que es lo mismo dada la voracidad de nuestra imaginación para derrotarnos sobre los cubrecamas y sábanas recreando nuevamente nuestros cuerpos. Estambul es una pura y permanente invención o una serie de deliciosas realidades y derrotas encadenadas con eslabones de seda, que para el caso es lo mismo —¿no se trata de renacer?<br /><br />Es innecesario que te describa la redondez de las cúpulas y la agudeza de los alminares hacia el cielo, que te guíe en un recorrido turístico por <em>Hagia Sophia</em>, la Mezquita Azul y por casi todas las mezquitas de casi todos sus sultanes y los serrallos y la Biblioteca; hace tiempo que dejé de visitar monumentos en Estambul. Tampoco el Gran Bazar, el <em>Kapali Çarci</em>, es el lugar que más frecuento —prefiero otros bazares, otros zocos de mis otras ciudades: Kairuán, Marrakech, Jerusalén, El Cairo… Aun con todo, de vez en cuando, merodeo por algunos de sus rincones más auténticos y me detengo a manosear libros editados en Londres o Berlín, a acariciar sus encuadernaciones, o paso horas rebuscando antiguos platos y azulejos de Iznik y Ragges, encontrando figuritas de alabastro, de sardónice, de malaquita, de esas que uno no puede pasar de largo como si nada. Tengo la vida llena de libros, de encuadernaciones, de raras porcelanas y esculturitas en piedras preciosas. Colecciono recuerdos y los amontono a su capricho —a menudo los recuerdos se confunden entre ellos.<br /><br />Prefiero perderme en el <em>Bazar Egipcio</em>, en el de las especias, y dejarme llevar por los olores y los colores del pimentón y el comino, por la canela y el curry, el jengibre, los tés y manzanillas, las legumbres, los granos de café… y las sonrisas de las mujeres y sus blancas ferocidades… y sus ojos tristes y profundos. Al salir del tumulto siempre hay un “<em>lokanta</em>” en el que reposar y comer cualquier plato del día: casi siempre verduras y hortalizas, ensaladas de tomates, berenjenas y garbanzos, aderezadas por la “<em>tahina</em>”, la crema de semillas de sésamo… y huevos o arroz, y cordero deshuesado con dátiles, ummm… y bebiendo “<em>ayran</em>” o té, y regalándome a los hojaldres y las delicias turcas… ummm… —qué delicioso simulacro de cuerpos devorándose, caníbales insumisos e insatisfechos.<br /><br />Cuando estoy solo en la ciudad, muchas noches salgo a vagamundear sin rumbo por la <em>Istiklal Caddesi</em> hasta que no puedo más de tanto bullicio; luego voy a esconderme en alguna taberna subterránea a mirar. No sé que me pasa en Estambul —o en Venezia— cuando estoy solo. Parezco un caracol con su inmensa esfera de los recuerdos espirales a cuestas, tan refugiado y ensimismado que hasta me hago invisible frente a los cristales de los escaparates. Así que no me queda más remedio que mirar y hacer que me miren para saberme aquí y ahora y no en las demás ciudades de mis fechorías o a la cintura de los amores que fueron para siempre mientras duraron o a la sombra de sus lejanas estaturas. Me entretengo a mi manera tejiendo fantásticas telas de araña para atrapar al aire nuevos ojos verdes, negros, azules, avellanas con miel, de esos que andan por ahí buscando sonrisas desconocidas. Las aventuras más apasionadas nacen de miradas furtivas, da igual si descaradas o agazapadas tras un discreto velo de aparente indiferencia, que te convocan sin más garantía que su belleza a una cita urgente e inaplazable sólo apta para gente con corazón de verdad. Y es que en una mirada sabemos ya cómo se enredarán luego nuestras pestañas, cómo nos escalaremos temerarios y arrojaremos suicidas al pozo hondo del placer aquella noche, y si habrá o no después un último cigarrillo… Incluso adivinamos en un abrir y cerrar de ojos la partitura de sus gemidos y el guión de nuestras palabras de adiós o hasta luego sin mucha convicción ni esperanza. En Estambul —como en Venezia— ninguna mujer puede ser confundida con una puta ladrona aunque te haya robado el alma para siempre o dejado en la más completa ruina por un beso de esos que nunca aprenderemos a contar con palabras ni falta que hace. Quien ama tan locamente no tiene derecho a reclamar luego su alma o su fortuna o la exacta verificación de todas esas promesas que se dicen por decir cuando se finge estar enamorado.<br /><br />Estoy seguro que si vienes a Estambul querrás ir a los baños turcos para hermosear tu piel y tu vientre, dejar pasar dulcemente el tiempo en el <em>hammam</em>… sin duda excitada, impaciente y nerviosa, deseando ya mismo las desconocidas caricias que te esperan aún no sabes dónde, si en su hotel, si en el tuyo o en una preciosa buhardilla con vistas al Bósforo en el barrio de Babek —ay, estas mujeres que parecen niñas; como si fuera la primera vez que tus muslos y tu espalda fueran a tensarse por el placer de un amor de una sola noche, de esos a primera vista que no duelen… Deja hacer a esas mujeres grandes del hamman, son maestras en los misterios del cuerpo y sus secretos más íntimos, deja que te descubran tus preciosos resortes escondidos que desconocías por unas liras… Seguro que entre la espuma y las manos de esas mujeres te sorprenderás lloriqueando entre risas, estremeciéndote no sólo con escalofríos… Amando tu cuerpo en sus manos aprenderás a regalarte derrochadora más tarde…<br /><br />Ve tú a saber donde nos encontraremos por primera vez, frente a frente; si nos encontraremos en Estambul o dónde. Ya conoces como son los misterios del Destino y sus juegos de prestidigitación a los que nos tiene acostumbrados. Mira que pasó aquella madrugada no hace tanto en la que quise reconocerte todavía sonámbulo, y mira las palabras que nos hemos leído, y las que no nos hemos escrito por pudor todavía… Ojalá pueda guiarte por los laberintos de Agatha Christie en mi hotel preferido, en el <em>Pera Palas</em>. A lo mejor nos ayudamos por unos días, cómplices, a cometer un asesinato irresoluble, el de la soledad… Te prometo que no habrá armisticios ni treguas. Soy un conversador desalmado, un viajero despiadado, un amante de los de antes de la guerra… Soy Pau Bondia, el alquimista, el que cambia el valor de las palabras sólo con escribirlas. Pero eso tú ya lo sabes, lo vas descubriendo poco a poco mientras sueñas estar en Estambul sobre el tapiz volador de mi literatura… Qué te voy a decir que no haya descubierto en una mirada…<br /><br />Ven pronto, cuando quieras… Besos húmedos y salados desde Estambul. Qué sofoco…<br /><br />Pau / Pablo<br /><br />+++++++++++++++++++++<br /><br />11.07.2003 02.13 PM<br /><br />Mi querido Pablo, tengo tantas cosas que contarte. No sé cómo lo has hecho pero has logrado que piense en ti todo el tiempo, en lo que me escribes y vas filtrando sabiamente, con sensibilidad en tus cartas. Contigo tengo muchas conexiones, causalidades o sincronías, como quiera que se llame. El día después de que me escribieras sobre Venecia y me enviaras aquel texto tuyo sobre <em>Las Ciudades Invisibles</em>, me topé con una revista antigua —<em>El Europeo</em>— en la biblioteca de la casa donde estaba en Cádiz; la abro a voleo y me encuentro con un artículo sobre Venecia escrito por Félix de Azúa… Buscando en la misma biblioteca <em>El Elogio de la Sombra</em>, me encuentro el libro de Italo Calvino fuera de orden al lado del de Junichiro Tanizaki. ¡Increible! Pero lo más sorprendente fue lo que sucedió ayer y esta mañana al leer tu preciosa y sensual carta desde Estambul. Te explico:<br /><br />Ayer vino a verme una de mis mejores amigas, Iris. Venía a proponerme nada más ni menos que fuera con ella a Estambul a pasar este fin de semana. Participa en una reunión financiera internacional allí y la organización la invita junto con un acompañante de su elección. ¡Imagínate, Pablo qué casualidad, qué magia! La última vez que estuve en Estambul también lo hice con Iris. Es una ciudad que nos fascina a ambas. Además la madre de Iris es turca, aunque educada en Francia, y siempre se ha sentido muy unida a esa ciudad. Le conté que alguien que conocía sólo por carta y a través de sus escritos estaba ahora allí. Con sólo contarle un poco de ti y leerle tu carta desde Tokio, Iris hizo todo lo posible para convencerme de que la acompañara sin excusas y nos encontráramos tú y yo por primera vez en esa sensual ciudad entre dos mundos, dos tiempos, en “tierra de nadie”. Piensa en el sobresalto que he sufrido al leer tu carta desde Estambul esta mañana. La he leído y releído tres veces, me ha hecho flaquear las piernas, incluso imaginar nuestro encuentro así por sorpresa y gracias al destino en Estambul. Pero no puede ser, Pablo —ya te contaré en otro momento y con más detalle por qué no es posible… Salgo en un rato a la Sierra a pasar el fin de semana, mi presencia allí hasta el domingo es inexcusable…<br /><br />Sí he estado en el <em>hammam</em> que está al lado del hotel <em>Pera Palas</em>, ahora no recuerdo el nombre, — ¿<em>Galatasaray</em>?— y me he entregado indolente y emocionada a las manos de las matronas carnosas y decididas. Sin rechistar me han depurado de asquerosos rollitos de materia, y luego me han restregado sin piedad con jabón, por el cuerpo, por la cabeza, por los ojos, me han frotado, me han vapuleado, me han regado, me han sonreído con complicidad, me han vuelto a regar y luego me han dejado descansar al calor de la piedra de mármol. Sentí renacer, las aguas me fascinan, y los cuerpos desnudos desdibujados por el vapor, los movimientos lentos, los sonidos del silencio. Luego cené en el Pera, recorrí a hurtadillas sus pasillos y más tarde me tomé un té de manzana en una terracita con vistas al barco hundido en la costa del Marmara. Qué maravilla de ciudad, efectivamente de las más hermosas del mundo.<br /><br />Pablo, por cada carta que me escribes se me ocurren diez para contestarte; pero a veces, ante el exceso, retorno a la filosofía del <em>haiku</em>.<br /><br />Y como si fuera un haiku entiende estas palabras que voy a escribirte ahora. No lo había pensado al empezar esta carta. Es un impulso… Quiero que nos encontremos en Madrid este domingo. No pierdas el olor y los sabores de Estambul por el camino, Pablo, por favor…<br /><br />Te dejo mi número de teléfono para que me envíes un mensaje cuando hayas llegado a tu hotel en Madrid el domingo. Te diré cuándo y dónde nos encontramos. No sé cuándo podré bajar de la Sierra.<br /><br />Hasta ayer soñaba contigo; trenzaba mis palabras a las tuyas para confeccionar una especie de tapiz mágico con tu rostro y tu cuerpo todavía desconocidos. Te veía con varias caras, intentaba descifrarte. En tu carta desde Estambul escribes tu nombre: Pau Bondia; no es suficiente… He buscado en <em>Google</em> tu rostro, no tu curriculum. He encontrado una foto tuya frente al mar azul, tan azul como el de tu camisa. Estás de perfil y tienes rostro de marinero. Esa imagen sí es suficiente. Sé que miras lejos y profundo, me basta… ¿A qué sabe tu voz?<br /><br />Nos vemos el domingo, querido Pablo, mi alquimista. No estoy nerviosa… ¿Y tú?<br /><br />Besos de Saskia, originales.<br /><br />+++++++++++++++++++++<br /><br /><br />El domingo 13 de julio de 2003 llegué a Madrid a media tarde vía París. Ya en el hotel envié un sencillo mensaje a Saskia: “<em>Estoy en tu territorio. Guíame</em>”. Exactamente a las 9 de la noche recibo su mensaje de respuesta: “<em>A las 10 en Chicote. Espérame si llego tarde. A qué sabe tu voz? Has cenado? Besos mientras tanto</em>”<br /><br />Recordando emocionado aquel nuestro primer encuentro, no dejo de preguntarme todavía por qué Saskia me citó en <em>Chicote</em> a las 10 de la noche de un domingo de julio caluroso y tormentoso en el que probablemente se encontraría cerrado… Y así fue, estaba cerrado a cal y canto. La esperé cerca de media hora más deambulando por las aceras de la Gran Vía hasta que me llamó con su móvil.<br />—Soy Saskia, estoy llegando… —oí su dulce voz nuevamente, la echaba en falta desde hacía 42 días.<br />—<em>Chicote</em> está cerrado, Saskia, estoy esperándote en la esquina próxima, en la Gran Vía.<br />—Qué pena… Dejaré el coche en un aparcamiento cerca. Estaré contigo en diez minutos, máximo. Ya pienso donde vamos ahora, no te preocupes. Me gusta tu voz, sabe a melocotón de terciopelo. Nos vemos, aguanta… —y cerró su comunicación dibujándome una sonrisa de regalo. Y eso que debería estar un poco mosqueado por el lugar de la cita, la hora, su imprevisión. Así era Saskia…<br /><br />Nos encontramos por primera vez y nos dimos nuestro primer beso en las mejillas a las 11 de la noche de aquel primer domingo juntos, en Gran Vía esquina Víctor Hugo. Cualquiera que pasara por allí en ese momento podría confundirnos con dos miserables vestidos deportivamente haciendo la calle, o la esquina, sin saber muy bien quién era el cliente de quien. Lo que era evidente es que nos gustábamos, que queríamos explorarnos sin miedo ni cautelas de primeras, valientes; no sabíamos mentir con los ojos entonces. Y eso que apenas hacía un nanosegundo que nos habíamos medido por primera vez nuestras temperaturas con el tacto… Lo sorprendente era que teníamos la misma fiebre.<br /><br /><br />Esta mañana me he levantado temprano, a eso de las nueve. Tengo los ojos hinchados, enrojecidos, fotofobia. Forcé demasiado la vista al buscar y leer en la pantalla un montón de páginas de la correspondencia con Saskia. Afortunadamente guardé todo. Nos gustaba tanto escribir; poníamos alma y corazón, vísceras, en todas nuestras cartas y mensajes, así hasta el final. Espero que este material me sirva para descubrir alguna clave, alguna información, algo que se me escapó en el momento y puede ser útil ahora en mis investigaciones, para desenredar la madeja… El <em>laptop</em> es mi tesoro, mi memoria mineral como me gusta llamarle, mi <em>Caja de Pandora</em>, el guardián de los secretos y también el objeto de deseo de los que me persiguen. Menos mal que no lo encontraron los que saquearon mi casa. Suponían que los archivos estaban en el ordenador grande de mi despacho. No, todo está aquí. Essaouira, <em>Dar Hadaya Ilahe</em>, la habitación <em>Paul Klee</em> son ahora sus cajas fuerte, una dentro de la otra. Y Aicha y yo sus guardianes en primera línea… Qué bien que esta mañana haya hablado con Aicha para tranquilizarla; a lo peor me excedí ayer con las precauciones… No obstante le he dicho que esta tarde hablaremos más y le daré alguna información nueva, hasta donde pueda.<br /><br />No he podido resistirme —al contrario, he tenido un cierto placer morboso— a pasar a papel mis primeras cartas con Saskia hasta que nos encontramos en Madrid. Creo que son muy importantes para entender nuestra historia, para construir la novela. Desde sus orígenes nuestro amor, nuestro proyecto vital estuvo impregnado de magia y un incontenible caudal de deseo y voluntad derrochados. Así fue hasta el final. Y cómo no lo iba hacer, si me lo debía… Ayer hablando con Ahmed el platero negué empecinadamente el poder de una mirada, las revelaciones que nos regalan las miradas si queremos ver y sabemos interpretarlas… Lo negué porque no quería que Ahmed conociera uno de mis secretos más íntimos, semejante a su poder de coleccionista de gemas, esa facultad de la que fui dotado de mirar lejos y profundo, como decía Saskia. De desear y al tiempo vislumbrar los deseos haciéndose realidad tarde o temprano —¿qué más da su tardanza si estás seguro que acontecerán? Así reconocí a Saskia, nada menos que en un programa de TV, mirándola a los ojos, interpretando su sonrisa, y unas semanas después iniciábamos un amor loco tan apasionado que… No sigo, por ahí… podría decirme o escribir cosas que me arrepentiré, seguro… Pues claro que creo absolutamente que la verdad aflora en los ojos, en una mirada. Esa verdad que nos hace libres, como no se cansaba en repetir Saskia, la gran mentirosa, la sacerdotisa del engaño y la impostura… Ah, y el poder de la palabra… Porque cuando no hay ojos todavía, ni tacto, ni olor… las palabras pueden suplir todas esas sensaciones, incluso amplificar sus poderes a través de la imaginación creativa… Tengo que escribir sobre eso en la novela, no todo tiene que ser diálogos y descripción de paisajes y ambientes, ¿no?<br /><br />Voy a salir a la calle, es media mañana, pasaré a hablar con Hassan el yerbatero, a verificar si son ciertas las alarmas de Ahmed… Antes de abandonar la habitación compruebo si Lou ha enviado su correo con lo que me prometía ayer… Voy directo a su mensaje, dejando atrás el resto que ahora no me interesan. Hace menos de diez minutos que lo ha enviado… A ver…<br /><br /><em>Querido Pau<br />Noticias importantes esta mañana. Mis contactos en la policía de Palma me confirman que han podido identificar una huella de uno de los ladrones, o lo que fueran, entre las que encontraron en tu casa. No te asustes: pertenece a un tal Alexander Volokitin, ucraniano, residente en Ibiza desde hace tres años más o menos. El pájaro había volado cuando fueron a detenerle. Al parecer Volokitin forma parte de una organización húngara-ucraniana relacionada con el negocio de la pornografía y la prostitución de lujo en Ibiza. Ya sabes la cantidad de películas pornográficas que se ruedan allí clandestinamente y el trasiego de mujeres y hombres, “acompañantes”, que hay en la isla, sobre todo en verano… Alexander Volokitin había sido detenido hace poco más de un año por dar una paliza a un “cliente” que se resistió a pagar sus deudas después de una semana de desenfreno sexual. Tiene que estar todavía en Ibiza escondido, no es fácil salir inadvertido, y menos en estas fechas. Y otra noticia de Madrid que no te va a sorprender pero que es muy importante para la investigación de las conexiones de Don Pedro Emilio con empresas tapadera en el mundo del arte… La “sexy” Iris tenía una empresa a su nombre y el de Rodrigo, el marido de tu “ex”, en cuyo almacén han encontrado más de 2.000 grabados, litografías y serigrafías de un puñado bien selecto de artistas españoles e internacionales; de algunos hay series enteras de 25 o 50 estampas… Así que otra vez te digo que Saskia aparece directa o indirectamente hasta en la sopa. ¿O son sólo coincidencias, mi querido viudo Pau? Iris, Rodrigo, Don Pedro Emilio, Ibiza en donde murió Saskia y nadie sabe qué hacía allí… En fin, no sigo… saca tus conclusiones… Te llamaré esta noche si hay algo nuevo, si no mañana, Navidad. Me imagino que no cenarás pavo; te jodes… yo tampoco cenaré Pablo. Besos. Lou.<br /></em><br />Y salgo a la calle maldiciendo en ucraniano, aun sin saber ni una palabra… Necesito hablar con Victoria Maria, pero es muy peligroso, debo contenerme. Frente al <em>Hammam</em> de Essaouira un grupo de turistas españoles miran embobados la placa en honor a Orson Welles. Estoy seguro que la mayoría no sabría decirme ni una sola película del maestro… —¡turistas!</div><div></div><div></div><div><span style="font-size:85%;"><span style="color:#660000;"></span></span></div><div><span style="font-size:85%;"><span style="color:#660000;"></span></span></div><div><span style="font-size:85%;"><span style="color:#660000;"></span></span></div><div><span style="font-size:85%;"><span style="color:#660000;">Foto: <em>Souk de Essaouira</em></span></span></div>Liberto Brauhttp://www.blogger.com/profile/02924625215767547049noreply@blogger.com59tag:blogger.com,1999:blog-2566643475501232945.post-53065412919464504822008-11-22T21:06:00.021+01:002009-01-06T18:55:34.613+01:002º Capítulo/ Un pozo sin agua (segunda parte)<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhXkBhF8vebzO5Y_BzUUY_-O64jzz6ek6GtHGULwNOFQwxXwSYpnjcq6MDtcR0KpDm11lVntnYGXdCq1sCGAsensGSTFUN_yMnySfLBsjINIvZ-1Rem7rqufo8VUFbN-WocrbU-25atpy4/s1600-h/Essaouira+cafes4+copia+copia.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5271576402248791506" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 400px; CURSOR: hand; HEIGHT: 345px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhXkBhF8vebzO5Y_BzUUY_-O64jzz6ek6GtHGULwNOFQwxXwSYpnjcq6MDtcR0KpDm11lVntnYGXdCq1sCGAsensGSTFUN_yMnySfLBsjINIvZ-1Rem7rqufo8VUFbN-WocrbU-25atpy4/s400/Essaouira+cafes4+copia+copia.jpg" border="0" /></a>—<em>Un the a la menthe, sans sucre… s’il vous plait</em>. —Y el camarero me mira primero extrañado, como si no hubiera oído bien mi petición —¿sin azucar? ¿un té marroquí sin azúcar? (me pregunta sin palabras)—, para luego sonreír por mi extravagancia. Un té marroquí sin una roca de azúcar diluyéndose dentro de la tetera es como un humano sin alma, estará pensando. ¿Y cómo le explico a este joven que esa subespecie parahumana de desalmados no sólo existe sino que abunda, se confunden y mimetizan entre los demás seres humanos animados aprovechando la supuesta invisibilidad del alma, hacen estragos desembarazados de su impedimenta? Razonar no es lo mismo que sentir, por supuesto; ni argumentar sobre la ontología del alma humana o representarla literaria y artísticamente son garantías suficientes de que realmente exista o la posean sus defensores e ilustradores. Tampoco creo que el alma tenga por domicilio fijo la hipófisis de cualquiera, o el cerebro de Eduardo Punset, por ejemplo, ni la punta de la polla de un pintor macho, desde luego; vamos, eso creo yo por ahora… —<em>Oui, sans sucre… Je suis diabéthique…</em><br />—<em>Pardon, excusez-moi, je suis desolé…</em> —y el joven camarero sale pitando a por mi té amargo sin rechistar…<br /><br />Estoy sentado en la terraza del <em>Café de France</em>, en el ensanche que conduce a la <em>Place Moulay Hassan</em>. A esta hora el sol comienza a despedirse con cierta prisa y apenas un escaso haz de rayos logra hacer diana en las mesas y sillas en primera fila al aire libre. Casi son las cuatro. Estoy cansado de caminar y caminar a buen ritmo por la ciudad y a la orilla del mar desde que salí de casa, de entrar y salir del puerto puntual cada media hora, de ir y volver obstinado por el <em>Boulevard Mohamed V</em> sin alejarme mucho ni detenerme siquiera un rato a admirar el espectáculo de las tatuadoras de <em>henna</em> en la playa, decorando pies y manos a todas esas extranjeras aspirantes a odaliscas esta noche. Estoy cansado pero contento. Son los paradójicos efectos de caminar tanto tiempo. Desde que detectaron mi diabetes hace tres años no he dejado de practicar este eficaz método de generar insulina naturalmente; lo que me basta para no ir a peor. Dos pastillas al día —una de <em>Dianben</em> y otra de <em>Amaryl 2mg</em>—, una dieta equilibrada (aunque liberal) con escasa ingestión de grasas e hidratos de carbono y dos horas por lo menos de caminata al día han estabilizado milagrosamente mi diabetes. Además, caminar libera un montón de endorfinas, esa endógena “droga de la felicidad” de la que me declaro absolutamente dependiente física y psicológicamente. Creo que anoche y esta mañana me encontraba deprimido, angustiado, por no contar con la dosis suficiente de endorfinas a causa de mi viaje, tantas horas prisionero. Caminar, reír, el sexo orgasmático, recordar tiempos y situaciones felices, por ejemplo… esa es una receta básica para el bienestar del cuerpo y no sé qué más del alma.<br /><br />¿Y el amor? Bueno, esa es otra droga sentimental de la que también me declaro adicto pero no quiero referirme por el momento; que no viene a cuento escribir sobre mis últimas miserias sentado tan ricamente en el <em>Café de France</em> contemplando al micromundo de Essaouira desfilando festivo ante mis ojos (sin reparar en mí ni falta que les hago). Mis endorfinas no me perdonarían nunca que me pusiera ahora a reflexionar acerca del Amor y los desamores, sus tiros a quemarropa, sus caricias —que de todo hay a su servicio—, ni mucho menos que las malgastara en aliviar este insoportable síndrome de abstinencia y <em>delirium tremens</em> en el que ni me reconozco de un tiempo a esta parte… —menos mal que en este justo instante de náusea existencial el camarero trae mi té a la menta y me salva por los pelos aun sin querer…<br /><br />Esta mañana nada más salir de <em>Dar Hadaya Ilahe</em> me he encaminado directamente a ver mis amigos; echaba en falta sus sonrisas, que me contagien… A esa hora los zocos, las calles principales de la ciudad, rebosaban de gente bien vestida —a su manera, con lo que tienen y se gustan—, todos más que limpios, incluso embellecidos por su misma devoción tras rezar la oración principal del viernes al mediodía. Es día de fiesta religiosa (como lo eran nuestros domingos infantiles); pero también tiempo libre para hacer las últimas compras y demorarse sin prisa, detenerse a charlar con familiares y conocidos, recorrer de norte a sur el gran eje central de la ciudad histórica que la atraviesa —las avenidas <em>Mohammed Zerktouni</em> y <em>L’istiqlal</em>, desde <em>Bab Doukala</em> hasta <em>Bab Moulay Youssef</em>, y viceversa. También me crucé con muchos extranjeros, demasiados —y eso que son la primera oleada de turistas navideños. Los turistas hacen aquí lo que hacen todos los turistas en cualquier parte del mundo: unos curiosean con los ojos tras sus gafas oscuras, otros disparan intermitentes ráfagas con sus máquinas digitales, exageran sonrisas posando para su álbum de recuerdos, otean mercancías, acarrean sus compras…<br /><br />Encontré a Ahmed el platero todavía en su tienda —“<em>Bijouterie Ethnique. Antiquités Berbères</em>”— en el zoco de los plateros y orfebres. Besos en las mejillas, abrazos, sonrisas, preguntas comunes, otras más personales… Recuerdo vivamente, casi literalmente, la conversación que hemos mantenido hace poco más de dos horas; cómo olvidarla… Cada frase es como un sorbo de té a la menta amargo:<br /><br />—Aicha nos informó de la muerte de tu mujer, Saskia…—y Ahmed lleva su mano diestra al corazón golpeándose cinco veces con contenido sentimiento.<br />—Sí, tuve que marcharme urgentemente en pleno Festival; murió en un accidente de coche, no llegué a verla viva —ni muerta, debería añadir; pero no se lo digo, ¿para qué?, he de mantener la ficción, ¿no?<br />—¿Te has vuelto a casar? ¿Tienes mujer? —Ahmed me pregunta con naturalidad lo que considera normal en todo hombre de nuestra edad. Y es que Ahmed y yo tenemos los mismos años; más aún: nacimos exactamente el mismo día —un catorce de mayo. No hace tanto que lo descubrimos entre los restos de un antiguo Registro Civil francés en Casablanca. Cuando nació Ahmed Marruecos estaba todavía bajo el Protectorado de Francia y por lo tanto con su administración. Pero pocos meses después llegó la Independencia y muchos archivos se extraviaron o perdieron su utilidad. Ahmed, como la mayoría de los marroquíes hasta muy recientemente, se han regido socialmente con disposiciones islámicas bajo la autoridad religiosa, siguiendo la tradición y la costumbre, registrados sus actos por <em>adules</em> (notarios tradicionales), etc. En tal situación el calendario “oficioso” más común coincidía en la práctica con el religioso, sobre todo en las provincias más distantes a las capitales occidentalizadas, y los años de referencia eran —son todavía para muchos asuntos— los años lunares de la tradición islámica; así como su Historia comienza el año 622 de nuestra era cristiana, fecha de la Hégira, cuando Mahoma y sus primeros seguidores se traladaron de La Meca a Medina. Es prácticamente imposible establecer una exacta correspondencia entre el Calendario Gregoriano y los años musulmanes —por la diferencia de días entre los meses solares y los lunares (de 354 días) y los ajustes discrecionales que suelen hacerse para validar el inicio de un mes, un año, el inicio del Ramadán, por ejemplo—, por eso el hallazgo de la fecha "cristiana" del nacimiento de Ahmed nos deparó la feliz coincidencia de haber nacido el mismo día, quién sabe si a la misma hora —qué bromas tiene el Destino. Así que Ahmed es como mi hermano mellizo; así nos tratamos, con cariño fraternal multiplicado por dos.<br />—No, Ahmed, no me he casado ni tengo “una” mujer —remarco intencionadamente el adjetivo numeral—… Quiero decir que por ahora no tengo una compañera en mi vida ni tampoco nadie de quien esté enamorado y pueda considerar como posible esposa o compañera sentimental en un futuro próximo. Intento utilizar las palabras más precisas, pronunciadas lentamente y con claridad, para que Ahmed entienda perfectamente mi situación… —es que es un pillo este “hermano putativo”, y siempre hay que precisar con él todas las palabras en cuestión de mujeres…<br />—Lo que tienes que hacer, <em>mon ami</em>, es acompañarme unos días a las montañas después de la Fiesta del Sacrificio. Tengo que viajar a la provincia de Al Hazouz en el Alto Atlas Occidental, desde Taroudant hasta Imlil, pasando por Aremd… Estoy seguro que esta ruta te encantará, tiene paisajes espectaculares, valles profundos y las más altas montañas de Marruecos. Quiero que conozcas a los bereberes de la tribu <em>Aït Mizane</em>; voy a comprarles joyas antiguas y también piezas de plata modernas que siguen fabricando con técnicas tradicionales. Las mujeres de esta tribu son de una gran belleza, sobre todo las jovencitas, enamoran sólo con mirarles a los ojos… Pablo, tienes que encontrar una mujer marroquí que te cuide a ti y a tu casa. Y las mejores son las mujeres bereberes de montaña, sin duda<br />—¿Pero qué dices, Ahmed? ¿Tú crees que necesito una mujer bereber? —le replico, sonriendo, como si le siguiera la corriente y me halagara su propuesta. —Así que me propones que vaya de excursión contigo a la búsqueda de una jovencita bereber que de seguro encontraremos en las tierras de los <em>Aït Mizane</em> o de camino; la miro, me mira, me sonríe, la tomo de la mano, me lleva ante su padre y toda la familia, negociamos la dote, me la presta su padre por una temporada a ver si congeniamos antes de casarnos, la envuelven con sus mejores vestidos y “anudan” con sus más ricas joyas, la traigo a Essaouira, cruzo con ella en brazos el umbral de <em>Dar Hadaya Ilahe</em>… y ya está… la mujer que necesitaba para toda mi vida; un regalo de Dios por mediación de mi hermano gemelo Ahmed… ¿Acaso piensas que una mujer es una de esas piezas de plata antigua que compras por ahí, un broche de piedras preciosas?...<br />—Así es… Una mujer es una joya, tú lo has dicho… Y cuando encuentras la joya más hermosa quieres poseerla, llevarla contigo el resto de tu vida, guardarla para que no te la roben; la muestras tal como es sólo a tus amigos, tu familia, la gente de tu confianza… Para obtenerla negocias con quienes la heredaron o fueron sus artífices dispuesto a dar lo máximo; su valor no tiene precio, es incalculable; ante una joya así no vale regatear ni ser mezquino… Dime, ¿por qué crees que no vas a encontrar así la mujer de tu vida? ¿No pagarías una dote por ella a su padre aunque pienses que no se debe pagar por una mujer en tu mundo? ¿No pagan los hombres por unos minutos de placer, por qué no van a hacerlo por el amor de su vida? —Ahmed quiere que entre en su juego, en su propuesta, y no repara en utilizar sus artimañas de comerciante de objetos valiosos y hermosos. No debo contestar ni proseguir sus argumentos. Tengo que finalizar esta conversación sin molestarle, pero firmemente… Me incomoda…<br />—Ahmed, una mujer no es un objeto precioso; quiero decir que no es un objeto. Punto… Es posible que te acompañe en el viaje; hace tiempo que quiero conocer esa región desde Essaouira-Taroudant, no por Marrakech… Pero quítate esa idea de buscarme una mujer bereber como si se tratara de una joya antigua… Yo no busco una mujer ahora… ni tampoco la buscaría de este modo en otro momento… Ahmed, el amor es algo más que unos ojos bonitos o un intercambio de miradas con curiosidad. Un hombre y una mujer han de conocerse, compartir muchas cosas y sentirse a gusto antes de decidirse a compartir todo, ellos mismos, el resto de sus vidas o hasta cuando dios quiera… No necesito una mujer sólo para que cuide de mí y la casa… Para lo segundo ya está Aicha. —le digo serio, sereno, confiando que se dé cuenta que la conversación me incomoda y que por ahí no vamos a ninguna parte.<br />—<em>Oui, mon ami</em>… Entiendo qué me quieres decir… Una mujer no es un objeto, por supuesto… Pero la relación que solemos mantener entre nosotros, hombres y mujeres, es parecida a la que tenemos con los objetos… Hay objetos que son, o nos parecen, extremadamente bellos, muy valiosos, al tiempo que placenteros, incluso útiles, con un enorme valor de cambio o prestigio para quien los posee… Otros solamente los consideramos bonitos, agradables a la vista o al tacto, funcionales para algunas tareas, soportables mientras sirvan y no encontremos algo mejor… Y también hay objetos feos, desagradables, inútiles, insignificantes, que esperamos extraviar por el camino sin pena o sabemos que se deteriorarán más pronto que tarde sin importarnos… Por lo general los objetos que poseemos, que nos acompañan y sirven en la vida, tienen estas virtudes y defectos combinados. Nos sirven para algo y no para otra cosa… Por eso cuando encontramos ese objeto precioso que representa nuestros ideales, las virtudes que queremos disfrutar al máximo, sentimos la absoluta necesidad de poseerlo; más aún: “debemos” conseguirlo cueste lo que cueste —porque ya nos pertenecía y le pertenecíamos aun antes de “habernos” encontrado, reconocido por primera vez… Entonces, <em>mon ami</em>, no nos queda otra opción que luchar por esta joya, ofrecer cuanto podamos a su tenedor, obtener su posesión… —Ahmed me mira fijamente mientras construye sus originales argumentos y los traduce en palabras extranjeras, todo en uno, con cierta vehemencia… —Si no lo hacemos así, nos arrepentiremos toda la vida; y eso es mucho tiempo de penitencia para un hombre, Pablo… —concluye sentencioso…<br />—Sí, pero… —no acierto a contestarle, desconcertado. Ahmed me interrumpe, quiere rematar sus palabras con una de esas elocuentes frases que acostumbra a improvisar, que no admiten réplica, y me regala siempre que conversamos, sea el tema que sea, hasta del clima…<br />—Por supuesto el único propietario de una mujer es ella misma. Sus padres son sus creadores, pero eso no basta para asegurar su propiedad; son sólo meros custodios mientras ella lo permite y no encuentra alguien mejor que la proteja y cuide; o se guarda para sí misma si así lo decide y tiene poder para hacerlo… Nosotros los hombres no somos tan independientes, libres, dueños de nosotros mismos, como las mujeres… Somos… ¿cómo se dice?... Ah, sí: un apartamento de vacaciones en multipropiedad… —y ríe y me hace reír por la ocurrencia aunque no esté de acuerdo con él—… Ahmed prosigue, ahora más misterioso y solemne: —Cuando encuentras esa mujer — por favor, imagínala como un objeto precioso— sientes de inmediato (y no sólo lo supones o intuyes) que es la joya que habías soñado, que contiene realmente todas las gracias que tú imaginabas hasta entonces ideales… y ya sabes qué tienes que hacer, <em>mon frère</em>, no hace falta pensar mucho… Como buscador y coleccionista de gemas y cristales preciosos te aconsejo que mires a los ojos, que te fíes de las miradas, para reconocer si una mujer es o no el “regalo de Dios” que prenderás a tu alma y tu cuerpo el resto de tus días. Fíjate bien, en una sola mirada se puede descubrir el brillo deslumbrante del amor y todas sus promesas… Busca primero miradas y déjate encontrar por ellas. No las rehúyas ni las niegues nunca, <em>mon ami</em>… Todo lo demás a su alrededor es sólo un estuche para llamar la atención o confundir intencionadamente. No es en el resto del cuerpo o en la inteligencia en donde encontrarás esta revelación, ni tampoco te dejes llevar de primeras por los dulces halagos o por esas posturas elegantes que denotan sensibilidad y educación; se pueden falsificar, suelen provocar falsas impresiones… El amor, como la verdad, destella en los ojos…<br />—Sí, Ahmed, entiendo qué quieres decirme… ¿Pero por qué nada más encontrarnos? ¿Por qué has comenzado este, digamos, consejo sentimental con una invitación a buscar juntos una joven bereber en las montañas y poco menos que comprarla a sus padres si sus ojos me enamoran? Te conozco, Ahmed, tus palabras siempre quieren decir mucho más que sus evidentes significados…<br />—Claro… me conoces y yo te conozco, ¿no dices que somos hermanos mellizos de vientres distintos pero unidos a la misma placenta? Toda mi vida la he dedicado a aprender y saber reconocer el valor de las gemas y los cristales sólo por su brillo, por la trasparencia u opacidad de sus colores. Pero no sabes —y esto es una confesión íntima— que también me he ocupado en aprender el lenguaje de las miradas, interpretar los ojos como joyas parlantes, reconocer las virtudes y los defectos de las personas, sus sentimientos, sus valores y cobardías, en sus miradas y según el brillo de sus ojos… Nada más llegar y besarnos como hermanos he reconocido en tus ojos miedo y soledad, tristeza, sentimientos que desconocía en ti, siempre tan seguro y valiente, mirando lejos y hondo desde que te conozco… Ignoro las causas de tu mirada turbia. Pero estoy seguro que si hubiera una mujer junto a ti, si estuvieras enamorado, Pablo, no habría dificultades ni peligros que pudieran derrotarte ni sumir en tal desesperanza como interpreto en tus ojos. Si no puedes defenderte solo busca alguien que comparta tu lucha. A lo peor estás confundido y no te das cuenta que tu principal debilidad es que estás solo, te sientes solo, te niegas al amor y renuncias deliberadamente a encontrar esa mujer que necesitas prender a tu alma… Qué solo estás en <em>Dar Hadaya Ilahe</em>, Pablo. Una casa como la tuya sin una mujer es como un pozo sin agua. Y un pozo tan profundo seco es un gran peligro para el alma: puedes caer involuntariamente a su fondo, arrojarte desesperado… Esa no es la solución.<br /><br />Me estremecen sus últimas palabras; me conmueven sus revelaciones… ¿Y si tuviera razón, Ahmed? ¿Y si lo que realmente necesito es alguien que me ayude a resolver esta historia que me angustia, me proteja mientras tanto, me haga recuperar el brillo valiente de mis ojos? —Entonces, Ahmed, ¿qué tiene que ver todo eso de las mujeres bereberes con tus consejos? —le digo por decir algo y no desfallecer en el silencio…<br />—Ah, son trucos de comerciante, <em>mon ami</em>… debía provocarte para que salieras de tu ensimismamiento e ideas fijas antes de venir aquí; tenía que cambiar tu punto de vista. También quería recordarte que el Amor siempre llega inesperado, a su tiempo, en el lugar acordado por el Destino, es decir Dios, <em>Inch’Allah</em>… ¿Por qué no reconocerlo en los ojos de una mujer de los <em>Aït Mizane</em>, encontrarlo bajo las montañas del Atlas? Hay que estar atento, ciertas maravillas sólo suceden una o dos, o tal vez tres, ocasiones en la vida, no muchas…<br />—De acuerdo, Ahmed, pensaré en tus palabras. Intentaré cambiar mi punto de vista. Te prometo que haré todo lo posible por recuperar el brillo de mis ojos…<br />— <em>Inch’Allah, mon frère</em>… —y celebramos mi promesa con tres besos en las mejillas y un dúo de palmas en el corazón…<br />—Gracias, gracias, gracias, Ahmed… Voy a seguir mi paseo, necesito generar energía suficiente para esa alquimia… Ahora voy a saludar a Hassan el yerbatero, ¿está en Essaouira?<br />—Si, está en la ciudad, pero no creo que le encuentres en su negocio. Hoy es viernes y es posible que todavía esté en la mezquita. Ya sabes cómo es… —Cómo no saberlo, Ahmed, pienso para mis adentros. Hassan es un hombre religioso, más que eso. Muchos le consideran un fanático tradicionalista y quién sabe si peligroso. Es el líder de un grupo muy numeroso de jóvenes religiosos barbados y mujeres que ocultan totalmente su cuerpo y su rostro, lo que no es común ni en Marruecos ni Essaouira. A todos les extraña nuestra amistad. Si supieran…<br />—Es cierto, no había caído… Bueno, pasaré mañana por su botica.<br />—Te cuidado con Hassan, Pablo; en los últimos meses ha extremado sus posiciones. Lo que está sucediendo en Irak y Palestina le ha dado argumentos muy radicales y su gente empieza a actuar con cierta violencia sin ocultarse. Tú sabes que aborrecen todo lo occidental. Si no fuera porque la tienda de productos naturales y medicinales de Hassan les da buenos ingresos y permite financiar sus actividades estoy seguro que habrían asustado a los turistas y prohibido que transitaran por su barrio. Intenta no discutir con él… Además dicen que está preparando algo muy fuerte para las próximas semanas. Hassan y Aziz van a perjudicar a esta ciudad, ya verás.<br />—Te agradezco la advertencia, Ahmed. Desde luego lo que menos deseo ahora es abrir otro frente conflictivo en mi vida, y menos en Essaouira. No obstante pasaré mañana a saludarle y conocer de sus labios qué piensa… —estas últimas palabras las pronuncio alejándome de Ahmed, seguramente no las escuchó; mis palabras y mis silencios necesitan tanta insulina como yo, vamos de paseo…<br /><br /><br />Es tarde-tarde… hora de volver a casa. Tengo hambre. He de escribir y pasar mis notas de la Moleskine al <em>laptop</em>. Además consumí toda la tetera, toda su amargura, y el sol comienza a sentirse derrotado un día más, no quiero que me contagie… He descansado suficiente; recordado y trascrito lo importante, la conversación con Ahmed. Para qué más tiempo en el <em>Café de France</em>… El resto de este día y toda la noche hasta el sueño pertenecen a <em>Dar Hadaya Ilahe</em>. Vuelvo contando turistas como borregos…<br /><br />Nada más entrar en el <em>Dar</em> reconozco la voz de Souad Massi dándome la bienvenida con su nostálgica voz. Aicha ha puesto <em>Raoui</em>… Ahora mismo Souad canta <em>J’ai Pas de Temps</em>, una agridulce balada melancólica… <em>On m'avais dit que la vie est belle / Mais moi je la trouve des fois cruelle / La fumé noir a pris la place du ciel / Les grandes tours ont caché les étoiles</em>… —no podría ser más oportuna esta canción para expresar mis reclamos. Cuántas veces una canción escuchada al azar responde por nosotros o nos pregunta impertinente… ¿sólo coincidencias?— Entro en la cocina y comienzo a preparar mi no sé cómo llamarlo… Debo poner orden primero en mis comidas, en mis horarios, o la diabetes me va a dar un susto que no me puedo permitir… El <em>tajin</em> de pollo con limones confitados todavía está caliente pero necesita un último golpe de fuego; recalentaré también la <em>harira</em>… Qué delicias me prepara Aicha… Qué extraña relación la nuestra… Ojalá no le haya abrumado demasiado esta mañana con mis confidencias y acaso excesivas precauciones… necesito tanto de su serenidad y fortaleza… —salgo y entro de la cocina al claustro trasegando pensamientos y platos por igual… Me detengo para escuchar las últimas estrofas de la canción: <em>Seule dans la rue déserte / Seule traversant l'hiver / Je marche sans tourner le tete / Je suis mon chemin de solitaire</em>… Solo, eso es. Solo más que solitario… qué razón tiene Ahmed… <em>Dar Hadaya Ilahe</em> necesita humedad, que la hidrate y no con recuerdos tristes precisamente… Necesito llevarme ojos ajenos a la cara, atreverme… ¿Pero aquí en Essaouira? Si he venido para estar invisible… Ciego e invisible, qué ruina de hombre…<br /><br />¡Por fin en “<em>Paul Klee</em>”! La habitación está confortable, con la temperatura que me gusta, templada… Toda ella está en perfecto orden. No tengo más que conectar el <em>laptop</em> y empezar a trascribir mis notas, los párrafos que empecé a redactar más o menos definitivos ayer en el viaje, los subrayados en <em>El vendedor de cuentos</em>… Antes de comenzar a escribir conecto el equipo de música… Pienso… ¿qué música?... De la primera pila de <em>Cd’s</em> tomo unos cuantos confiado en encontrar pronto lo que necesito… Miss Kittin —no, ahora no—, Red Snaper, Thievery Corporation… Kitaro, Sonatas de Mozart, Schubert… más Souad Massi —no; necesito una voz de hombre—… ¡Leonard Cohen!… —sí, esa es mi voz… voz de durazno, dicen—… <em>The Essential</em> de Leonard Cohen. ¡Perfecto!… En unos segundos Leonard y yo cantamos a dúo <em>I'm Your Man</em>… <em>Si tú quieres un amante / haré cualquier cosa que me pidas / Y si quieres otro tipo de amor / me pondré una máscara por ti / Si tú quieres un compañero, coge mi mano / O si lo que deseas es golpearme con rabia, / aquí estoy / Soy tu hombre</em>…<br /><br />Petter el Araña confiesa que ha inventado historias desde su infancia. Siempre ha estado inspirado para imaginar ficciones y relatos, bien a modo de novelas o cuentos, obras de teatro o guiones cinematográficos, pero nunca ha llevado a cabo sus proyectos, ni siquiera lo ha intentado. El único desarrollo de sus ideas que se ha permitido escribir son sus famosas sinopsis, es decir un resumen de las ideas fundamentales de la historia imaginada, de los aspectos originales que la significan, algunos detalles de la trama o sus circunstancias si vienen a cuento, y poco más; algo así como el trailer de una película. Al principio esas sinopsis fueron meros bocetos, luego constituyeron una especie de género propio, para terminar siendo un negocio redondo de venta de ideas al por mayor, base de su fortuna e influencia literaria… En realidad su problema es que tiene “demasiada inspiración” e imaginación. Tal es así que no ha tenido más remedio que generar ideas sugerentes toda la vida, muchas de ellas geniales por su excepcionalidad o complejidad, y darles forma inventando tramas y misterios tan buenos por no decir excelentes. “<em>Con tantísimas tramas para elegir</em> —dice el Araña—, <em>¿cómo saber cuál escoger para una novela?</em>” Además el protagonista de <em>El vendedor de cuentos</em> piensa que “<em>los novelistas tienden a concentrarse en una misma idea durante mucho tiempo, a veces varios años</em>”, lo que le parece “<em>una falta de energía, de lucidez mental</em>”… Su temperamento le ha llevado a otras empresas literarias: “<em>Aunque hubiese sido capaz de concentrarme para escribir una novela, no me habría dado la gana hacerlo. No habría tenido motivación suficiente para escribir una novela, una vez que la idea había sido concebida y se encontraba a salvo en una libreta o carpeta</em>”…<br /><br />Entiendo muy bien a Petter el Araña porque desde que tengo “uso de razón literaria” no he parado de inventar historias y plantearme todo tipo de proyectos literarios pero he sido incapaz de concentrarme suficiente para terminar por completo una obra de “largo recorrido”, por ejemplo una novela. Yo si lo he intentado, no como el Araña, pero fueron empresas fallidas; y mira que puse voluntad —a lo peor me faltó convicción. Durante años pensé que era vago o inconstante o un diletante, o de todo un poco o mucho, pues en las cinco novelas y casi una veintena de relatos largos que comencé no pude pasar siquiera del tercer capítulo en ninguno de ellos. Sin embargo he escrito mucho, muchísimo, y he publicado un centenar de textos más bien largos —densos, con sustancia— del tipo de literatura que suele calificarse como “ensayos” y en inglés “<em>papers</em>” y “<em>research papers</em>”. Escribo y he escrito preferentemente acerca del Arte y los artistas visuales, de estética y otras temas concurrentes, en general sobre los procesos de creación y representación artísticos, pero siempre desde una perspectiva más vital y experimental que teórica, es decir del arte y la vida como sinónimos, como experiencias coincidentes, incluso intercambiables. Dicen que mis ensayos son “diferentes”, y yo también lo creo. Aunque el principal objetivo de estos ensayos sea argumentar hipótesis críticas, analizar y exponer los asuntos que me interesan, por los que tengo curiosidad intelectual, formalmente son textos escasamente académicos. Siempre he cuidado la forma y el ritmo más de lo habitual en estos casos; digamos que literariamente, incluso poéticamente, para que sean deliciosos de leer, exquisitos además de inspirados… No soy pues un vago ni un inconstante ni un diletante escritor… salvo en lo que atañe a escribir narraciones y contar largas historias; y es que a lo peor intentaba escribir una novela sin pies ni cabeza… y eso es una monstruosidad.<br /><br />“<em>Es un error postmoderno pensar que se puede escribir primero y vivir después</em>” —afirma categóricamente Jostein Gaarder-Petter el Araña… “<em>Primero se vive, y luego, si uno quiere, podrá evaluar si tiene algo que contar, y eso lo dice la vida misma. La escritura es fruto de la vida, y no la vida fruto de la escritura</em>”… Concuerdo absolutamente con el “vendedor de cuentos” respecto a este asunto germinal —qué mejor que expresar mis pensamientos bajo la autoridad de sus palabras, “collageando” fragmentos de su obra autobiográfica: “<em>En el caso de escribir se hace porque se tiene algo que decir, algunas palabras de consuelo para otras personas… pero uno no se sienta a “escribir” sólo para “escribir</em>”… “<em>Cuando un gran escritor no tiene nada que contar, hace otra cosa, tal vez cortar leña</em>”… Un gran escritor no intenta inventar algo que escribir, sino que sólo escribe cuando tiene que hacerlo…<br /><br />El <em>ring</em> de mi teléfono marroquí interrumpe la concentrada tarea de recolectar y trasegar las palabras de Petter el Araña a mi propia historia; me sobresalto por esta inesperada llamada todavía anónima… Aguardo en silencio la voz al otro lado… mi corazón se revoluciona expectante.<br />—¿Pau… estás ahí? —reconozco la voz de Lourdes, suspiro tranquilo; mi corazón se remansa…<br />—Sí, claro… estaba esperando una voz conocida. Qué alegría escucharte… Ayer antes de salir de la isla intenté hablar contigo pero tenías el teléfono desconectado. Te dejé este número en tu buzón porque necesitamos estar en contacto ahora más que nunca; mi teléfono personal lo cerré y no pienso utilizarlo en adelante. Quiero estar ilocalizable para el resto del mundo.<br />—Eso interpreté en tu mensaje… ¿Pero estás en Italia como dices en tu contestador automático, o dónde? Este número es de Marruecos; supongo que estás en Essaouira…<br />—Sí, Lou, estoy en mi casa en Essaouira “refugiado”; lo de Italia es sólo para despistar…<br />—No pensé que ibas a escapar tan pronto…<br />—¡Cuánto quieres que espere, Lou! ¿Qué debo esperar?... ¿Que vengan una noche a casa a quitarme de en medio? Aquí al menos me siento protegido…<br />—Bueno, no te alteres, Pau… Entiendo que allí te sientas más seguro… Pero también necesito tenerte cerca para sentirme segura… Pensé mucho estos días acerca de la dependencia que siento por ti. Aunque me duela, admito que tus sentimientos hacia mí no son los mismos que yo siento, y que no quieras “complicar” más tu vida de lo que está… aunque sin querer me la hayas complicado a mí… —y sus palabras son un firme reproche aun pronunciado con delicadeza. —Compartimos muchas cosas ahora, Pau, secretos en común y también sus riesgos y peligros; así que compartir la cama no me parece una complicación tan insoportable… Estamos implicados en la misma historia, Pau… ¿O no te das cuenta; tan ocupado estás en escapar? —prosigue Lou sus reclamos con sutil ironía…<br />—Lo sé, Lou… y tú <em>saps què vull dir-te</em>, ¿no? Compartir la cama contigo me perece no sólo soportable sino adictivo… —y al otro lado oigo su risa fresca, un torrente de “semicarcajadas”—… Sólo quería decirte que no voy a tu ritmo sentimental por ahora. Que no puedo poner la atención que quisiera en nuestra relación, y que no podemos tener futuro si no soluciono antes mi presente…<br />—Y de paso el mío, mi querido Pau… En fin… continuaremos “lo nuestro” en otro capítulo; me va a costar una fortuna esta llamada… Te cuento novedades telegráficamente; luego te escribo y envío algunos recortes de noticias de agencia que me han llegado hoy…<br />—Estoy impaciente, Lou… Te necesito —e intento pronunciar esas palabras con todos los significados y matices de mi necesidad; más aún después de mi conversación con Ahmed…<br />—Eres un encallecido seductor, Pau… Bien, vamos a la pocilga… Te cuento: Don Pedro Emilio hizo ayer una declaración voluntaria en la Audiencia Nacional. Lo sorprendente es que ha implicado a sus tres hijos y un par de hombres de total confianza, dos de sus testaferros. He hablado con algunos amigos juristas en Madrid para interpretar esta “traición” familiar y están seguros que no es lo que parece. Me explico: creen que les está protegiendo aunque les implique. Les protege de dos maneras complementarias… Primero haciéndoles partícipes de algunas de sus tramas menores, por supuesto también delictivas. Lo que supone que el Juez les llamará a declarar no más tarde de mañana, antes de Navidad; pero ahora ya no como testigos sino como acusados, por lo que tienen derecho a defenderse incluso con la mentira o negándose a testificar para no incriminarse… —hasta el momento eran sólo testigos para el Fiscal, es decir estaban obligados a decir la verdad, a colaborar absolutamente con la Justicia, a riesgo de perjurio o sanciones por su obstrucción si no lo hacían. Así que el jefe de la familia se protege, implicándoles, protegiéndoles con su acusación… una paradoja legal muy eficaz… ¿Oyes bien, Pau?<br />—Sí, Lou… continúa, por favor, no te quiero interrumpir<br />—Pero con esta estratagema parece ser que también quiere protegerles físicamente y no sólo jurídicamente. Se dice que ha pactado con el Fiscal para que solicite al Juez sus internamientos preventivos en la cárcel, si es posible en la misma prisión en donde está ahora Don Pedro Emilio, aunque estén incomunicados. Seguramente el Juez les impondrá una fianza que no desembolsarán y pasarán de inmediato a la cárcel. Con este extraño movimiento deduzco que el Sr. Piedra está confesando que se siente en peligro, él personalmente y su familia y allegados más próximos, acosados no sólo por la Justicia sino por algo o alguien todavía desconocido… Tiene miedo por sus vidas. ¡Qué fuerte!… Don Emilio Piedra, el gran “<em>Capo</em>” de la Operación “Piratas del Mediterráneo”, acojonado por su vida y las de su gente, se refugia en la cárcel de Alhaurín de la Torre protegido por Instituciones Penitenciarias y un ejército de delincuentes que seguramente habrá reclutado en prisión… ¡Qué titular!<br />—Lou, si esto es verdad, la historia da un giro si cabe más perverso, tan misterioso como inesperado… ¡Imagina!… ¿Quién puede estar detrás o enfrente de un hombre tan poderoso? ¿Y si sólo fuera que se está protegiendo de la venganza imprevisible de alguien menor entre los que ha estafado y dejado por el camino? —intento rebajar con escasa convicción el grado de amenaza a Don Pedro Emilio.<br />—No creo; para eso hubiera bastado con esconderse en cualquiera de sus casas-bunker y contar con un puñado de guardaespaldas… No olvides que su mujer, aunque bajo control policial, todavía está libre, refugiada en su casa de Sotogrande. Parece que va a ser la única que se arriesga a permanecer fuera de la cárcel separada del resto; yo creo que ha asumido la “jefatura” de la familia en el exterior…<br />—Pues claro, Lou… Doña Carmen es la única persona en la que pueden confiar afuera… Qué carácter el de esta mujer; no veas el coraje que tiene pese su aspecto frágil y belleza de porcelana… —cómo me impresionó Carmen cuando la conocí; la recuerdo siempre como una hermosa figura de “<em>Blanc de Chine</em>”…<br />—Y hablando de mujeres… Me han asegurado que Iris Barbier, la testaferro "sexy" de Don Pedro Emilio en Madrid que “cayó” la semana pasada, no sólo era una amiga de colegio de tu difunta “ex”… —y lo deja caer como si nada… Le interrumpo de inmediato con un sostenido siseo que atiende sin más. Sabe que me duele su intención.<br />—Lou, por favor, no me que gusta que adoptes este tono y utilices esas palabras cuando te refieres a Saskia; lo sabes —le reprocho secamente…<br />—Discúlpame, Pau, no lo hice con "muy" mala intención… Prosigo: la dulce Iris parece que también era “más que amiga” de su marido, Rodrigo… y socios en algunos negocios nada transparentes… ¡Vamos, Pau, es que tu Saskia me sale por todas partes aun sin querer! Estoy harta de su fantasma… —concluye efectivamente harta por el tono de sus palabras.<br />—Gracias, Lou por tu información… pensaré en ello. Tengo mucho tiempo aquí para pensar y escribir acerca de estas novedades. Por favor, envíame por e-mail esas noticias y lo que se te ocurra. Llámame cuando quieras y cuídate, que solamente tengo una Lou… Por cierto, ¿recibiste más amenazas por teléfono?<br />—No... Vale, descuida, lo haré… Además me han confirmado que Don Pere Barceló está recluido “voluntariamente” en su finca desde hace una semana protegido por un auténtico ejército de guardaespaldas y compañías de seguridad. Ojalá la misma desconocida amenaza tenga acojonados por igual a Piedra y Barceló… Dios, qué pesadilla… ¡Qué cabrones!<br />—Así sea, <em>Inch’Allah</em>… Un beso, Lou. Cuelga; de verás te costará una fortuna… Ten cuidado; por favor, no te arriesgues demasiado…<br />—<em>Ciao</em>, hasta mañana, encallecido seductor… Disfruta tu soledad…<br /><br />Cesa la voz de Lou al otro lado y nuevamente Leonard Cohen se adueña de mis oídos y mi atención en la soportable soledad de “<em>Paul Klee</em>”… “<em>Todo el mundo sabe que los dados están cargados / Todo el mundo los tira con los dedos cruzados / Todo el mundo sabe que la guerra ha terminado / Todo el mundo sabe que los buenos perdieron / Todo el mundo sabe que la pelea estaba amañada / Los pobres seguirán pobres, los ricos se harán ricos / Así es como va… / Todo el mundo lo sabe</em>”… <em>Everybody Knows, everybody knows</em>…<br /><br /><strong>Carta-oración a Lou</strong>:<br />Gracias Lou por estar en mi vida aunque no como deseas… Gracias por perseguir tus sueños e invitarme a formar parte de ellos… Gracias por insistir aquel domingo de octubre y no dejarme a solas con el vendedor de cuentos; por llevarme de excursión al Amor por los alrededores de Selva y Caimari… Gracias Lou por detener tu coche al atardecer y llevarme de la mano a tu boca, y de tu boca a tu vientre, acostados sobre la hojarasca de otoño… Gracias por secuestrarme aquella noche y decirme al oído esas palabras que los amantes se dicen abrazados, desnudos, sin cautelas… —hacía tanto tiempo, Lou… Gracias por retenerme hasta la mañana siguiente mientras esos hijos de puta a sueldo de sus señores entraban a mi casa y saqueaban de madrugada, violaban mis pequeños secretos y robaban mi memoria mineral doméstica modelo <em>Asus</em>, por supuesto… Gracias por compartir mis secretos y hacerlos tuyos por casi nada… Gracias por ayudarme a sobrevivir desesperado por casi todo… Gracias por soportarme y aguantar todo esto sin perder la sonrisa ni extraviar tus caricias por el tortuoso camino del miedo y la madre que lo parió… Gracias por resistir mis negaciones a pies juntillas y sin una lágrima… Gracias por estar aquí y ahora invisible a mi espalda mientras te escribo… No me faltes. <em>Inch’Allah</em>…<br /><br />—Recuerdo que aquella primera noche, luego de amarnos —yo pensativo y silencioso, contemplando abstraído la lámpara de papel de arroz de tu habitación— me dijiste valiente que no querías fantasmas en tu cama, que me fuera con el fantasma de Saskia a otra parte… Perdona, Lou, he vuelto a leer otra vez esta noche nuestras cartas, a mirarle a los ojos… Saskia se conoce al dedillo los corredores y laberintos del <em>laptop</em>; está por todas partes…<br /><br /><br /><div></div><div></div><div><span style="font-size:85%;"><span style="color:#660000;">Foto<em>: Cafés en Essaouira. Place Moulay Hassan</em></span></span></div>Liberto Brauhttp://www.blogger.com/profile/02924625215767547049noreply@blogger.com57tag:blogger.com,1999:blog-2566643475501232945.post-39018174271490892372008-11-12T22:32:00.030+01:002008-11-22T21:45:32.746+01:002º Capítulo/ Un pozo sin agua (primera parte).<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh5VcaPb-jwqo4LcBPr_i-ug-GqwWM9eYODXroN-IPuSCdGjfaWGCeVjoNNujwMsUpHOjLkSFgwB5WA6TcjlylqRr4Aiso-PjNl93yIpe-iQP53-wn36-fsaLQ3_s74TTNA3TnbEYAVywk/s1600-h/Dentro-fuera+copia+copia.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5267887781752642354" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 240px; CURSOR: hand; HEIGHT: 320px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh5VcaPb-jwqo4LcBPr_i-ug-GqwWM9eYODXroN-IPuSCdGjfaWGCeVjoNNujwMsUpHOjLkSFgwB5WA6TcjlylqRr4Aiso-PjNl93yIpe-iQP53-wn36-fsaLQ3_s74TTNA3TnbEYAVywk/s320/Dentro-fuera+copia+copia.jpg" border="0" /></a>Es mediodía. Salgo del dormitorio, me asomo a la barandilla a ver si Aicha ha preparado el desayuno. La mesa grande ya está lista en medio del claustro: mantel azul índigo, paños y servilletas cubriendo la panera y los dulces, el frutero repleto de mandarinas, los platos verdes de cerámica de Safi todavía vacíos… A esta hora la luz desciende vertical, sin obstáculo alguno, por el inmenso pozo interior de la casa inundándola en su totalidad, penetrando en sus habitaciones entreabiertas. La luz es una de las bendiciones de <em>Dar Hadaya Ilahe</em>, acaso el más hermoso de los regalos de Dios a esta casa… Alzo la mirada y a través del lucernario descubro el cielo totalmente azul, sin rastro de nubes; qué distinto a esta mañana temprano cuando me desperté y subí a la terraza y desde el mirador contemplé cómo se desperezaba la ciudad —aún somnolienta y aterida— bajo un manto de nubes bajas y en la bruma. Qué placer un día así: soleado, luminoso, más que tibio, ideal para pasear sin cuidado por las calles de Essaouira, charlar con los conocidos despreocupado en sus carasoles, tomar sin prisas un té en alguna terraza al aire, incluso caminar por la playa si encuentro la marea baja… Miro nuevamente el reloj y confirmo lo tarde que se ha hecho. Necesito salir a la calle nada más desayunar, más bien almorzar por la hora que es. Seguiré escribiendo por la tarde: hay tiempo —me digo, confiado…<br /><br />Llamo en voz alta a Aicha que sale de inmediato de la cocina en donde supongo esperaba pacientemente mi señal desde hace un buen rato. Admiro la paciencia de esta mujer tanto como su discreción y entusiasmo. Qué fortuna haberla encontrado y sobre todo que quisiera trabajar en <em>Dar Hadaya Ilahe</em> dejando sus clases en el instituto. Además es una excelente cocinera, la mejor de Essaouira. No hay nadie mejor que ella para cuidar la casa en mi ausencia, para hacerme compañía cuando estoy aquí “refugiado” del resto del mundo…<br /><br />Tengo que hablar con Aicha de lo que está sucediendo a mi alrededor, debe tener información suficiente, estar prevenida sobre los peligros que nos acechan y tome precauciones. Soy consciente de la urgencia, y aún con todo me cuesta hacerlo, no sé cómo empezar… Es como cuando uno comienza a escribir un relato y demora el inicio de la acción con prolijas descripciones aparentemente inocuas o innecesarias. Sabemos que tarde o temprano tendremos que desplegar el asunto que llevamos entre manos pero nos asusta la responsabilidad del principio de la creación, tomar decisiones sobre lo qué va primero y sucede después… No, no se trata de miedo a cometer errores irreparables —en literatura no hay errores irreparables, todo se puede corregir, borrar, incluso desechar y volver a empezar de nuevo, no es como en la vida real que cada acontecimiento es imborrable y decisivo. En literatura siempre estamos en proceso, en trance, es decir entrando y saliendo del mundo de las palabras posibles, acarreándolas de un lado a otro hasta encontrar su lugar idóneo, su momentáneo equilibrio —aunque sea precario y esté sometido a las leyes de la isostasia, su flotabilidad en el inestable magma de la realidad verosímil. En una novela, escribiendo una novela, ocupamos la mayor parte de nuestro tiempo esperando la ocasión propicia de escribir esa palabra que pone en funcionamiento el mecanismo fatal de la mimesis, cuando cualquier ficción se convierte en retazos de nuestra vida, la evocan, nos reconocemos en sus tramas y diálogos. Esperamos esperanzados esa palabra recurrente “ábrete sésamo” que inaugure las confesiones en cadena del autor y sus personajes, es decir el momento de compartir sus secretos o al menos ir a su paso por las espirales y quebradas de sus laberintos hasta el final anunciado todavía oculto. Cada palabra de una novela es una piedrecita de Pulgarcito estrictamente necesaria para seguir su camino, o recuperarlo o desandarlo —como queramos, a nuestro capricho—, un talismán para conjurar el miedo a perdernos por los extrarradios y periferias de cualquier historia, en los selváticos territorios de los cerros de Úbeda de nuestra portentosa imaginación, a perecer amnésicos, desorientados, describiendo círculos concéntricos alrededor del sumidero del olvido o lo innombrable… No puede haber palabras-miga-de-pan en una auténtica novela…<br /><br />—<em>Bonjour, Aicha… Ensuite je descends dans la cour pour prendre le petit-déjeuner… Avez-vous déjà préparé tout?<br />—Bonjour Monsieur Pablo… Oui, je fais des crêpes ultra-minces, je viens d'en faire et elles étaient parfaites…</em><br /><br />Aicha y yo nos hablamos en francés, como lo hago en todo Marruecos donde la mayoría de la población es prácticamente bilingüe, salvo en algunas remotas aldeas de etnia bereber en las que apenas se habla francés ni siquiera árabe —a partir de ahora traduciré directamente nuestras conversaciones y todas las demás; ésta es una novela con traducción simultánea… Ah, también quiero aclarar en este párrafo por qué Aicha me llama “<em>Monsieur Pablo</em>”. En realidad me llamo “Pablo”, aunque desde que recuerdo mi padre siempre me llamó “Pau”, que es el mismo nombre en catalán y también significa “Paz” en esa lengua. Cuando nací tuvo que inscribirme como “Pablo” porque entonces no dejaban registrar nombres propios que no pertenecieran a otro idioma que el español. Él mismo se llamaba “Liberto”, y así fue registrado en tiempos de la República, pero tras la Guerra Civil tuvieron que reinscribirle como “José Liberio”. Mi padre evitó siempre que pudo reproducir ese nombre impuesto, por ejemplo absteniéndose de tramitar documentos oficiales en los que se hubiera visto obligado a hacerlo. Esta digna cabezonería le llevó a no renovar su D.N.I. en más de veinte años y negarse a solicitar su pasaporte, hasta que ya en plena democracia pudo cambiar por fin aquel nombre espurio y “renacer” con su original nombre propio: Liberto. Llamarme “Pau” fue para mi padre una manera íntima de reafirmar sus profundas creencias libertarias, las de su familia… Me gusta tener dos nombres, utilizarlos cada uno como se merece, aun a pesar de los malentendidos y relativas molestias que mi “doble personalidad nominal” provoquen de vez en cuando. Yo mismo he abonado esta ambigüedad: por ejemplo mi perfil público, los textos y libros que escribo, mi entero currículo profesional están invariablemente firmados por “Pau Bondia”; pero mis amigos y demás gente de confianza me llaman Pablo, y con este nombre suelo presentarme, aunque también depende de mi interlocutor y del ambiente en el que me encuentro o me doy a conocer. Qué divertidas confusiones (también desagradables algunas veces) se dan con esta voluntaria “binomia” —más o menos similares a las que se producen con nuestro segundo apellido español en los países anglosajones; la de veces que he tenido que aclarar en las fronteras que mi “<em>family name</em>” no era precisamente “<em>Mr. Lacasa</em>”…<br /><br />Vuelvo de nuevo a la habitación “<em>Paul Klee</em>” —todas las habitaciones de <em>Dar Hadaya Ilahe</em> tienen nombre de artista, de los que me gustan, por supuesto— para recoger unas cuantas cosas y meterlas en el bolso de fieltro verde en bandolera: un cuaderno de notas todavía intacto, la Moleskine que me servirá para escribir las cosas que se me ocurran mientras no esté en casa frente al <em>laptop</em> —mi memoria mineral, el ordenador portátil que siempre me acompaña en los viajes—, la estilográfica azul y un par de cartuchos de tinta, la cámara de fotos digital, una bolsita de <em>kleenex</em>, un paquete de cigarrillos <em>Gauloises</em>, el rosario de cuentas de jade —mi talismán— y el teléfono móvil que utilizo en Marruecos… No olvido nada —me aseguro… Deduzco que no hace frío en la calle, así que me pondré la sahariana de loneta caqui; con esto y un foulard fino al cuello será más que suficiente… Y por fin salgo de la habitación cerrando la puerta con llave —lo que me resulta raro, desacostumbrado, porque nunca lo había hecho hasta ahora—… Ay, ¿tantas precauciones no serán delirios paranoicos? —me pregunto con inquietud—… Cualquier respuesta posible me asusta…<br /><br />Desciendo ágil los dos pisos de la casa y nada más llegar a la planta baja me encuentro con Aicha que me espera con la más abierta de sus sonrisas, todos sus dientes blancos. Nada más vernos nos besamos cinco veces en las mejillas y en las manos —Aicha es bereber, gente cálida y afectuosa como pocos, leales hasta el heroísmo si sabes ganar su corazón, nunca comprarles—. Besarse así es la más evidente señal de nuestra amistad y mutua confianza, más allá del respeto que nos debemos por cuestiones laborales. Aicha es la ama de <em>Dar Hadaya Ilahe</em>, eso lo dice todo.<br /><br />—<em>Bonjour Monsieur Pablo</em>… ¿Ha dormido bien, suficiente? Ayer le vi muy cansado, no habló en todo el viaje… Apenas he trabajado en la casa para no hacer ruido y despertarle. Ahora arreglaré su habitación…<br />—Gracias, Aicha… Dormí como un bendito, lo necesitaba. Pero no más de cinco o seis horas, como siempre… Me desperté temprano, subí al mirador, hacía frío, mucho, no imaginé que tendríamos luego una mañana tan hermosa —y al unísono elevamos nuestras miradas hacia el lucernario casi cegados por esta luz de media mañana… Después fui al <em>hammam</em> pequeño a ducharme con agua bien caliente, casi hirviendo, para terminar con un chorro de agua fría que me despertó totalmente y no sabe con qué escalofríos… —y ambos reímos a dúo por los aspavientos y estremecimientos que sobreactuando escenifico ante sus ojos— Estuve ordenando todo en <em>Paul Klee</em>, ocupando con mis cosas la mesa de trabajo; voy a pasar mucho tiempo allí los próximos días, escribiendo. He venido a Essaouira para quedarme una larga temporada, al menos unas semanas, no sé hasta cuándo.<br /><br />Aicha parece escucharme tan complacida por la noticia como intrigada por mis motivos. Reconozco que se siente feliz, me lo dice a su manera no sólo con palabras, aunque interpreto alguna reserva en su rostro —son tan expresivos sus ojos, el catálogo de sus sonrisas, su mentón-máquina-de-la-verdad y ese hoyuelo que parece tatuado… Aicha quiere saber más, yo creo que debe saber “casi” todo. Al fin al cabo necesito su complicidad, su ayuda más que nunca, tanto como ella necesita mi total confianza para sentirse segura, mucho más que hilarantes parodias o inteligentes evasivas… Seguimos mirándonos fijamente —qué elocuentes estos silencios que dicen todo aun sin decir…<br /><br />—Cómo me alegro, <em>Monsieur Pablo</em>… Decir que le hemos echado en falta es poco… ¡Cuánto tiempo! Han pasado seis meses desde aquella noche en que volvió urgentemente a España cuando le anunciaron el accidente de la señorita Saskia… —Trago saliva… Oigo su nombre — Saskia Saskia Saskia— y de inmediato bajo la mirada. No quiero que Aicha vea cómo me afecta todavía este nombre; cuánto me cuesta enfrentarme a la gente que la conoció y de algún modo la quiso o simplemente le tuvo simpatía, cómo me duele cuando proyectan sus recuerdos en cinemascope en la pantalla chiquita de sus córneas humedecidas al recordarla, al recordarnos juntos alguno de aquellos días que fuimos más felices que infelices. No soporto su compasión, nunca me acostumbraré a su lástima, si supieran… Saskia… creía estar preparado para trasmitir sólo tristeza al escuchar su nombre, pero soy incapaz de hacerlo, no soy tan cínico… Escapan tantas cosas a borbotones por la herida abierta de una mirada que no puedo por menos que bajar los ojos y guardarme, también guardar las palabras que seguramente diría vehemente, los monosílabos que a lo peor confundiría aturdido sólo con oír tu maldito nombre, Saskia… —Sin duda Aicha se ha dado cuenta de mi incomodidad y sin cambiar de conversación la desvía sutilmente hacia las especiales circunstancias de aquel día en Essaouira:<br />—¿Recuerda <em>Monsieur Pablo</em> que no podíamos salir de la ciudad?<br />—Sí, Aicha, cómo olvidar lo que sucedió aquel día —le contesto sin palabras—, era finales de junio, exactamente el 23 de junio, coincidiendo con el Festival de música Gnaoua que desde hace años atrae a Essaouira a miles de participantes y turistas en esas fechas. Era imposible moverse por las calles, los accesos a la ciudad estaban cerrados y había colas kilométricas de coches y autobuses que intentaban acercarse a Essaouira como fuera. La ciudad estaba colapsada. ¡Cómo no recordar aquel día y aquella locura!…<br />Aicha insiste: —Menos mal que mi hermano Khalid consiguió un coche y pudieron salir juntos de madrugada hacia Casablanca… Qué suerte tuvieron de llegar al aeropuerto minutos antes de la salida del vuelo… —y nada más decir “suerte” reconoce avergonzada que ha pronunciado una palabra “inconveniente”, inapropiada para aquella situación, e intenta corregir este lamentable e involuntario error con extrema delicadeza… —Quiero decir que fue un regalo de Dios que pudiera salir de Essaouira y llegar a tiempo para despedir a la señorita Saskia; seguro que ella le esperaba aunque pareciera dormida…<br />—No, Aicha, cuando llegué estaba muerta, totalmente destrozada por el accidente y con terribles quemaduras —así me lo contaron su hermano y Rodrigo. No pude verla, pero aun con todo me habría negado a reconocerla en ese estado… No, mejor que fuera así… —cabeceo confirmando mi negación, y al mismo tiempo renegando de mis palabras. ¿Es que puedo expresar mejor y más certeramente mis sentimientos que con esta paradoja gestual?<br />Aicha me contempla no sé si con lástima o con sorpresa por mi comentario, o ambos sentimientos confundidos. Es consciente que está pulsando una de las cuerdas destensadas de mi alma y desiste…<br />—Lo siento, <em>Monsieur Pablo</em>, yo sólo quería… Debe comer algo, es muy tarde. ¿Le traigo ya el desayuno?<br /><br />Sin esperar mi respuesta, Aicha se dirige a la zona de la cocina y en menos de un minuto sale con una gran bandeja repleta de pequeñas fuentes y recipientes que va repartiendo y ordenando sobre la mesa: un bol con dátiles junto al frutero de mandarinas, una fuente con tres <em>crêpes</em> ultrafinas que es una de sus especialidades y me encantan, un par de jarritas con miel que seguramente serán de tomillo y lavanda de Argana y miel de menta del Rif —mis preferidas—, la panera con pan de sémola y semillas de hinojo, un platito con queso de cabra, un gran vaso de zumo de naranja, otro de leche fresca y el café de olla que tanto me gusta… A la vista del banquete de inmediato se despiertan mis ganas de comer y el hambre-a-estas-horas, anestesiados temporalmente por la amargura de las palabras y los recuerdos indeseables… Con qué mimo habrá preparado Aicha este primer desayuno, y aun con todo debo reprender sus excesos; tengo que decirle un par de cosas al respecto:<br />—Se ha pasado, Aicha —le reprocho con amabilidad— ¿No recuerda que soy diabético? No sabe cómo le agradezco este festín… pero, mujer, ¡esto es una bomba de relojería! Voy a tener que caminar al menos dos horas para generar la insulina necesaria sólo para este desayuno… —Aicha esboza una mueca-sonrisa, mitad disculpa, mitad travesura y se dispone a volver a la cocina…<br />—No, por favor, acompáñeme mientras desayuno… vamos, siéntese y cuénteme cosas de su familia, ¿cómo están su hijo Said, su marido? —y bebo un largo trago de leche con café en su justa temperatura, es decir templada (aborrezco las bebidas muy calientes).<br />—Oh, muy bien… Said no para de crecer desde que cumplió siete años, le gusta la escuela, es excelente en los estudios, muy inteligente… —y le brillan los ojos como a todas las madres cuando hablan de sus hijos: siempre los más altos, los más listos, los mejores chicos, etc. Las madres suelen referirse a sus hijos pequeños y no tan pequeños como enamoradas, o algo así… Yo no recuerdo a mi madre: falleció cuando apenas había cumplido dos años; murió de leucemia, a los veintiocho. Según dicen y las fotografías atestiguan era muy guapa y tenía el pelo color caoba natural. Mi abuela María nunca me miró con ojos de enamorada, sino de abuela, mejor así, una mirada si cabe más dulce que la de Aicha… —mientras recuerdo la dulcísima mirada de mi “yaya” María, voy derramando generoso la miel de tomillo y lavanda sobre una de las crêpes componiendo luego una especie de flauta-que enseguida llevo a mi boca, la exprimo con los labios, sin dientes, y en plena lengua me inyecto un chute de miel que me sabe a gloria…Aicha continúa con sus noticias:<br />—Mi marido volvió ayer de Agadir; ha terminado las clases de este trimestre en la universidad y se quedará en Essaouira hasta después de la Fiesta del Sacrificio.<br />—¿Cuándo es la Fiesta del Sacrificio? —le pregunto con evidente curiosidad e interés…<br />—Ah, creía que lo sabía… Este año será el 31 de Diciembre, coincide con el final de año. El <em>Aid el-Kebir</em> de este año va a ser memorable, <em>Monsieur Pablo</em>, excepcional. La ciudad estará a rebosar con la gente que vuelve a casa a celebrar la Fiesta, también los emigrantes que viven en Europa, los turistas… —asiento con la cabeza mientras se desintegra en mi paladar el último bocado de la exquisita <em>crêpe</em> ultrafina de Aicha. —Dicen que se sacrificarán en todo Marruecos seis millones de corderos…<br />—¡Fantástico! Por lo menos hace diez o doce años que no paso la Gran Fiesta del Cordero en Marruecos… Aicha, tenemos que preparar algo también especial en <em>Dar Hadaya Ilahe</em>. Por supuesto no compraré un cordero para sacrificar, no me corresponde, pero me gustaría participar en el de su familia…<br />—<em>Inch’Allah</em>, Monsieur Pablo… —y Aicha pronuncia la palabra más común en Marruecos, en los países musulmanes, tanto que muchos turistas descreídos llegan a hartarse de esta especie de mantra popular y se atreven a hacer chistes fáciles, zafios, ignorantes de su trascendental significado…<br /><br /><em>Inch’Allah</em> —“ Si Dios quiere”— no es lo mismo que ojalá, aunque la palabra castellana sea una deformación fonética de este acto de fe religioso y total abandono a la voluntad divina. Ojalá es como decir “deseo que suceda”, que se haga mi puñetera y jodida voluntad quiera o no quiera dios… o como mucho, si el destino travestido de azar le da la gana… <em>Inch’Allah</em> es otra cosa: es total aceptación de la voluntad de Dios, de sus planes —los del Destino para los agnósticos débiles, teístas laicos, como yo… Decir “si quiere Dios” es confirmar el absoluto poder de un Dios voluntarioso y caprichoso frente al que sólo cabe el humilde reconocimiento de nuestra humana insignificancia y confiar en su compasión y misericordia. ¿Acaso “la fuerza del deseo” es algo más que el título de una película de Serie “B” o el tópico por excelencia de cualquier best seller de autoayuda? ¿De veras si Dios existiera o existiese se preocuparía “personalmente”, es decir divinamente, de la viabilidad y cumplimiento de mis deseos y esperanzas? ¿Es al Destino a quien debo reclamarle que me está amargando la vida por que le sale de los cojones y no tiene otra cosa mejor en la que perder su tiempo y ocupar el mío? ¿Fue sólo un fallo de cálculo que Saskia muriera el 23 de junio de 2006 (23.06.2006) en una carretera en Ibiza o que nos separáramos meses antes porque no dábamos más de nosotros mismos, ni de sí ni de no, ni queríamos intentarlo una vez más, y ya iban dos, tres, cuatro, una docena y así hasta cuándo? ¿Fue una puta casualidad (o bendita necesidad, si cualquier dios lo quiso) que encontrara por primera vez a Saskia aquella madrugada del 2 de junio de 2003 (02.06.2003) y fuéramos felices a nuestra manera dos de cada tres segundos que compartimos, incluso ausentes uno del otro? —Qué cosas se me ocurren, Dios, Saskia, mientras doy cuenta de la segunda <em>crêpe</em> de Aicha, en este caso “borracha” de miel de menta…<br />—Sí, Aicha… <em>Inch’Allah</em> —y la miro sin mirar evitando que adivine y lea de corrido mis palabras impronunciadas en la enciclopedia on-line de mi iris, tan locuaz como elocuente, como siempre… — <em>Inch’Allah</em>, quiera Dios, por favor…<br /><br />Preocupada, Aicha me interroga: —¿Tiene que ver la muerte de la señorita Saskia que haya vuelto a Essaouira de este modo, tan triste y ensimismado, encarcelado todavía en su recuerdo? ¿Le puedo ayudar, <em>Monsieur Pablo</em>?...<br /><br />Sorprendido por estas preguntas tan directas, mucho más que curiosas, incluso impertinentes si no fuera porque son absolutamente pertinentes en estas circunstancias, respondo a Aicha tan sincero como se merece y puedo confiarme… Claro que no puedo decirle todo —ni yo mismo sé qué es todo por ahora, ojalá lo supiera y se habría acabado esta historia… Intentaré ser preciso, breve, desde luego veraz, aunque me calle algunos detalles por innecesarios o pudor. Mi inmediata respuesta a Aicha será sólo el prologo, el guión, de la historia que me ha traído de vuelta a <em>Dar Hadaya Ilahe</em>, a refugiarme y escribir una novela mientras tanto…<br /><br />—Mire, Aicha… Voy contarle cosas y sucesos que estoy seguro le extrañarán, ojalá no le alarmen más de lo debido. Son sólo fragmentos de una historia demasiado extensa para contarla de viva voz y de una vez, ni siquiera escribirla resumida. Los próximos días le diré más, de lo que sepa y esté seguro, y también de mis inseguridades y sospechas. Deseo que no se preocupe más de lo necesario, pero que tome precauciones y que me ayude en lo que pueda, que es mucho… y sobre todo que siga mis instrucciones… Ah, por favor, le ruego guarde discreción sobre lo que hablamos, incluso con su marido, aunque únicamente es una sugerencia, usted tiene derecho a administrar lo que le diga como quiera y entienda oportuno…<br />—Cómo no, <em>Monsieur Pablo</em>… le agradezco su confianza —y pronuncia estas palabras con un sutil gesto de aceptación, no sé si también de sumisión voluntaria, cerrando sus ojos y rindiendo sus pestañas a los míos abiertos como platos…<br />—Primero: Saskia y yo estábamos separados hacía meses, desde que volvimos de nuestra última estancia en Essaouira, en febrero; nos volvimos a ver en mayo, tres días coincidiendo con mi cumpleaños, y entonces decidimos acabar definitivamente lo nuestro, fue la última vez que estuve con ella. Segundo, y no se escandalice, por favor: Saskia estaba casada, vivía a temporadas con su marido, Rodrigo, y conmigo; nunca se quiso separar de él pero tampoco se lo pedí… (aunque lo deseaba no sabe cómo). Estoy seguro que esta relación le parecerá ahora extraña y a lo peor inmoral, pero no lo fue, Aicha, o por lo menos su perversión no tenía la forma de ese triángulo sentimental que componíamos más bien que mal. La vida viene como viene, a menudo no exactamente como queremos; debemos estar preparados a inventar nuevas figuras del amor si creemos que vale la pena amar y ser amados incluso a medias, ver si somos capaces, de amar esperando milagros, valientes al mirar a los ojos de tu rival sin pestañear… Saskia y yo nos amamos con locura. Ella era “mi” mujer y yo “su” hombre. Punto. Y los demás hombres y mujeres en nuestras vidas mientras tanto eran sólo eso, hombres y mujeres con los que compartir con placer entretiempos de soledad e insoportables ausencias… Tercero, y no se alarme, Aicha: estoy casi seguro que el accidente de Saskia no fue tal… —entonces Aicha se lleva las manos a la boca y amordaza con este expresivo gesto un grito de dolor que le surge de lo más profundo—… Tengo razones suficientes para pensar que Saskia se suicidó o que alguien preparó la terrible mascarada de su accidente en Ibiza; desde luego no fue un trágico accidente involuntario… Ya le contaré más adelante mis motivos y suposiciones, ahora no es el momento… —Aicha aprovecha el breve instante en el que tomo aire para proseguir mis confidencias para decirme unas pocas palabras entrecortadas:<br />—<em>Monsieur Pablo</em>… entiendo lo que dice que hay que reinventar el amor… no soy yo quien debe juzgar su relación con la señorita Saskia, ustedes fueron sus propios jueces y abogados… Pero lo que de verdad me ha dejado conmocionada es que me asegure que su muerte no fue un accidente. Le creo y eso me parece terrible… me da miedo que alguien pueda hacer algo así, sus motivos… ¿Tiene que ver con las precauciones de las que me hablaba?<br />—Sí, Aicha… Si alguien realmente la mató y fabricó el supuesto accidente señuelo para la policía, sí, yo también estaré en peligro… Más aún: en estos meses me he sentido amenazado muchas veces. Así que ahora llega el tiempo de las cautelas y prevenciones. Por eso he venido a Essaouira, aquí me siento más seguro: es más fácil detectar a los extraños aunque intenten confundirse con los turistas; ustedes desconfían de los desconocidos, todos se conocen y me conocen, para el caso que nos ocupa soy uno más entre los <em>souiris</em>, por lo tanto me siento también protegido por su proverbial desconfianza. Además en Essaouira hay miles de ojos que ven e interpretan todo lo que sucede sin ser apenas advertidos, miles de oídos que escuchan cualquier conversación en la ciudad e incluso su eco. Son ustedes, las mujeres, que pueden usar cuando quieren el <em>haïk </em>blanco, cubrirse el cuerpo entero sin ser reconocidas y moverse por cualquier lugar como fantasmas… También me siento más seguro en <em>Dar Hadaya Ilahe</em> que es una fortaleza casi inexpugnable… —Aicha asiente con sus ojos y su cabeza a cada uno de mis argumentos.<br />—Tiene razón, aquí le podemos proteger mejor y más sigilosamente…<br />—Por eso he venido a refugiarme a Essaouira: para sentirme más seguro y a poner en orden mis ideas sin sobresaltos, a rescatar de mi memoria todos los hechos y detalles que puedan ser significativos para desvelar este terrible misterio. Cuando le dije que venía a escribir quería decir también que venía a investigar, a componer la más exacta crónica de los acontecimientos, las circunstancias que los rodearon, a pasar en limpio mis hipótesis y conjeturas aunque sea bajo la desconcertante figura de una novela de ficción aparentemente autobiográfica… Bueno, es un modo de ocultar secretos de lo más eficiente… una especie de laberinto narrativo que oculta precisamente lo que se pretende hacer ver leyendo… Los secretos hay que ocultarlos y cifrarlos, protegerlos de las miradas perspicaces, a veces cargándolos de imágenes retóricas y sobreabundancia de símbolos y detalles aparentemente insignificantes, para confundir y distraer a los que simplemente son curiosos —“<em>cuantas más cosas representa una imagen más cerca está de no representar nada</em>”—… A menudo el secreto no está en lo que está escrito; incluso el autor hace mentir o fingir a “lo escrito” para ocultar las verdades secretas… —tomo el último trago de zumo de naranja y prosigo. —Aicha, no quiero extenderme ahora más en estas reflexiones sobre los secretos y su ocultación que desde hace tiempo rondan por mi cabeza; seguro que los iré desgranando a lo largo de mi novela que no es otra ficción que la misma realidad transfigurada… Lo que importa ahora es que tomemos precauciones, que seamos cautelosos —Aicha asiente mecánicamente con la cabeza. —Primero: cierre siempre con pestillos y barras la casa aunque usted y yo estemos dentro, y sobre todo asegúrese de cerrar bien cuando salga las dos puertas exteriores con todas las llaves y alarmas, aunque sea para ir aquí al lado, al <em>souk</em> de las verduras o del pescado; haga que le acompañe con cualquier pretexto alguien conocido a la puerta de casa y le espere mientras abre… Segundo: no deje pasar a nadie a la casa, ni siquiera a los conocidos que no hayan avisado antes, eso también vale por supuesto para todos mis amigos de Essaouira, incluso los más cercanos… Lleve sus llaves entre sus ropas, nunca en el bolso… Si llaman por teléfono y preguntan si estoy en Essaouira, en la casa, conteste que no y que no sabe dónde estoy, que la última vez que llamé fue para decirle que me iba a pasar las Navidades a Italia… Sólo me pase llamadas y recoja mensajes de quienes pregunten por el Señor Bruno Llanes, es un pseudónimo que sólo conocen aquellos con los que tengo absoluta confianza y me están ayudando en las pesquisas. No obstante no creo que me llamen por el teléfono de la casa… Yo me comunicaré sólo por mi teléfono móvil con tarjeta de Marruecos cuyo número no tienen más que unos pocos, además de media docena de amigos aquí… Y por último no hace falta que pase usted todo el día en <em>Dar Hadaya Ilahe</em>, sólo lo estrictamente necesario; yo estaré escribiendo… Prefiero que esté más tiempo con su familia o en la calle vigilando con naturalidad, averiguando la presencia de gente sospechosa en la ciudad o en las proximidades de la casa. Usted sabrá qué es mejor en cada momento, al fin al cabo es una mujer, y además bereber, una <em>amazigh</em> de la estirpe de los “hombres libres”…<br />—Así lo haré, no se preocupe más de lo debido —Aicha asintió y confirmó, seria, muy seria.<br />—Ahora voy a salir a caminar un buen rato, a lo mejor paso a saludar a Ahmed el platero y a Hassan el yerbatero; seguro que Rachid Bennani habrá cerrado ya su tienda. Me acercaré al puerto… Ya es la una, Aicha… así que puede prepararme un <em>tajin</em> de lo que quiera, de pollo y limones confitados, por ejemplo; lo deje en el fogón sólo para que yo termine de cocinarlo cuando vuelva. No creo que regrese antes de las las cuatro, a media tarde. También saque la olla de <em>harira</em> del frigorífico, me tomaré un buen tazón.<br />Aicha asiente mis instrucciones… por fin sonríe ligeramente —¿Le preparo alguna cosa para cenar?<br />—No, no hace falta, ya me haré algo cuando tenga ganas: una ensalada de tomates, zanahorias y calabaza o un sándwich de queso o lo que sea; tomaré fruta… Cuando termine váyase a casa, disfrute esta tarde festiva de viernes con su familia. Mañana venga cuando quiera y me despierte no más tarde de las diez si no me he levantado antes. Ah, y abra y cierre “<em>Paul Klee</em>” siempre con llave…<br />—Así lo haré, <em>Monsieur Pablo</em>…<br />—Se me olvidaba, Aicha… Antes de salir de casa conecte el equipo de música del salón “<em>Rothko</em>” y ponga algún Cd. de Souad Massi; quiero que siempre haya música en <em>Dar Hadaya Ilahe</em> aun cuando no estemos aquí. Además quiero escuchar la voz de esa mujer nada más volver a casa; no soporto la soledad ni el silencio absolutos…<br />—De acuerdo, <em>Monsieur P</em>ablo… —Y nos despedimos dándonos tres besos en las mejillas y la mano con desacostumbrada fuerza mirándonos a los ojos. Teníamos un pacto sin vuelta atrás…<br /><br />Por fin salgo a la calle… Respiro el aire y la luz y todos los olores de Essaouira en una única e intensa inspiración… Arriba de los tejados y las terrazas, más allá de la altura de las callejas, entre sus estrecheces, el cielo tiene el mágico color azul de Mogador… A unos metros de <em>Dar Hadaya Ilahe</em> paso frente a la entrada del <em>Hammam</em> de Essaouira y me detengo como un turista más a leer por enésima vez la placa de su fachada en la que se señala que Orson Welles venía a menudo a estos baños en su intermitente estancia en Essaouira-Mogador, en 1949-1952, y que allí rodó una de las escenas memorables de su película <em>Othello</em>… —Ojalá fueran tiempos de Orson Welles en Essaouira o —por qué no— renaciera este hombre para ayudarme a escribir el guión de la historia que sin querer o por haber querido demasiado estoy protagonizando… ¿Y si mi historia tuviera que ver con la tragedia de Otelo, el Moro de Venecia?<br /><br /><span style="color:#990000;"><span style="font-size:85%;"></span></span><br /><span style="color:#990000;"><span style="font-size:85%;">Foto: Patio interior de <em>Dar Hadaya Ilahe. </em>Essaouira</span></span>Liberto Brauhttp://www.blogger.com/profile/02924625215767547049noreply@blogger.com81tag:blogger.com,1999:blog-2566643475501232945.post-27133838062916195632008-11-03T11:28:00.023+01:002008-11-22T21:46:27.993+01:001er. Capítulo/ Es media noche en Essaouira...<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgkA4xzceUhiUYonXzbpbpeoWg76HJM62agg-mSvTB1C9U50Pst3P7G__f8MZvPbtgMwarnSudcUymfj5JU63gSyqMoRrH-y9pN6QZIkFq-zEjJlmfs529l9EOfHGDBn-hG5JLn3IRdH6o/s1600-h/el_vendedor_de_cuentos.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5264377037198299858" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 150px; CURSOR: hand; HEIGHT: 240px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgkA4xzceUhiUYonXzbpbpeoWg76HJM62agg-mSvTB1C9U50Pst3P7G__f8MZvPbtgMwarnSudcUymfj5JU63gSyqMoRrH-y9pN6QZIkFq-zEjJlmfs529l9EOfHGDBn-hG5JLn3IRdH6o/s320/el_vendedor_de_cuentos.jpg" border="0" /></a>Es media noche en Essaouira. Hace apenas una hora que llegué de Marrakech. Aicha me vino a buscar al aeropuerto en su cochecito, con su hermano —qué atenta y servicial esta mujer, es un cariño; hoy se ha metido en el cuerpo más de seis horas de carretera (marroquí) con interminables filas de camiones transitando hacia el sur y desde el sur… para qué más detalles…<br /><br />Todavía es 21 de diciembre cuando empiezo a escribir. Solsticio de invierno, el día con menor número de horas de luz, la noche más larga del año. No hay luna visible, por supuesto… La Vía Láctea, de tan blanca, densa, sin rival, parece leche condensada. Me gustan estas noches de invierno sin luna, despejadas, disfrutar las estrellas fuera de la ciudad, en cualquier descampado. Qué mejor decampado que un desierto o algo que se le parezca; por ejemplo la extensa planicie desértica de piedras que hemos atravesado de camino, el <em>reg</em> cercano a Chichaoua. Aunque hemos tardado tres horas en llegar desde Marrakech el tiempo me ha pasado en un santiamén abstraído y sumergido en ese profundo pozo inverso de negrura con millones de luciérnagas estelares a miles de años luz de nuestras miradas… Qué pequeños somos, Dios, y qué portentosa nuestra imaginación que nos hace grandes y temibles.<br /><br />Por fin en Essaouira, en <em>Dar Hadaya Ilahe</em>, mi hogar secreto: escapado, refugiado, confundido, ocupado esta primera noche nada más llegar en escribir una novela, un libro que pueda salvarme… Ahora mismo todavía es 21 de diciembre: 21.12.2006… —me fascinan los números capicúa, los juegos y diabluras que podemos hacer con todos los números reales e imaginarios para descubrir y revelar insospechadas relaciones encadenadas de causa y efecto, catástrofes de la lógica, conjunciones mágicas que se resisten a cualquier verificación racional… Media noche y solsticio de invierno en Essaouira: creo que no he podido elegir mejor fecha ni más adecuado lugar para conjurar y hacer confluir en un instante de eternidad, inmóvil y silencioso, la poderosa gravedad de la realidad acontecida, las historias vividas (pasadas), las cosas memorables (recordadas), y el irresistible magnetismo de lo posible por suceder, los cuentos por inventar, las cosas que todavía son sólo deseo y esperanza… En la doméstica eternidad de <em>Dar Hadaya Ilahe</em>, aquí y ahora, todo esto se manifiesta al unísono, parecen fin y principio corales, y aun con todo sucesivos y distintos, tan distintos como distantes en tiempo real…<br /><br />Inicio pues la tarea de describir los hechos y relatar las historias que me condujeron aquí esta noche, al tiempo que comienzo a construir el pasaje de tal realidad a la ficción de una novela presuntamente autobiográfica… Qué cosas tienen la literatura y la imaginación escrita que nos hacen dueños de los tiempos y los espacios, conformarlos a nuestras hechuras... ¡Qué poder el de la escritura! ¡Qué perversa arrogancia la de los escritores jugando con los tiempos a su capricho!... Y aun con todo qué difícil resulta elegir a estas primeras alturas del relato los tiempos más precisos y sus verbos. No quisiera pecar de soberbia nada más comenzar… ¿Qué hacer? ¿Cómo empezar? O la humildad del aquí y el ahora —<em>Es media noche en Essaouira</em>—… o el emocionado recuerdo de uno de esos momentos trascendentes que nos regala el destino de vez en cuando e invariablemente solemos convocar con una palabra tan inocua como “<em>entonces</em>”… ¿Cómo distinguir lo que es real o ficción sólo en sus verbos?<br /><br /><em>Entonces</em> encontré el libro que me decidió a escribir esta novela… Sucedió el pasado 28 de octubre, al medio día, en la librería Literanta de Palma. Era sábado, recuerdo. Quería pasar un fin de semana tranquilo en casa, sin salir, felizmente entretenido por alguna buena novela mientras ponía en orden mi cabeza y repasaba sin urgencia los acontecimientos que habían sacudido dramáticamente mi vida los últimos meses desde aquel terrible 23 de junio. Por fin iba a tener un par de semanas sin compromisos, a dios gracias solo. Buscaba sin buscar en las estanterías repletas de libros confiado al azar, guiado apenas por la intuición, dejando que el libro que fuera a anestesiar mi desasosiego los próximos días me encontrara a mí más tarde o temprano. El milagro sucedió como ocurren casi todos los milagros literarios, lo que llamo efecto “Umberto Eco”… es decir al sentirme atraído por una portada cualquiera, seducido por algo realmente inefable de la fachada de un libro, su imagen, su encuadernación o qué sé yo… <em>El vendedor de cuentos</em> de Jostein Gaarder era un libro cualquiera hasta “<em>entonces</em>”.<br /><br />De Gaarder sólo conocía su primer best seller, <em>El Mundo de Sofía,</em> que había comprado nada más publicarse pero nunca leí por completo. Confieso que lo hice a mordisquitos pequeños y distantes, interrumpidos durante meses, años, de modo nada lineal sino seleccionando los capítulos a mi gusto, según mi interés previo por las ideas de tal o cual filósofo, escogidos entre todos aquellos que el joven y exitoso autor noruego había resumido y digería en su novela-tratado de filosofía; un libro desde luego nada infantil y menos ingenuo. Jamás había pensado ni siquiera imaginado como posible que una novela de Gaarder pudiera fascinarme, incluso obsesionarme, como lo ha hecho estas semanas <em>El vendedor de cuentos;</em> ni por asomo que fuera a estimularme tanto como para decidirme a escribir mi propia novela, desactivando los frenos y los tabúes que hasta ahora me habían impedido finalizar esta heroica tarea —así pensaba y todavía creo: escribir un libro de ficción. Y mira que lo intenté…<br /><br />La portada de <em>El vendedor de cuentos</em> contiene una imagen ambigua, borrosa, de dos personajes de <em>Le cirque du Soleil</em> fotografiados por Richard Avedon. Quien diseñó esta cubierta sabe fabricar máquinas eficaces para atraer miradas, incitar nuestra curiosidad. Y no sólo por lo sugestivo del título del libro, que lo es, o el atractivo dorado opaco de su tipografía o el color azul Prusia del fondo de la cubierta, tan profundo como la noche en el desierto… sino en mi opinión por el fragmento elegido de la imagen de Avedon: la representación de algo esencialmente informe e indescriptible que nos obliga a interpretar sin apenas asideros formales. No reconozco casi nada en esta imagen... sólo a alguien que acarrea una maleta, o me lo parece, alguien que lleva un sombrero de fieltro, una escala de cuerda… Qué minúsculas evidencias, ¿no?, y sin embargo nos llaman la atención, hipnotizan. Es que conocemos tan poco de la química de la atracción aunque se empeñen en lo contrario los más descreídos bioquímicos, todos esos que pretenden reducir a fórmulas magistrales los sentimientos, el amor por ejemplo. De la alquimia sólo podemos hablar con metáforas y palabras oscuras... por ahora.<br /><br />Una vez atrapado por la venial estrategia visual que suele ser la portada de un libro, mis siguientes pasos son facilmente deducibles, como los de cualquier víctima curiosa: tomé el libro, sopesé, acaricié su lomo y aprecié la lisura de su cubierta... enfoqué mejor la imagen para reconocer algún detalle menos evidente, desistí resignado. Y de seguido fuí a leer algo en la contraportada que me orientara y confirmara lo acertado de mi primera intuición… Entonces leí acerca de la habilidad del protagonista, Petter el Araña, sobre su portentosa imaginación y actividad principal: “<em>crear todo un negocio de venta de ideas a aquellos que no las tienen</em>”. A simple vista el personaje me parecía genial e indudablemente prometedora la trama que el autor había planteado en su novela: el ascenso y caída de Petter el Araña, un hombre egocéntrico al que no le interesa la fama, que escribe ideas y argumentos para otros y los vende y que un día se siente amenazado por no sé quién y escapa a no sé dónde… Aunque parezca escasamente sustancial, este escueto resumen "casi" me decidió a comprar la novela de Gaarder. Estuve definitivamente seguro cuando leí una frase decisiva: “<em>Es la historia de todos los que quieren escribir pero que no tienen nada que contar</em>”. Qué parcos en palabras y signos son a veces los oráculos que nos señalan el sentido de nuestras elecciones más importantes, su elocuencia se expresa generalmente con pocas palabras; y qué extraños e impredecibles sus consejos…<br /><br />Volví a casa impaciente por iniciar la lectura. Era tarde; no me apetecía cocinar. Tenía hambre; me preparé un bocadillo de queso de cabra con sobreasada que me comí en tres bocados; ah, y un par de mandarinas de postre… Luego de este improvisado almuerzo salí a la terraza —en esas fechas el sol de tarde en el Mediterráneo todavía es amable y generoso para los lectores a la fresca— y me puse de inmediato a leer los primeros capítulos de aquel libro inesperado que intuía revelador; estaba irracionalmente seguro que la novela, su historia, en absoluto me iban a defraudar. Pero lo que no podía imaginar entonces era hasta qué punto su lectura me atraparía, más bien abduciría, durante días de sorpresa en sorpresa... sometido a la ley de las semejanzas y coincidencias en cadena, reconociendo más que evidentes paralelismos entre muchas de las cosas que allí se contaban con mi propia vida y sus más recientes acontecimientos, incluso a proyectarme en algunas de las frases más chispeantes del “vendedor de cuentos”, o de Jostein Gaarder, su autor, para el caso los mismos…<br /><br />Las primeras setenta páginas las leí en un abrir y cerrar de ojos. Todavía había luz diurna cuando llegué a la página 72 en la que Petter el Araña conoce a María y se enamora de ella por primera vez en su vida, “con locura”. Hubiera continuado la lectura de un tirón hasta acabar sus más de 200 páginas si no hubiese interrumpido aquel estado de entusiasmo literario una llamada que entonces consideré inoportuna, además de innecesaria, dados mi trance y ensimismamiento. Era Lourdes Rosselló, una amiga periodista que me había entrevistado unas semanas antes, para recordarme mi promesa de vernos nada más volver a la isla… a cenar, por ejemplo, para hablar largo y tendido de algunas cosas que había empezado a contarle en Alicante —por supuesto “<em>off the record</em>”, no sólo por la discreción y cautela que requerían el asunto en cuestión sino sobre todo por nuestra vieja amistad y mutua confianza. Me excusé convincentemente por no quedar para cenar esa noche y acordamos vernos al día siguiente: quedamos en llamarnos por la mañana, pensar mientras tanto cuándo y dónde nos encontraríamos, a lo mejor planear una excursión al campo o a la costa norte para almorzar juntos el domingo.<br /><br />Luego de terminar la conversación no pude volver a la novela. Salí al jardín, atardecía… Maravillado una vez más, contemplé el espectáculo del crepúsculo isleño... Los últimos rayos de sol reverberaban en su cielo otoñal: todos los matices imaginables entre el azul cobalto hasta el rojo burdeos, azules irisados y amarillos de nápoles, rosas asalmonados, naranjas cobrizos, mandarinas de la china, ocres teja, mostazas… Qué belleza tan conmovedora, manirrota, casi gratuita, apenas a cambio de una mirada agradecida, absolutamente emocionado por este inesperado regalo de la naturaleza derramándose de nuevo en exceso… Anocheció y ya sólo pude volver al "vendedor de cuentos" a través de los apuntes y las citas que había tomado en mi cuaderno de notas mientras leía; ni siquiera lo volví a abrir para revisar mis subrayados…<br /><br />Al rememorar aquí en Essaouira, ya de madrugada, aquella primera lectura y las circunstancias que la rodearon tengo a mi mano el cuaderno de notas que me acompaña inseparable desde hace unos meses. En él he depositado no sólo algunos párrafos transcritos de <em>El vendedor de cuentos</em> (con mis propias anotaciones y pensamientos recurrentes) sino sobre todo confidencias inéditas, secretos en clave que sólo yo conozco, mensajes cifrados por si me sucede algo inesperado e indeseable, un racimo de corazonadas y testamentos mínimos junto a algunos <em>haikus</em> de mi invención también encriptados, una cábala de números y nombres que creo se entrelazan de algún modo mágico e incluso el guión esquemático de ésta mi primera novela… Es el manuscrito. Punto.<br /><br />Empiezo a sentirme agotado… claro, el viaje, las emociones, la hora. Menos mal que Aicha ha subido la maleta y mis bolsas al dormitorio antes de marchar a su casa. Afortunadamente estoy desganado y no necesito más tentempié que un tazón de <em>harira</em> de la inmensa olla que ha preparado Aicha —la mejor <em>harira</em> de Marruecos, sin duda, nunca me canso de repetírselo (y es verdad). Qué feliz se pone esta mujer cuando llego a casa de tarde en tarde, casi siempre de incógnito y solo, y puede cocinar todos los días para mí; estoy seguro que entiende que sus comidas son mucho más que excelente gastronomía para el señor de “Lacasa”… Mañana, es un decir, en unas horas, seguiré escribiendo… Ahora me es imposible continuar, pronto llamará al rezo del alba el muecín. ¡Qué delicia de <em>harira</em>! Realmente esta casa es mi hogar…<br /><br />Mañana escribiré más cosas sobre <em>El vendedor de cuentos</em> y las correspondencias que he anunciado entre mi vida y la historia que escribió Gaarder. Quiero que desde el principio mis futuros lectores entiendan por qué es tan trascendental que escriba esta novela, que se vayan haciendo una idea aproximada del asunto que traigo entre manos, antes incluso que conozcan algunos de los episodios que me han obligado refugiarme no sé hasta cuándo en Essaouira. Por ahora no se me ocurre nada mejor que transcribir algunas de aquellas citas y anotaciones que llenan mi cuaderno. Unas son palabras y reflexiones que Gaarder pone en boca de su protagonista —no sabremos nunca si gracias a la ficción misma o si se trata de testimonios de su propia convicción, qué importa—, otras son aventuras concretas hasta cierto punto autónomas que experimenta Petter el Araña a lo largo de su singular biografía. Espero no trasgredir con estas trascripciones, en general poco extensas, ningún derecho de autor que pertenezcan a Gaarder o a su editorial, no es esa mi intención, muy al contrario. Si algún pecado debo confesar, y no arrepentirme, es el de haberme reconocido excesivamente en ciertos fragmentos de su novela, hacerlo sin pudor alguno… al fin al cabo una prueba más de mi admiración por su talento literario y sus extraordinarias dotes de ventrílocuo. Petter el Araña, Pau Bondia, qué par de muñecos tiene ese hombre en sus manos aun sin querer…<br /><br />Ah, también escribiré sobre Essaouira, mi casa, Aicha, su <em>harira</em>… Ojalá pueda escribir cada día, cada noche hasta el amanecer, mientras viva... ¿por qué no?<br /><br /><br /><span style="font-size:85%;color:#990000;"></span><br /><span style="font-size:85%;color:#990000;"></span><br /><span style="font-size:85%;color:#990000;">Foto: portada de El vendedor de cuentos. Jostein Gaarder. Editorial Siruela</span>Liberto Brauhttp://www.blogger.com/profile/02924625215767547049noreply@blogger.com87